Soliloquio
Felipe Flores Núñez
Hoy se cumple una semana de la multitudinaria marcha celebrada en Ciudad de México en apoyo a la Cuarta Transformación, que culminó con un discurso en el zócalo del presidente Andrés Manuel López Obrador, en el marco de su cuarto año de gobierno.
Del acto hay muchos aspectos a considerar, más allá de la vana discusión sobre el número de personas que acudió a la concentración o de la persistente negación de los morenistas, pese a las evidencias, de que hubo acarreos y movilizaciones forzadas, lo que hace suponer la presencia del acostumbrado y abusivo uso de recursos públicos.
La discusión tampoco ha estado en la lectura de los datos que, a manera de informe, presumió en su mensaje López Obrador. Son “sus datos”, no todos creíbles ni certeros, como cuando afirmó que el movimiento que encabeza está ganando la batalla contra el racismo, el clasismo y la discriminación en todas sus expresiones; que se garantiza como nunca la libertad de expresión y el derecho a disentir o que México es ahora “un santuario de libertades”.
Tampoco cuando dijo que la pandemia contra la COVID-19 “se enfrentó con dolor, pero con eficiencia”, o que “no se hace ningún acuerdo con ningún grupo de la delincuencia organizada, el que comete un delito, tiene que ser castigado, la ley se aplica por parejo”.
O cuando refirió el caso de Iguala, del que se dijo se avanza para su esclarecimiento, como se avanza, dijo, en el proyecto de Dos Bocas, donde “ya va a empezar a producir gasolina y diésel”, sin faltar los descalificativos a sus adversarios, a los que volvió a llamar “muy hipócritas, muy falsarios, porque la verdadera doctrina del conservadurismo es la hipocresía”.
El discurso de AMLO fue como una muy larga “mañanera”. Lo extenso de su alocución y sus referencias generales a manera de logros de su mandato acabaron por confundir, al grado que buena parte de sus oyentes optó por abandonar el escenario, nos dicen, antes de que llegara a su conclusión.
No obstante, además de su precisión de que no piensa siquiera en la posibilidad de reelegirse, se rescata la definición que hizo sobre el modelo de gobierno que impulsa la 4T. “Humanismo mexicano”, le llamó.
“Mi propuesta será llamarle humanismo mexicano, porque sí tenemos que buscar un distintivo… humanismo mexicano”.
Ese será, por lo visto, el sello y la marca del movimiento lopezobradorista, la que algunos han descrito, en un intento de justificar el término, como “el modelo de mexicano que pone a las personas en el centro de toda acción pública”.
“El centro de toda acción pública es la persona, en la sociedad se orientan todas las acciones públicas a combatir la desigualdad y disminuir la pobreza”.
El propio AMLO lo describe: “…propuse bautizar nuestra forma de gobierno como humanismo mexicano.
Brevemente expliqué algunos fundamentos y poco a poco lo iremos definiendo entre todos, porque necesitamos heredar una teoría propia”.
En un mensaje, acompañado de un video, remata su descripción con su repetido eslogan “primero los pobres”, porque “esta frase debiera ser la esencia de la actividad política, porque es sinónimo de humanismo y una forma distinta de entender la importancia del poder, cuyo ejercicio sólo es puro y virtuoso cuando se pone al servicio de los demás”.
Y hasta adelantó que todo el contenido conceptual sobre el movimiento de transformación que encabeza, bautizado como ‘humanismo mexicano’, quedará expuesto en un libro que escribirá antes de concluir su mandato.
¿Es original el uso del término “humanismo mexicano”, con todas sus connotaciones políticas y filosóficas?
A decir verdad, mucho antes sus eternos rivales, los conservadores y neoliberales del PRI y del PAN, ya se habían apropiado de esa descripción.
En 1973 –¡hace casi 50 años!– el ilustre ideólogo del PRI, Jesús Reyes Heroles, al definir a la democracia decía que en el fondo, es el derecho de todos los hombres a la igualdad de oportunidades”, aludiendo explícitamente al “nacionalismo revolucionario” que identificaba a su partido.
“Sólo el nacionalismo revolucionario puede conducir a un auténtico humanismo, aquel que coloca en la cumbre de todos los valores el valor del hombre; del hombre que, si algo es, es liberta y dignidad”.
En época más reciente –agosto de 1984– en su exposición ante el Comité Ejecutivo Nacional del PRI, como precandidato a la Presidencia de la República, el entonces procurador General de la República, Sergio García Ramírez, tituló precisamente su exposición: “Humanismo social mexicano”.
“Creo en el humanismo social mexicano, como doctrina política de la nación”, enfatizó al hablar sobre su proyecto de nación.
“Las políticas se establecen para el hombre. A partir del hombre, la familia y la patria, se definen… Ante todo, el hombre. El Estado le sirve. Por eso hablamos –podemos y debemos hacerlo– del humanismo mexicano. No es una proposición retórica. Es la proposición más alta, contenida en la norma suprema.
Política, cultura, derecho, economía, son herramientas efecto del ideal constituyente. Toda nuestra historia es un valeroso esfuerzos para que el ser humano se mantenga en el centro de la escena…la prioridad es el hombre”, señaló.
Y para el colmo, tras su discurso del pasado domingo, el Partido Acción Nacional replicó por el uso de la expresión que AMLO hizo del “humanismo mexicano” y hasta amenazó con denunciarlo ante el INE, por presuntamente plagiar una de sus principales doctrinas.
“López Obrador roba el concepto panista y trata de sustentarlo con los ideales que hicieron grandes a los héroes que nos dieron patria y líderes revolucionarios. Sin embargo, se trata de un auténtico plagio y de la tergiversación de ideas”, señaló el blanquiazul.
El PAN dijo que desde hace 83 años defiende al humanismo como una doctrina que postula la centralidad de la persona humana y la subordinación del gobierno y los partidos políticos, por lo que acusó que AMLO desconoce que todo humanismo es universal, además de asegurar que “ya no tiene argumentos para defender un proyecto político devastador, que sólo genera pobreza, violencia, estancamiento económico, deuda e inflación”.
Humanismo mexicano del PRI, del PAN y de Morena. La marca no está registrada. Cada uno lo asumirá entonces de acuerdo con sus propios datos. Ahí queda.