Soliloquio
Felipe Flores Núñez
Podría parecer una exageración, pero no lo es.
La diputada poblana Nora Yessica Merino Escamilla señaló en días recientes que la presidenta municipal de Puebla Claudia Rivero Vivanco debería ofrecer una disculpa a los ciudadanos por el mal trabajo que realizó en Puebla.
Refirió la más reciente Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana, en la que el 84.7 de los poblanos calificaron como nada o poco efectivo el desempeño del gobierno municipal para resolver las principales problemáticas de la ciudad.
También la joven legisladora mencionó que la alcaldesa nunca pudo solucionar el problema de la inseguridad ni el conflicto con los ambulantes, como tampoco aplicó sanción alguna en contra de sus funcionarios que fueron señalados por cometer irregularidades.
Y hasta mencionó que después de los resultados adversos en la pasada elección, en la que Rivero Vivanco pretendió reelegirse, le sugirió tuviera un digno cierre de gestión, pero nada ocurrió.
Ni la disculpa pública ni un cambio de actitud.
Es mucho esperar cuando hay falta de oficio político y precaria visión de futuro.
Lástima para la todavía alcaldesa, porque el destino le ha puesto en la mesa varias oportunidades para resarcir su imagen, recobrar terreno perdido y concluir su mandato de mejor manera.
De manera digna, como le sugirió la diputada Merino Escamilla.
Para su infortunio, a la alcaldesa le ha ganado nuevamente el orgullo.
La modestia y la humildad no son cosas suyas.
Tampoco de sus asesores, si es que los tiene.
Ni del estrecho equipo de fieles que caminan junto a ella, en franca dirección hacia el barranco.
Ya en las postrimerías de su gris mandato y ante tanto tropezón político, cualquier avezado consejero le hubiera sugerido propiciar un acercamiento con el gobernador Miguel Barbosa –líder político en la entidad y de su partido– para intentar hacer las paces.
Hacer algo de última hora, así sea invocando el bien de Puebla y como escudo protector ahora que incursionará al desamparo.
¿Qué tal, como muestra de buena voluntad y si otorgándole la jerarquía legal e institucional que tiene el mandatario, lo hubiera invitado a presidir la ceremonia del Grito de Independencia en Palacio Municipal la noche del 15 de septiembre?
¿Se imaginan el impacto?
Era mucho pedirle.
Prefirió en cambio organizar su propio evento y para disimular su soledad, llevó acarreados para que le propinaran algunas porras.
Ni ella se creyó que el pueblo la quiere y la consiente.
Su arenga fue desolada, triste.
Ningún personaje de la vida pública local.
El Palacio Municipal se vio opacado como pocas veces ante la ausencia de ambiente festivo.
Eso sí, se quedó muy bien con los grupos de vendedores ambulantes, a los que generosamente les cedió amplias zonas del Centro Histórico.
Fue penoso el espectáculo durante las recientes fechas festivas con ambulantes en la plaza principal, en torno a la Catedral y en todo el corredor de la calle 5 de Mayo.
Este no ha sido el único traspié de la alcaldesa.
Ante una evidente falta de obra pública, también tuvo en sus manos la oportunidad de realizar al menos un par de trabajos que le hubieran servido para concluir su mandato con sendas inauguraciones y hasta cortes de listón.
Tenía los recursos, los proyectos, pero otra vez se sobrepuso el ego.
Finalmente no pudo concretar las obras planeadas para realizar mejoras en varias zonas del Centro Histórico y el zócalo capitalino, y para restaurar el mercado de Amalucan.
En el primer caso, tropezó con sus propias piedras, al negarse a cumplir con el requisito de pedir y obtener los permisos obligados que concede el gobierno estatal.
En su negativa, varias calles y el mismo zócalo capitalino fueron un auténtico tiradero durante semanas.
Y lo del mercado de Amalucan es patético.
Faltó oficio y capacidad de negociación para concertar con los locatarios.
Se fue por la libre, quiso imponer y falló otra vez.
La obra de reconstrucción integral del mercado había sido autorizada por el gobierno federal desde diciembre de 2020, pero funcionarios municipales no supieron transmitir a los locatarios del proyecto y de sus beneficios, lo que generó conflictos, divisiones y hasta el uso de la fuerza pública.
Los 75 millones de pesos que había dispuesto la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano del gobierno federal, se perdieron.
Se sabe que el recurso ya fue repartido para obras distintas en varias entidades federativas, aunque todavía es posible recuperar alguna parte.
El tema incluso llegó a oídos del presidente Andrés Manuel López Obrador, quien hace días ordenó al titular de la Sedatu, Román Meyer Falcón, retomar el proyecto para aplicar el recurso si es que ya había sido autorizado. Ya será decisión del gobierno municipal entrante de Eduardo Rivera.
Así, entre nubarrones y con números rojos, concluye en tres semanas la controvertida gestión municipal.
Ninguna obra relevante para recordarla.
La inseguridad está en sus peores niveles.
Sólo en agosto pasado, la incidencia delictiva creció hasta 19.1 por ciento en comparación con el año pasado.
Los delitos que registraron mayores aumentos fueron el robo a negocio, a transportista, a casa habitación y a transporte público, de acuerdo con datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública y con las carpetas de investigación abiertas por la Fiscalía General del Estado.
Se presume que dejarán en caja unos 320 millones de pesos, pero el subejercicio es evidente.
Baches por doquier.
Los parques, camellones y las áreas verdes más descuidadas que nunca.
Las juntas auxiliares, en penoso olvido.
Ante tanto agravio, la disculpa que reclama la diputada Merino Escamilla parece justa y fue razonable su propuesta para que intentara una salida digna.
Oportunidades las tuvo, pero las desestimó.
No quiso, no supo, no pudo.
O como diría el célebre cronista futbolero:
“Era suya, la tenía, y….¡la dejó ir!”