“No podemos ser felices mientras a nuestro alrededor veamos el sufrimiento de otros seres”, escribió el filósofo y poeta alemán Friedrich W. Nietzche.
La frase aplica en toda su dimensión para estos días de confinamiento obligado en el contexto de la pandemia global del coronavirus, cuyo letal efecto ha provocado al momento casi 350 mil decesos en el mundo entero, más de 8 mil en México.
Y al mismo tiempo, explica también el desánimo y los estados de depresión en los que, inevitablemente, muchos han (o hemos) padecido.
Es temprano todavía para medir los efectos sicológicos de la pandemia, cuyo tratamiento será en su momento otra tarea de alto grado de dificultad, pero ya se asoman algunos indicadores que nos permiten calibrarlos.
Uno de ellos es el estudio realizado a nivel nacional durante la última semana de mayo, que revela una baja muy sensible de mexicanos que dice ser “muy feliz”, entre los meses de marzo y abril de este año, justo cuando se inició la fase de emergencia de la pandemia y se convocó al confinamiento.
Dicho porcentaje registró una caída de 11 puntos, al pasar de 57 a 46 por ciento, cifra que se ha mantuvo en mayo. De acuerdo con el estudio, la baja en la felicidad se observa principalmente entre los entrevistados de estratos bajo y medio bajo de ingreso, entre quienes el porcentaje que se dice “muy feliz” bajó de 46 a 40 por ciento, de marzo a abril, y a 35 por ciento en mayo.
En general, el nivel de felicidad para niveles bajo y medio bajo llevan una tendencia de pleno descenso, estos es, los efectos de la pandemia están haciendo más daño entre los mexicanos de niveles socioeconómicos más bajos.
Un trabajo más completo sobre el mismo tema fue publicado también esta semana por el Instituto Belisario Domínguez del Senado de República, bajo el largo título: “Aproximación al ánimo social en los hogares de México en el contexto de la crisis sanitaria: prioridades, preocupaciones y expectativas de la población”.
Dicho trabajo, que compendia estudios de opinión de cuatro importantes encuestadoras, concluye que hoy en día el ánimo social se caracteriza principalmente por el temor a la pandemia (preocupación a contagiarse y a fenecer de COVID-19) y por una marcada incertidumbre hacia el futuro. Sobre este segundo punto, está la certeza de que el mundo post-coronavirus será muy diferente, pero se desconoce el rumbo que tomará.
Por lo anterior, en ciertos sectores de la población prevalece el dilema de cuidar la salud o cuidar los ingresos para cubrir otras necesidades básicas.
De igual manera destaca que hay un marcado pesimismo de la población sobre el futuro que tendrá la economía en nuestro país y subraya que uno de los efectos que tiene el confinamiento ha sido la profundización en la desigualdad económica, educativa y de oportunidades, ya que los sectores en situación de pobreza son quienes más han sufrido las consecuencias de la reducción de actividades económicas.
No obstante, y a pesar de los registros de actitudes pesimistas y negativas en cuanto al futuro de la economía y por encima de la incertidumbre, convive con ellas una sensación de esperanza en buena parte de la población, la que confía en el hecho de que se podrá superar la problemática. Esto es, pese a todo, la esperanza sobrevive y eso debe rescatarse.
Y como la esperanza muere al último, a manera de aliento apelo para concluir a otra frase también de Nietzche, que igual aplica en estos días de dificultad: “Lo que no te mata, te hace más fuerte”.