Es fácil colegir que se avecinan buenos y mejores tiempos para la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.
En el tránsito a esa nueva y renovada etapa institucional, este lunes será un día crucial.
Los poco más de 120 mil integrantes de la comunidad universitaria elegirán, mediante uso del voto electrónico, al sustituto del actual rector Alfonso Esparza Ortiz, quien ocupó el cargo con excelencias desde 2013.
Y en un par de semanas –el martes 5 de octubre– tomará posesión la nueva administración, cuyo reto será mayúsculo aun cuando herede una institución activa, creciente, con reconocimiento social, acreditada en sus finanzas y posicionada como una de las mejores del país y de América Latina.
En este contexto, el fin de semana por la vía virtual se desahogó la comparecencia ante el Consejo Universitario de los tres aspirantes. Se escucharon ahí propuestas, planes de trabajo, visiones.
Primera en el orden, destacó el planeamiento de Lilia Cedillo Ramírez en temas torales de la actual vida universitaria.
Hizo el compromiso de encabezar una gestión ética, honesta y transparente, obligada a la rendición de cuentas.
Y se declaró abierta a una relación abierta y respetuosa con el gobierno estatal, dispuesta a dar cuentas “pulcras e impecables” de todos los recursos asignados.
“Relación que debe estar basado en el respeto mutuo, sin menospreciar la autonomía, que entendemos como la capacidad de autogobernarnos”.
Estableció también el compromiso de impulsar una administración incluyente y un trato franco, cercano y amable con la comunidad universitaria.
Y propuso un plan de tres ejes: innovación, responsabilidad social y visión global, enfocados en la nueva realidad tras la pandemia por COVID-19, en cuyo caso incorporaría mejoras para las clases en la nueva normalidad presencial y virtual.
En su turno, la candidata Guadalupe Grajales Porras se pronunció por erradicar el cobro de cuotas en la máxima casa de estudios del estado, tras asegurar que la universidad se ha mercantilizado.
Cuestionó también la falta de certeza laboral y el “sistema autoritario” que priva a los estudiantes, quienes tienen que sobrevivir en una “universidad punitiva”.
Planteó incrementar el acceso de los profesores a definitividades, promociones y recursos para la investigación y en cuanto a la pandemia, propuso que cada facultad y unidad académica proceda en lo posible para retomar la actividad presencial.
Y también se refirió a la autonomía, la que “se ejerce y no se mendiga” por lo que es obligación mantener su defensa.
Por último, sin dar nombres o detalles, el candidato Ricardo Paredes aseguró que hay una “candidata oficial” y acusó irregularidades en el proceso electoral.
Delineó que la prioridad de la próxima administración debe ser la adecuación de la institución ante los retos por la pandemia de COVID-19, para lo cual propuso una consulta a la comunidad universitaria y se comprometió también a impulsar la equidad laboral para académicos y personal de apoyo.
Refutó la posibilidad de una “continuidad rectoral” y planteó cambios sustanciales y modificaciones a los modelos de educación con la nueva normalidad, así como terminar los conflictos con el gobierno estatal.
Bajo esas líneas generales, expuestas por los aspirantes sin la menor restricción, la comunidad de la BUAP decidirá este lunes su futuro inmediato.
Es innegable que el proceso electoral de la BUAP concentra la atención social en virtud de la influencia que tiene en todos los sectores políticos, sociales y económicos de la entidad.
Esta vez no es la excepción. Debe por eso ponderarse que la decisión habrá de recaer exclusivamente en los propios universitarios, despejándose toda insinuación de injerencias externas.
Con más o menos, hay en los candidatos una incuestionable carrera académica y de investigación, capacidad administrativa y virtudes políticas.
El pronóstico generalizado es que por primera vez en la historia, una mujer llegará a la Rectoría.
A esa sustentada percepción habría que añadir que a los méritos personales, es necesario que se sumen también los indispensables consensos.
Y sólo una de ellas tiene a favor el apoyo y la simpatía de los liderazgos al interior de la institución y de amplios segmentos de la comunidad académica y estudiantil.
De ser así, los tiempos que se avecinan son buenos y mejores para la BUAP.
Como lo sostiene Daniel Hernández Ruipérez, rector de la Universidad de Salamanca –la institución pública de educación superior más antigua de Iberoamérica–, “la universidad moderna debe formar alumnos con las habilidades suficientes para adaptarse a los cambios vertiginosos del mundo, como ciudadanos críticos, despiertos y difíciles de manipular”.
“Debemos ser capaces de formar personas que tengan no sólo los conocimientos para los trabajos y funciones que pueda haber ahora, sino que tengan la capacidad de adaptarse a lo que pueda venir en el futuro”.
Tal parece que esa será la dinámica y uno de los signos de la nueva universidad que enorgullece a los poblanos y cuyo bagaje histórico como influyente actor social, por invaluable, debería prevalecer.