Adolfo Flores Fragoso / [email protected]
La política estadounidense está fincada en usos y costumbres impuestas por sus variadas religiones, por más que intenten demostrar lo contrario algunos de sus connacionales liberales.
No votar en domingo (que es el día consagrado de la semana) y jurar una asunción a la Presidencia con la mano sobre una biblia son algunas muestras mínimas de ritos apegados a una cultura que, difícilmente, reconocerán en tiempo y visión diferentes a su ataviada realidad.
Son usos y respetables costumbres impuestas y asumidas desde los mismos colegios, por ejemplo.
Hace poco más de un par de años, cuando la pandemia era sólo una comezón nocturna en la planta del pie izquierdo, liberales (y en su mayoría republicanos) recurrieron a la palabra de Trump: “América es el remedio del mal”, aludiendo a una nación poderosa pero con un borroso destino.
Demagógicamente sí que le funcionó. En la realidad, no.
Alabanzas de un vendedor inmobiliario con rezos al aire que escaparon, incluso, a sus íntimas posibilidades de persistir.
Y ya no está.
Las líneas anteriores no tienen importancia. Son sólo un contexto para entender por qué los fundadores de los Estados Unidos hicieron de la religión la primera libertad protegida en la Primera Enmienda de la Constitución.
“El derecho de los estadounidenses a adorar o elegir no hacerlo es una libertad fundamental, atesorada y debatida desde la fundación de la nación.
Pero a veces, el libre ejercicio de la religión choca con los derechos de los demás”.
La organización Where American Stands tiene dos años de difundir la reflexión anterior.
Pero va más allá:
“Votar, a menudo, es lo que llamamos la máxima expresión de petición.
Al votar, los ciudadanos pueden elegir, reelegir o derrotar a un titular, apoyar una causa o rechazar una propuesta de política. Pero el derecho de petición no garantiza que ésta sea convertida en una autorización. Sólo protege el derecho a quejarse ante el gobierno sin temor al castigo”.
Y con base en un estudio sociológico cuestionan: “¿Qué hay detrás de un voto? ¿Un principio personalmente analítico, religioso o pobremente ideológico?”
A veces la ignorancia es la verdadera tiranía. Me lo supongo.
Queda así, este mero comentario.