Dr. José Manuel Nieto Jalil
En los últimos años, varios telescopios y un número cada vez mayor de científicos están rastreando las afueras del sistema solar en busca del Planeta 9.
El objetivo es poder explicar las extrañas órbitas de los objetos más distantes del sistema solar a los efectos gravitatorios de un hipotético Planeta 9 aún no descubierto y que se encontraría en algún lugar más allá de Neptuno.
En la última década, la búsqueda del esquivo Planeta 9 se ha intensificado considerablemente. Este interés se debe a la necesidad de explicar las inusuales trayectorias orbitales observadas en algunos de los objetos transneptunianos.
Se teoriza que estas órbitas peculiares podrían estar influenciadas por los efectos gravitacionales de un hipotético Planeta 9. Este cuerpo celeste, aún no detectado, se presume que se encuentra en algún lugar más allá de Neptuno.
La existencia de dicho planeta podría no sólo redefinir nuestro entendimiento del sistema solar, sino también ofrecer nuevas perspectivas sobre la formación planetaria y la dinámica orbital.
Los movimientos inusuales observados en muchos de los objetos transneptunianos presentan un enigma que no podría explicarse sin la influencia de una poderosa fuerza gravitatoria oculta.
Este fenómeno ha llevado a los científicos a analizar varias teorías, una de las cuales propone que esta fuente desconocida de gravedad podría ser un nuevo planeta en nuestro sistema solar, un mundo aún no descubierto.
Este hipotético objeto, también referido por algunos como Planeta X, es potencialmente una supertierra y se estima que posee una masa de entre cinco a 15 veces la de la Tierra.
Según cálculos, se cree que se encuentra a una distancia del Sol que va desde los 45 mil millones hasta los 150 mil millones de kilómetros, lo que equivale a unas mil veces la distancia que nos separa de nuestra estrella.
A tan colosal distancia, cualquier objeto se encuentra en una profunda penumbra, recibiendo muy poca luz solar, lo cual representa un desafío significativo para su detección mediante telescopios convencionales.
Desde el descubrimiento de Neptuno en 1846, el término Planeta X se ha utilizado en astronomía para referirse a cualquier planeta hipotético que se presuma existir más allá de Neptuno.
La búsqueda de este esquivo cuerpo celeste alcanzó un hito crucial con el descubrimiento de Plutón el 18 de febrero de 1930. El responsable de este hallazgo fue el astrónomo estadounidense Clyde William Tombaugh, trabajando desde el Observatorio Lowell en Flagstaff, Arizona.
Este descubrimiento fue una validación de las teorías previas del astrónomo Percival Lowell, quien había postulado la existencia de un noveno planeta.
Tras su descubrimiento, Plutón fue designado oficialmente como el noveno planeta del sistema solar, un título que mantendría durante más de 75 años.
Como curiosidad, el nombre Plutón no sólo evoca al dios romano del inframundo, sino que también honra a Percival Lowell, cuyas iniciales PL se reflejan en las dos primeras letras del nombre del planeta.
Después de algunos años, específicamente en 1978, se determinó de manera concluyente que Plutón era demasiado pequeño para que su gravedad afectara significativamente a los planetas gigantes, una conclusión que reavivó la búsqueda de un posible décimo planeta.
Sin embargo, esta búsqueda experimentó un giro inesperado en la década de 1990. Los análisis de las mediciones realizadas por la sonda Voyager 2 revelaron que las irregularidades observadas en la órbita de Urano se debían, en realidad, a una ligera sobreestimación de la masa de Neptuno y no a la presencia de otro planeta desconocido.
Posteriormente, en 1992, el descubrimiento de pequeños objetos helados con órbitas similares o incluso más extensas que la de Plutón, conocidos como Objetos del Cinturón de Kuiper, abrió un nuevo capítulo en el debate astronómico.
Estos hallazgos llevaron a intensos debates sobre la clasificación de Plutón: ¿debería seguir siendo considerado un planeta o necesitaba ser reclasificado como algo distinto? Esta discusión culminaría años después con la redefinición de Plutón como un planeta enano, alterando así nuestra comprensión del sistema solar.
El destino de Plutón se selló finalmente durante la Asamblea General de la Unión Astronómica Internacional, celebrada en Praga el 24 de agosto de 2006.
