Iván Mercado / @ivanmercadonews / FB IvánMercado
La alegría y la esperanza se pueden observar con notable facilidad en el gesto de millones de estadounidenses quienes, literalmente, festejan la derrota del déspota. Tienen razones de sobra.
Sin embargo, el júbilo no sólo lo expresan en este territorio. Es incuestionable que también son muchos son los mexicanos que se congratulan por el anhelado triunfo de Joe Biden en las elecciones más votadas en la historia de esa nación norteamericana.
El triunfo del demócrata ha mandado el poderoso mensaje, que ninguna sociedad, por dividida que se encuentre, está condenada a vivir sometida en un régimen de mentiras, manipulaciones, divisiones y populismo.
La derrota del peor presidente en la historia de los Estados Unidos significa muchas cosas, pero una en particular: La sociedad y sólo la sociedad (aún polarizada) puede echar del poder a quien sea y eso incluye al “hombre más poderoso del planeta”.
Esta lección histórica, no puede ni debe ser ignorada por nadie. Con 290 votos electorales conquistados (hasta ahora), Joe Biden cambió la tónica de su imagen y su discurso. Desde este fin de semana el perfil en su cuenta de Twitter, que le maneja su equipo de comunicación e imagen, se puede leer: “Presidente electo, orgulloso padre y abuelo. Listo para reconstruir”.
Con una virtual victoria en las inéditas elecciones del pasado 3 de noviembre, Biden ya comenzó a trazar y a anunciar sus primeras líneas de acción, para impulsar de inmediato una estrategia nacional que les permita a “todos los norteamericanos” recuperar la ruta de la certidumbre, para hacer frente a las divisiones internas y con ello ser capaces de revertir, por ejemplo, los desastrosos resultados de una pandemia, que los coloca como la nación más afectada del planeta.
En un primer mensaje pronunciado este fin de semana como virtual presidente electo, Joe Biden anunció que Estados Unidos volverá a adherirse a los acuerdos climáticos de París, detendrá la retirada de Estados Unidos de la Organización Mundial de la Salud, derogará la prohibición de la inmigración de naciones musulmanas y restablecerá las protecciones para los cientos de miles de dreamers, inmediatamente después de su investidura.
En un emotivo mensaje conjunto, Biden reconoció el valor de los afroamericanos y latinos, enfatizó que es tiempo de recuperar el tiempo perdido ante una retórica divisionista y de profundo odio.
El hombre, de prácticamente 78 años de edad, añadió: “Es hora de sanar a los Estados Unidos y hacer que nuestra nación vuelva a ser respetada en el mundo entero… Es tiempo de unidad, de volver a luchar por valores como la decencia y la verdadera democracia”.
En el mismo mensaje, su virtual vicepresidenta, la senadora Kamala Harris, una mujer hija de inmigrantes, afirmó certera: “Ustedes decidieron salir y votar por la esperanza, la decencia, la unidad, la ciencia y la verdad”. Nada tan cierto como ello.
El portal Edison Research calcula que esta es la elección con mayor participación en la historia moderna y contemporánea de la Unión Americana con la emisión de 157 millones de votos. Esta cifra sin precedente, significa una participación de prácticamente 66 por ciento de los votantes, quienes pudieron ejercer su derecho en medio de una pandemia que, lejos de desalentar la presencia de los electores, abrió nuevos caminos, definitorios y claves como el voto anticipado y el sufragio por correo.
Y justo esa decidida participación de una sociedad harta del autoritarismo, el odio y la división en los último cuatro años, es la clave para comprender los resultados que le devuelven a nuestros vecinos del norte, la posibilidad de recuperar dignidad y certidumbre en un camino plagado de retos sin precedente.
Aún con todo ese júbilo, los escenarios inmediatos no serán sencillos de resolver, sobre todo con un Donald Trump incendiario e irresponsable, capaz de movilizar a sus seguidores para tratar de generar una crisis social e institucional en una nación donde quedó sembrada la perversa idea de que la supremacía blanca debe prevalecer en una nación construida históricamente por migrantes.
De eso ya hay constancia. Este domingo se pudieron observar y consignar imágenes jamás vistas: manifestantes republicanos armados afuera de las oficinas donde continúa el conteo de votos, que siguen reafirmando la tendencia ganadora de los demócratas. Algunos portaban armas cortas, pero otros mostraron fúricos sus rifles semiautomáticos tipo militar, que las constituciones en varios estados les permiten portar para “defender” sus derechos.
Por su parte, el todavía mandatario de los Estados Unidos se aferra a un discurso beligerante, en el que llama a defender la “plena transparencia” y lo que también califica de “integridad absoluta del proceso electoral”.
La manipulación y la mentira sistemática fueron la tónica que Donald Trump utilizó durante el desastre de su gobierno. No tendría por qué ser diferente en el virtual fin de su mandato.
Sin embargo, queda cada vez más claro que en estos momentos no sólo está en riesgo la reelección de un populista, sino la estabilidad de una sociedad entera.
Por ello, la responsabilidad, el derecho y la obligación de proteger el interés primario de la nación llevaron a redes sociales y a medios de comunicación a bloquear en repetidas ocasiones la práctica sistemática de la manipulación desde el poder.
Twitter, la plataforma favorita de Trump durante su administración, etiquetó como “engañosos” 38% de los mensajes publicados por el republicano desde el mismo día de las elecciones. La red social añadió –además– etiquetas a 11 de los 29 tuits o retuits publicados por el aún presidente, advirtiendo que la información contenida no era cierta y que ponía en riesgo un proceso cívico desarrollado por los norteamericanos.
Por su parte, cuando menos cinco cadenas de televisión hicieron valer su responsabilidad y derecho a defender la veracidad de la información transmitida a la nación, cortando en vivo un mensaje emitido por Trump y aclarando, además, que el presidente estaba mintiendo deliberadamente al pueblo norteamericano.
Una lección que, por cierto, no puede ser ignorada por nadie con un grado elemental de responsabilidad y ética en la delicada responsabilidad de informar.
El camino aún es largo para llegar a la Casa Blanca y con él, al muy complicado camino para gobernar una nación envenenada intencionalmente, sin embargo, la ruta marcada para recuperar el rumbo de la certidumbre, el respeto, los valores y la democracia ha sido marcada.
El mundo vive un momento clave en el que se disputa el poder y el rumbo del planeta desde dos caminos: la caquistocracia, que define a los gobiernos encabezados por las peores personas o las menos capacitadas de un país, o por la libertad y la democracia que defiende una forma de gobierno justa, responsable y conveniente para vivir con certidumbre y una armonía dictada por las mayorías.
Varios líderes del mundo libre han felicitado y reconocido el triunfo de Joe Biden, incluidos republicanos como el senador Mitt Romney. Otros, han optado por no admitir aún el cambio y por no ocultar su molestia, ante el revés que los norteamericanos han asestado al populismo.
Estados Unidos y sus votantes han marcado el rumbo que quieren retomar, pero ¿por cuál camino se apostarán los mexicanos de cara a un estratégico y determinante 2021?
Algo es incuestionable: no hay margen para la simulación y menos para la eterna indiferencia en México.
Así, en medio de una incertidumbre internacional, nuevamente comienzan a soplar vientos de cambio, esos que tienen el aroma de libertad.