Cuando el gobierno federal dijo que esta semana incursionamos a la “nueva normalidad”, lo que realmente quiso decirnos fue que transitamos de plano a una “nueva realidad”, aquélla que sólo algunos conciben, definitivamente muy lejana a la que la mayoría de la población percibe y padece.
A tal conclusión se llega no sólo en lo que se refiere al tema de la pandemia del coronavirus, cuyas cifras y explicaciones son cada vez más desconcertantes, sino también en lo que ocurre en el ámbito de la economía, que ha sido la puntilla de nuestros males durante este fatídico 2020.
En ambos casos no hay hasta el momento un reporte confiable, un dato duro que nos haga pensar que las cosas son como nos las tratan de inducir; al contrario, todos los indicadores revelan que el panorama es francamente desolador y lo que es peor, no se vislumbra a corto y mediano plazo una posible mejoría, un destello de esperanza.
Ese escenario adverso ha generado entre amplios sectores de la población una creciente pérdida de confianza, decepción e incluso absoluta frustración. No podría ser de otra manera.
Con todas las personas con las que converso a diario, que son muchas gracias a las “benditas” redes sociales, incide el mismo comentario de duda, contradicción y poca claridad respecto a los días aciagos que se viven.
Eso explica que producto de sus yerros y mensajes confusos, la popularidad del presidente López Obrador registre una baja sensible en las mediciones más recientes. Así, su nivel de aprobación cayó hasta ocho puntos en el mes de mayo para situarse en poco menos de 60 por ciento, el más bajo desde que comenzó su mandato.
Tan solo en Puebla, desde noviembre de 2019 al pasado mayo, la aprobación de AMLO se redujo hasta en 9.8 por ciento, al pasar de 60.1 por ciento a 50.3, según coinciden varias encuestadoras. También localmente, el nivel más bajo de aceptación se produjo en abril, que registro un 48.6 por ciento.
Los periodos con mayor desacuerdo fueron en abril y marzo, con 51.2 y 50.6 por ciento, respectivamente, luego que al inicio de su administración llegó a cifras superiores del 70 por ciento. Otro estudio es más severo: dice que la aprobación del presidente Andrés Manuel López Obrador va en picada, pues en abril 51 por ciento apoyaba su gobierno y la cifra bajó a 48 por ciento en mayo.
El respaldo de Puebla al presidente se ubica en el lugar 15 a nivel nacional, ligeramente por encima de la media nacional, que es de 47.1 por ciento. En este tenor, y en la línea de sustentar con cifras reales, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) reportó apenas este lunes que una de cada cinco personas fue separada o suspendida de su trabajo en abril pasado.
El informe señala que el cierre económico impuesto por la pandemia de COVID-19 implicó que 12.5 millones de personas salieran del mercado laboral. De ellos, 10.4 millones se ocupaban de manera informal y el resto, 2.1 millones, en empleos formales.
El desempleo llano, es decir, personas que buscan activamente emplearse sin conseguirlo, pasó de 1.7 millones a 2.1 millones en un mes. Además, la población económicamente activa tuvo un derrumbe sin precedente, al caer de 55.8 millones de empleados en marzo a 43.3 millones en abril.
A la par, la población no económicamente activa pasó de 38.7 millones a 50.2 millones. No hay precedente donde se hayan modificado o invertido estas proporciones. Históricamente, es la primera vez que vemos este cambio, destacó el propio Inegi.
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Otro estudio difundido esta semana, denominado “Magnitud del Impacto Social del COVID-19 en México y Alternativas para Amortiguarlo”, del Centro de Estudios Educativos y Sociales (CEES), estimó que debido al impacto económico del coronivirus, en México se esperan 12.2 millones de pobres adicionales a nivel nacional, si el gobierno federal no implementa medidas económicas de apoyo ni políticas de amortiguamiento.
En el caso de Puebla, refiere que actualmente 38.4% de la población está en pobreza. Después de los efectos económicos de la pandemia, se estima que este porcentaje se eleve a 50.4%. De los 12.2 millones adicionales de personas en pobreza a nivel nacional, se espera que 785 mil provengan de la entidad poblana.
Sorprende más que ante esta patética realidad, López Obrador considere que son sus opositores y la prensa quienes utilizan de manera política el tema de las muertes por coronavirus para atacar a su gobierno, y respecto a la crisis económica, insista en que “vamos bien” y que entre junio y julio se recuperarán considerablemente los índices del país.
“Mis adversarios quisieran que se nos desbordara el problema de la pandemia, que nos fuera mal para exhibirnos, para mostrar nuestra supuesta deficiencia por eso quisieran que las cosas fuesen peor”, se justificó durante su gira por el sureste del país, en plena pandemia y con el país encendido en rojo fulminante como señal de máxima alerta que parece no observar.
No es consuelo, pero algo similar ocurre en Brasil, donde la cifra de contagiados ya superó al medio millón y los decesos son casi 30 mil, mientras que el presidente Jair Bolsonaro se pasea en caballo, en una manifestación pública que organizó a su favor ante disputas políticas con el Tribunal Supremo y el Congreso.
Aquí y allá, ante las crisis, prevalece la displicencia, la miopía y el populismo. La nueva normalidad se transmuta así en una nueva realidad, todo según el cristal con que se mire.