Mientras la Organización Mundial de la Salud (OMS), a través de su director general Tedros Ghebreyesus, pidió esta semana al mundo “no cerrar los ojos” ante el incremento de contagios y muertes por coronavirus, así como elevar los niveles de vigilancia y prevención; en México, el gobierno federal no acaba por aceptar que la quinta ola de contagios ya nos alcanzó.
Esa postura de minimizar la pandemia y cerrar los ojos a la realidad, ya no sorprende a nadie.
El detestable subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell Ramírez, ha vuelto a descartar que estemos en una quinta ola de COVID-19, bajo la consideración que, si acaso, “existe un patrón diferente a las anteriores”.
“Lo que vemos es un patrón diferente al que tuvimos en la ola reciente, porque la velocidad de ascenso es más lenta. Lo que parecía iba a ser una ola exponencial de crecimiento muy rápido, se truncó”.
Asegura que en el país no hay un incremento en los casos, como en repuntes anteriores, y por eso desechó que esa tendencia se convierta en una nueva ola.
Llegó a decir, incluso, que ya había acabado la pandemia y nos movíamos a una enfermedad endémica.
¿Por qué otra vez el sesgo informativo en vez de afrontar la evidencia de un aumento gradual en los casos de contagio y tomar medidas a tiempo para evitar mayor propalación?
¿Por qué siempre vamos a un paso atrás?
Datos oficiales de la Secretaría de Salud del gobierno federal señalan que en las últimas semanas el promedio diario de casos pasó de 851, para el periodo del 8 al 14 de mayo, a 5 mil 342 del 5 al 11 de junio, es decir, seis veces más.
La misma dependencia reporta que hasta este fin de semana se tenía un registro de 18 mil 894 casos activos tan sólo en la capital del país, de los 59 mil 181 reportados a nivel nacional, con lo que la entidad ocupa el segundo lugar en contagios, incluyendo entre ellos a la jefa de Gobierno de Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, y al director del IMSS, Zoé Robledo.
Para mayo 26 entidades federativas cerraron con un franco incremento de casos confirmados. Los mayores repuntes se han detectado en Sinaloa, Yucatán, Veracruz, Baja California Sur, Ciudad de México, Quintana Roo y Nayarit.
¿Eso no significa nada?
Pongamos de ejemplo el caso de Puebla, que actualmente se ubica en promedio en el décimo lugar nacional en el número de contagios, pero donde la cifra de casos activos mantiene también un ascenso creciente.
Para el pasado jueves 16 de junio se informó que había 646 pacientes contagiados y un día después, el 17 de junio, la cifra subió a 766, es decir, hubo un incremento de 18.5 por ciento en sólo 24 horas.
Reflejo de esta incidencia es lo que está ocurriendo en algunos centros educativos, al menos en los que se ha hecho público el aumento de contagios entre menores de edad.
Es el caso del Colegio Benavente, que mediante un comunicado informó sobre la decisión de activar su plan de contingencia sanitaria y suspender provisionalmente sus actividades académicas presenciales.
La escuela privada notificó que la sección del nivel de primaria continuará clases en línea durante las semanas del próximo lunes 20 de junio, al viernes 1 de julio, a fin de reanudar las clases presenciales el lunes 4 de julio, criterio que aplicarán también para el preescolar.
Se sabe que situaciones similares se están presentando en otras instituciones privadas y públicas, lo cual amerita decisiones pertinentes e inmediatas.
Afortunadamente este repunte de contagios coincide con la etapa de vacunación en el país justo para niños de 5 a 11 años, que cursan la educación básica, aunque en realidad esta cobertura llegará demasiado tarde, cuando en otros países se atendió a los menores desde principios de año.
Es decir, otra vez vamos un paso atrás.
Y no sólo eso, según el anuncio oficial sólo se abarcará la mitad de la población
infantil, debido a la escasa suficiencia de las dosis autorizadas marca Pfizer.
En todo caso, tenemos que aceptar que existe un evidente relajamiento social. La gente hoy ha vuelto a sus actividades cotidianas y cada vez menos asume las medidas de prevención.
Durante los fines de semana hay una afluencia considerable en plazas comerciales, restaurantes y lugares públicos, con una conducta no siempre adecuada a las actuales circunstancias.
Son muchos los que creen, alentados por el optimismo oficial, que la pandemia no significa riesgos e incluso que la inmunidad comunitaria es suficiente, lo cual es una falacia. Por lo menos hay 40 millones de personas sin vacunarse y ese dato no se debe subestimar.
Hay evidencia clara de que estamos nuevamente en alto riesgo de contagio y que no se están haciendo suficientes pruebas para poder identificar el potencial de riesgo.
También es cierto que los estragos de la pandemia ahora son menores, gracias a los efectos de las vacunas. En el caso de Puebla, donde se acumulan 56 días sin decesos, de los 766 pacientes que presentan cuadros activos del padecimiento, solamente 15 han requerido hospitalización y apenas uno recibe ventilación mecánica asistida, pero el constante aumento en los casos de contagio podría derivar en impredecibles consecuencias. ¿Para qué arriesgarse?
A esta situación se suma otro hecho que debe ser preocupante: muchos pacientes que en algún momento padecieron Coronavirus, están llegando a los hospitales para solicitar atención médica con cuadros graves por otros padecimientos distintos.
Esto está ocurriendo con frecuencia en Ciudad de México, en donde hay reportes de un aumento de pacientes. Trabajadores de enfermería y medicina de la Secretaría de Salud local, del IMSS y del ISSSTE, coincidieron en que la mayoría de quienes ingresan por enfermedades diferentes a SARS-CoV-2 y presentan cuadros graves, principalmente por enfermedades cardiovasculares, intestinales y respiratorias.
Habría que sumar también los miles de casos por afectaciones a la salud mental y otros derivados del llamado síndrome de burnout, relacionado al agotamiento físico, mental y emocional causado por el estrés laboral.
Estamos hablando de trastornos neuro-psiquiátricos, cardiopulmonares, disautonomías y afecciones al sistema músculo-esquelético, que requieren tratamiento especializado y que parecen no figurar en el esquema de atención de los sistemas de salud.
En suma, no es momento de bajar la guardia.
La constante debe ser actuar con responsabilidad y acatar rigurosamente las medidas preventivas.
Y hacerlo con gran espíritu y conciencia social, más allá de lo que nos diga el tal López-Gatell.