Con muchas expectativas, el martes pasado comenzó de manera formal el proceso electoral local 2020- 2021, que tendrá su momento estelar el próximo 6 de junio con la jornada en la que los poblanos ejercerán su voto para elegir a 31 de los 41 diputados que integrarán el Congreso del Estado, 217 presidentes municipales y 15 diputaciones federales.
Los comicios locales integran lo que se ha llamado “la elección más grande de la historia”, ya que de manera simultánea –y por primera vez– habrá elecciones coincidentes en todo el país. Esto implica que habrá comicios locales en las 32 entidades federativas, en 15 de ellas se elige gubernatura y en el resto ayuntamientos y congresos locales, además se renovará la Cámara de Diputados.
En forma paralela, y a fin de organizar y dar seguimiento a los comicios federales en Puebla, este martes se llevó a cabo la Sesión para instalar el Consejo Local del Instituto Nacional Electoral. Así, se cumplen los formalismos de ley que dan pauta al comienzo de una etapa que será particularmente relevante en la vida política del país, al ponerse en juego posiciones de poder, pero que servirá también para la definición de rumbos y de oxigenación a nuestra todavía incipiente democracia.
Tras los protocolos de rigor, ya se escuchan las llamadas de clarines y el retumbe de tambores que anuncian la guerra que vendrá. Muy pronto el país entero será permeado en una intensa y fragorosa lucha política que se sumará al persistente clima generalizado de estridencia y polarización social, impulsadas frecuentemente de manera piramidal: desde el presidente Andrés Manuel López Obrador, hasta los actores de la 4T que replican los embates y, en su caso, por las fuerzas de oposición.
Será una contienda de pronóstico reservado, de ataque permanente en el que todo argumento se validará por el afán de unos de mantener el poder para seguir siendo mayoría y de otros para recuperar los terrenos perdidos. Y en esa lucha en la que van en juego máscaras y cabelleras –léase principios e ideologías, intereses y costos extraviados–, el ciudadano común estará en medio, agazapado y vulnerable entre fuegos cruzados, aunque, debe saberlo, con el poder absoluto de decisión mediante su voto razonado, inteligente, visionario y definitivo.
Como sea, es un proceso electoral inédito. Además de su dimensión, se agrega un escenario incierto todavía, pero seguramente complejo por los efectos de la pandemia de COVID-19, que por ahora se mantiene incontenible, con cifras de contagios y decesos lamentables.
No puede preverse lo que ocurrirá dentro de ocho meses que se lleve a cabo la jornada electoral. Es posible que para entonces la tan ansiada vacuna ya haya sido aplicada a la población, lo que ayudaría a un desenlace ordenado. Pero eso, ahora, sólo queda en un buen deseo.
Por lo pronto los amagos de un rebrote – Europa es el referente– contendrán muchas de las actividades en la organización de los comicios y es posible que ello ocurra también para etapas subsecuentes, incluyendo la elección de candidatos e incluso las campañas electorales que esta vez tendrán que privilegiar otros recursos, especialmente en el ámbito de las redes sociales.
A esta nueva dimensión de mercadotecnia digital tendrán que habituarse partidos políticos y candidatos, seguramente no siempre de manera asertiva con la inconveniencia de que, ahora más nunca, habrá espacios suficientes para la multiplicación de mensajes falsos –las fakes news– y de agresiones difíciles de contener.
A nivel nacional, la apuesta de los partidos de oposición será despojar de la mayoría en el Congreso de la Unión a Morena y con ello atestar lo que sería un duro golpe al proyecto transformador de la 4T.
Esta será la batalla más encarnizada en la guerra electoral que está por venir. En el caso de Puebla, además del mismo propósito de romper la hegemonía morenista en el Congreso local, los misiles opositores estarán orientados en el objetivo de recuperar las principales plazas en poder de Morena, muchas de las cuales sus malos gobiernos alimentan la posibilidad de que les sea arrebatadas, entre ellas el municipio de Puebla, la llamada “joya de la corona”.
Según las encuestas –prematuras todavía y no siempre convincentes (véase lo que ocurre ahora mismo con las que se hicieron para la elección presidencial estadounidense)–, Morena perdería muchas de sus actuales posiciones.
Ese es también el pronóstico del senador morenista Alejandro Armenta Mier, quien de plano ya se descartó para participar en los comicios y que a su juicio, “los apetitos personales en Puebla, además de la fragmentación en diversos grupos, ponen en riesgo el triunfo del partido para los comicios intermedios de 2021”. “Estamos en riesgo de perder las elecciones en la capital y varios municipios y no voy a ser un ingrediente más para la división interna; no me van a poder endosar que contribuí a una posible derrota de Morena”, sentenció Armenta Mier.
Lo cierto es que la disputa será cerrada. Tehuacán, San Martín Texmelucan, San Andrés , San Pedro Cholula y Cuautlancingo son otras trincheras deseadas, además de Izúcar de Matamoros y otros municipios estratégicos de la Sierra Norte, como Zacatlán, Chignahuapan, Huauchinango y Xicotepec de Juárez.
Con esos fines vendrán alianzas, acuerdos y suma de fuerzas principalmente las que hagan por su lado, y eventualmente juntos, el PRI y el PAN con otras organizaciones menores que a su conveniencia se inclinarán con el mejor postor. Para bien o para mal, unos ganado a pulso y otros no tanto, desfilarán los nombres de Gabriel Biestro, Enrique Doger, Eduardo Rivera, Blanca Alcalá, Alejandro Carvajal, Marcelo García, Claudia Rivera, Genoveva Huerta, Ana Teresa Aranda, Fernando Manzanilla, Javier Cacique, Mónica Rodríguez, Rosa Márquez, Rocío García Olmedo, Oswaldo Jiménez, José Chedraui, Norberto Amaya, Francisco Fraile, Alberto Jiménez y hasta –se dice– Valentín Meneses y Javier López Zavala, entre otros.
Son más los que aspiran, por supuesto, pero hay quienes juzgan conveniente por ahora mantenerse en bajo perfil; unos por evidente conveniencia y otros del pasado reciente de no muy buen comportamiento, porque cada vez oyen más cerca los pasos de la ley. En este contexto, las autoridades electorales se declaran prestas.
Dispuesto a recobrar la confianza perdida en la pasada elección, el consejero presidente del IEE, Miguel Ángel García Onofre, que se hará cargo del proceso electoral estatal ordinario en cual se renovarán 2 mil 285 cargos de elección popular; participarán 13 partidos políticos, ha sostenido que el buen resultado de los comicios “es una responsabilidad que debe ser compartida con otros actores políticos y sociales, por tanto, se requiere de la suma de voluntades, del compromiso y la participación activa de todas y de todos”.
Y en su ámbito, el vocal ejecutivo del INE en Puebla Marcos Rodríguez asume que la elección por venir se dará a nivel nacional en un escenario complicado, ya que la pandemia ha endurecido la situación de pobreza, desigualdad, inseguridad, impunidad y corrupciónm tanto en Puebla como en el resto del país.
Ambas instancias se comprometen que actuarán con imparcialidad y profesionalismo y que será un proceso electoral concurrente equitativo, apegado a derecho, transparente y con resultados legales. Esa es la expectativa que el ciudadano también comparte. Vamos a confiar que así será.