Por: Konn Speer A./ POLÍTICA FICCIÓN
Hacia una nueva República
4. UNA NUEVA ESTRUCTURA POLÍTICA
Las ciudades se fueron renovando en su estructura urbana para que su tejido permitiese operar la administración de los propios ciudadanos. Los nuevos desarrollos se plantearon como colonias y barrios (condominios y condominios de condominios) de manera que en virtud del número de viviendas, fuese costeable la prestación y el mantenimiento de infraestructura y servicios.
Las colonias geográficamente contiguas y sociológicamente homogéneas se agruparon en barrios que a su vez conformaban el municipio, que era gobernado por su Ayuntamiento.
Muchas áreas edificadas en el más completo desorden -sobre todo en el siglo XX- fueron renovadas casi en su totalidad según los nuevos criterios, y los cascos históricos se ordenaron administrativamente para hacer posible su autogestión.
Así, la administración de cada colonia era llevada por los propios habitantes -de forma honoraria- quienes, calculando sus costos operativos y sabiendo qué porcentaje de su recaudación debía pasar a su barrio y al Ayuntamiento, para el sostenimiento y desarrollo de la infraestructura y servicios municipales, tenían la base de datos donde se registraban -en tiempo real- las aportaciones de cada vivienda por un lado; por otro, los pagos que se hacían para el mantenimiento de la propia colonia en rubros como conservación de pavimentos en calles y banquetas, jardines comunes, alumbrado, vigilancia, mobiliario urbano, señalamiento… y lo que se aportaba a su barrio y al Ayuntamiento.
El alguacil de la colonia y/o el alguacil mayor del barrio sabían con detalle lo que era necesario en su jurisdicción, de manera que era posible atacar oportunamente el surgimiento de un bache, el reemplazo de una luminaria, la reposición o actualización de algún señalamiento…
Los pagos a contratistas encargados de dar mantenimiento se regían por tabulares claramente definidos y aceptados. Eventualmente se daban casos extraordinarios examinados por expertos cuyo fallo se divulgaba en línea.
Del porcentaje aplicado para el sostenimiento de la ciudad se mantenían la infraestructura y los servicios públicos. Colonias, barrios y ciudades los había de diferentes condiciones y recursos, pero por el más elemental sentido de emulación, todos se aplicaban a tener lo suyo en la mejor situación posible.
Desde luego, las aportaciones de las zonas más ricas daban para impulsar a las menos favorecidas, que poco a poco iban desarrollando infraestructura y servicios cada vez de mayor calidad. Esto permitió abatir la burocracia, que quedó restringida a lo más elemental.
Servicios como el agua potable, alcantarillado y saneamiento, la recolección y procesamiento de la basura, el alumbrado y los servicios eléctricos, estaban a cargo del Ayuntamiento. Al recuperarse la confianza en la gestión de los recursos públicos -dada su verdadera democratización-, la red municipal de agua potable era ya confiable y eficiente de tal nivel que las edificaciones (salvo las que por su altura u otras características lo obligaran) ya no requerían cisterna, tinaco, bomba ni las instalaciones hidráulicas y eléctricas que antes eran indispensables. LA CONFIANZA EN EL MODELO DE GESTIÓN DE LA CIUDAD HIZO POSIBLE UN MÉXICO SIN MORDIDAS, SIN BACHES Y SIN TINACOS.
La gestión de las colonias se daba mediante tres personas -en planilla- electas por voto universal y directo de los ciudadanos residentes ahí. Uno sería el alguacil y los otros secretario y tesorero, con tres suplentes. En caso de falta del alguacil, el secretario asumiría, siendo reemplazado por uno de los tres suplentes con periodo de gestión de cuatro años con posibilidades de reelegirse tantas veces como los vecinos lo dispusieran o como los funcionarios desearan y/o pudieran.
En cada colonia, un representante de cada vivienda se integraba a una asamblea y ahí analizaban cada año el presupuesto de operación. Según lo diseñaran y una vez definidos los porcentajes para aportar al barrio y al Ayuntamiento, definían su impuesto predial. Ellos podían equivocarse y no disponer de los recursos para sostener la calidad de servicios deseados por su comunidad, en cuyo caso se recurría a créditos (municipales o estatales) que los compensasen y que debían amortizarse en ejercicios posteriores. Si tenían un excedente, lo llevaban a un fondo que ayudara a esos créditos pero, obviamente, generando intereses razonables.
EL PORCENTAJE APLICADO A CADA COLONIA VARIABA EN FUNCIÓN DE SU NIVEL SOCIOECONÓMICO, DE MANERA QUE LOS MÁS PUDIENTES COMPENSASEN A LOS DE MENORES RECURSOS PARA ASÍ IR CONSTRUYENDO UNA SOCIEDAD MÁS IGUALITARIA.
Continuará…