En este histórico encuentro, Plutón y objetos similares fueron reclasificados como planetas enanos, reduciendo así el número de planetas en el sistema solar a ocho. Esta decisión no fue unánime ni libre de controversias.
Algunos astrónomos y científicos se opusieron firmemente a esta reclasificación y una parte significativa de la opinión pública también rechazó el cambio.
Las razones de este rechazo varían desde el desacuerdo académico sobre la definición de un planeta hasta motivaciones sentimentales, ya que muchas personas habían crecido conociendo a Plutón como el noveno planeta del sistema solar y continúan considerándolo así, independientemente de la decisión oficial.
Aunque la reclasificación de Plutón como planeta cerró un capítulo en la historia de la astronomía, también abrió una nueva era de interrogantes y descubrimientos.
Los extraños movimientos observados en numerosos objetos transneptunianos sugieren la influencia de una fuente gravitatoria oculta.
Un hito significativo en la búsqueda de esta fuente ocurrió en 2016, cuando los astrofísicos Constantin Batygin y Mike Brown, ambos del Instituto Tecnológico de California (Caltech) en Pasadena, publicaron un artículo en el Astronomical Journal. Este estudio presentaba las evidencias más convincentes hasta la fecha de la existencia de un nuevo y distante planeta gigante en los confines del sistema solar.
Los investigadores, que apodaron a este cuerpo celeste como Planeta 9, estiman que tiene una masa aproximadamente 10 veces mayor que la de la Tierra y que órbita alrededor del Sol a una distancia que es 200 veces mayor que la de Neptuno.
Según sus simulaciones, el Planeta 9 tardaría unos 20 mil años en completar una única órbita alrededor del Sol.
Estos hallazgos no sólo apoyan la teoría de una influencia gravitacional adicional en nuestro sistema solar, sino que también abren nuevas vías de investigación sobre la estructura y la dinámica de nuestro entorno cósmico.
En el 2020, dos físicos de las universidades de Durham en el Reino Unido y de Illinois en Chicago presentaron una propuesta revolucionaria que podría cambiar el curso de la búsqueda del misterioso objeto en los confines de nuestro sistema solar.
Su estudio sugiere que el presunto Planeta 9 podría no ser un planeta en absoluto, sino un pequeño agujero negro. De ser cierto, este agujero negro estaría rodeado por un halo de materia oscura, que se extendería hasta mil millones de kilómetros en todas direcciones.
Este halo no sería sólo una característica pasiva; las interacciones dentro de él, especialmente las colisiones entre partículas de materia y antimateria oscuras, generarían destellos de rayos gamma.
Estos destellos podrían ser la clave para detectar la presencia de este enigmático objeto.
Los investigadores están explorando la posibilidad de identificar patrones de destellos de rayos gamma que se muevan lentamente a través del cielo, lo cual sería consistente con el movimiento esperado de un Planeta 9. Sin embargo, hasta la fecha, los resultados concluyentes aún no se han obtenido, y la cacería del esquivo objeto continúa.
¿Por qué aún no hemos descubierto ese nuevo mundo? Las razones pueden ser múltiples. Es posible que no se haya explorado suficientemente todo el cielo en busca de objetos lejanos en el sistema solar, o que las metodologías y teorías actuales no sean lo suficientemente robustas para detectar tales cuerpos celestes.
Hasta el momento, el Planeta 9 sigue sin ser descubierto, pero los investigadores mantienen la esperanza. Si este esquivo planeta llega a ser detectado, se cree que será un gigante oscuro y helado, una característica derivada de su gran distancia al Sol.
Esta inmensa separación no sólo dificulta su detección, sino que también sugiere que cualquier planeta encontrado en esta región distante del sistema solar poseería condiciones extremas, muy diferentes a las de los planetas más internos y familiares.
En la frontera de nuestro conocimiento astronómico, el Planeta 9 permanece como una promesa de descubrimientos futuros, un símbolo de los límites aún no traspasados de nuestra comprensión del Universo.
Si algún día confirmamos la existencia del Planeta 9, ese momento no sólo redefinirá los mapas de nuestro sistema solar, sino que también reafirmará nuestra fe en la ciencia como la luz guiadora en la oscuridad del cosmos.