Por: Rubén Salazar/Director de Etellekt/ www.etellekt.com [email protected] @etellekt_
E s la nueva campaña del oficialismo para referirse a las diputadas y diputados federales que votaron en contra de la reforma constitucional en materia eléctrica, enviada por el titular del Ejecutivo, supuestamente por oponerse a que el Estado Mexicano retome el monopolio del mercado eléctrico, a través de la Comisión Federal de Electricidad (CFE), a cambio de entregar el control de la industria a empresas extranjeras, como la española Iberdrola.
Un acto de represalia del régimen que no se ha conformado con tocar base en la esfera del linchamiento mediático, en la que encapsula a los críticos del presidente. La llevó más lejos, al amagar con denunciarlos penalmente por el delito de traición a la patria, según lo manifestó el dirigente de Morena, Mario Delgado, incluso amenazándolos con “fusilarlos pacíficamente”.
Todo con el fin de intimidarlos, minar la cohesión de la alianza opositora y anular, en las próximas semanas o meses, cualquier obstáculo legislativo que bloquee las iniciativas pendientes del presidente, en materia electoral (mediante la que AMLO pretende restaurar al régimen de partido hegemónico y desbaratar la autonomía del Instituto Nacional Electoral, con tal de llevar a cabo una elección de Estado –como la que ensayó en la revocación de mandato– en favor del candidato o candidata a sucederlo) y de Guardia Nacional (en la que plantea encomendar el mando de esta corporación al Ejército, que se encargaría no sólo de combatir a la delincuencia, sino de contener protestas que puedan surgir en caso de un conflicto postelectoral en 2024, por sospechas de fraude electoral), proyectos que requieren igualmente de modificaciones a la Constitución.
Algo que cuenta con el visto bueno del presidente. Así lo reiteró horas después de que feneciera su propuesta legislativa, cuando en su conferencia mañanera advirtió a los parlamentarios que entregar “los recursos naturales del país a extranjeros” implicaba traicionar a la patria, citando las palabras de Ricardo Flores Magón.
Acto seguido, en un tono más hostil, el presidente sostuvo que la traición a la patria era un delito que se castigaba con una pena que iba de los cinco a los 40 años de prisión, así como una multa de hasta 50 mil pesos, aunque rechazó emprender acciones judiciales por ese motivo. Pero como el típico cobarde que tira la piedra y esconde la mano, para que otros le hagan el trabajo sucio y carguen con las futuras responsabilidades legales de sus excesos y arbitrariedades en el ejercicio del poder (recordemos a Bejarano), le encomendó esa sucia tarea al líder nacional de Morena, Mario Delgado, que la cumpliría sin rubor.
Y lo hizo, aun sabiendo de las infracciones electorales en las que incurriría Morena, al tratarse de propaganda política que denigra o calumnia a los partidos políticos y a las personas, sancionada por la Ley General de Instituciones y Procedimientos Electorales. Restricciones que dicho sea de paso, surgieron para darle gusto a AMLO en la reforma electoral de 2007, por la guerra sucia de la que se dijo víctima en la campaña de 2006, y que ahora, convenencieramente, las desconoce, porque según el presidente limitan su libertad de expresión.
Los partidos afectados no dudaron en presentar su queja ante el INE, que de inmediato dictaría medidas cautelares por unanimidad en favor de los quejosos y ordenaría a Morena eliminar los mensajes en los que acusa de “traidores a la patria” a las personas legisladoras. Una de las razones por las que AMLO pretende reducir al INE a un simple tubérculo del aparato gubernamental.
Por otro lado, de concretarse la denuncia penal, el presidente cometería una traición a la democracia y al mandato ciudadano de 22.9 millones de electores que votaron por el PAN, PRI, PRD y Movimiento Ciudadano hace un año, para establecerle contrapesos legislativos al presidencialismo exacerbado de AMLO, superando incluso los 21 millones de sufragios alcanzados por los partidos del oficialismo que avalaban esa concentración de poder en el Ejecutivo.
Y, además, porque la única manera de proceder por la vía penal contra los diputados opositores e imputarles el delito de traición a la patria es solicitando, en la Cámara de Diputados, la declaración de procedencia, para lo cual sólo se requiere la aprobación de una mayoría absoluta (50% más uno de los diputados presentes), y la coalición oficialista de Morena, Partido del Trabajo y Partido Verde reúne esa mayoría. ¿Acaso el presidente quiere construir a la fuerza una mayoría calificada en San Lázaro (dos terceras partes de los asientos), que su partido no logró en las urnas, para sacar adelante sus reformas constitucionales?
Un procedimiento, que en palabras de AMLO, sería tan o más “deshonroso” como la declaratoria de procedencia que le tocó enfrentar siendo jefe de Gobierno de la capital, en 2005, aprobada por los diputados federales del PRI y el PAN, a los que recriminó en su célebre discurso de defensa, por pretender despojarlo del cargo que “legal y legítimamente” le fue entregado por los ciudadanos, expoliarle sus derechos políticos e impedir así que participara en la contienda presidencial de 2006, a quienes les espetó: “Es un atentado incalificable el que se ha cometido conmigo, pero ha servido para quitar definitivamente la careta a nuestros gobernantes, para exhibirlos como tiranos vulgares y para desprestigiarlos completamente ante la opinión pública”.
Como ya lo ha remarcado el presidente en diversas entrevistas, parafraseando a Marx, la historia se repite dos veces, la primera como tragedia y la segunda como farsa.
Comparar a sus rivales con los generales traidores Miguel Miramón y Tomás Mejía huele más a farsa autoritaria que a una transformación de la vida pública, como pregona. ¿Estará dispuesto a finalizar su mandato como un demócrata o un vulgar tirano? Porque si desea terminar como patriota, es improbable, luego que su amigo, el expresidente de los Estados Unidos, Donald Trump, revelara que López Obrador se dobló ante él y obedeció la orden que le dio de enviar soldados mexicanos a la frontera norte para contener a los migrantes mexicanos y centroamericanos, lo que con base en el artículo 123 del Código Penal constituye traición a la patria, delito que se define por llevar a cabo “(…) actos contra la independencia (…) con la finalidad de someterla a persona, grupo o gobierno extranjero (…)”
Al presidente por lo menos le queda una bocanada de tiempo para frenar esta absurda campaña persecutoria a los opositores y evitar una crisis constitucional, que ni él o el Ejército serán capaces de subsanar. Como predicador confeso, debe ser el primero en saber que podrá juzgar a sus adversarios, pero todavía falta que a él y a sus acólitos los juzgue el pueblo de México.