Aún durante sus años más ominosos, al PRI se le reconoce por haber sido siempre un pródigo formador de cuadros políticos mediante los cuales pudo conformar una estructura robusta que lo hacía fuertemente competitivo y, en consecuencia, capaz de preservar el poder.
Eran los tiempos –ojalá nunca vuelvan– de la aplanadora partidista donde el “toma todo” era la premisa: desde la silla presidencial en Los Pinos, hasta las amplias mayorías en los gobiernos estatales, municipales y Congresos.
Si bien el camino para aspirar a posiciones relevantes era sinuoso, donde el amiguismo, el compadrazgo y hasta el fatídico “dedazo” solían estorbar, entonces se ponderaba con rigor la trayectoria, el mérito y la aportación política personal de los candidatos a los puestos de elección popular.
Pero más allá de los perjuicios que pudo haber ocasionado tanta concentración de poder, lo que habría que ponderar en ese ejercicio es que, por encima de todo, se evaluaba la disciplina partidista de sus militantes.
Acatar las decisiones, saber esperar los tiempos, e incluso aceptar hacerse a un lado, fue siempre el valor supremo. Para hacer viable esa fórmula, el “partidazo” contó siempre con la sapiencia de auténticos operadores políticos; personajes indispensables que sabían mover los hilos de las “grilla” con extrema habilidad.
Negociadores profesionales, concertadores convincentes que hacían valer el interés partidista por encima del individual para llegar a acuerdos que eran respetados sobre todas las cosas. Ya no los hay.
La falta de esa autoridad política, por esencia piramidal, abre espacios a decisiones viscerales, autoritarias y hasta caprichosas que sólo son posibles porque los propios partidos políticos han sido asaltados por grupos, verdaderas camarillas que se distribuyen el pastel a su propio antojo. Y de ahí proviene la ambición de algunos por aferrarse a una posición a sabiendas que no hay argumentos para sustentarla.
Se impone entonces la indisciplina, la antítesis del político que sólo busca el beneficio personal. Sin méritos, sin trayectoria, sin resultados, sin la simpatía social, hay muchos que van en los próximos comicios por un puesto, o lo peor, por una reelección que no merecen.
Esas imposiciones, ganadas mediante opacas maniobras en los sótanos partidistas, son las que provocan expresiones públicas de descontento y un caudal nunca antes visto de impugnaciones ante la autoridad electoral. Y lo que es peor; divisiones internas, fracturas que pueden tener un alto costo y un descrédito aun mayor a las organizaciones político-partidistas. Es el caso de Puebla, ni qué. Allá ellos. Allá sus partidos.
“YA CHOLE…” En cualquier país civilizado en el que se respeten las normas mínimas de la convivencia social, la ética y los principios de la democracia, un personaje con el perfil de Félix Salgado Macedonio no sólo estaría impedido para ocupar un cargo público, sino que además debería estar en la cárcel.
Pero está visto que tales premisas son inválidas en México, donde a pesar que se pregona que “las cosas ya no son como antes”, no sólo alguien así puede sobrevivir en la vida pública, sino que además puede ser promovido, alentado y avalado por las más altas estructuras de quienes ostentan hoy día el poder, incluyendo al propio presidente del país.
No cabe duda, el indio no tiene la culpa sino el que lo hizo compadre. Ya desde la insinuación de que Salgado Macedonio podría ser el candidato de Morena a la gubernatura de Guerrero había causado estupor, dado su gris historial y el cúmulo de denuncias por delitos sexuales de varias mujeres, escollos que logró burlar no una sino varias veces cuando se ponderó su postulación.
Pese a ello, el hilo se rompió por lo más delgado cuando sobrevino la determinación del INE de excluirlo de la contienda por una evidente falta, al omitir el obligado trámite de reportar sus gastos de precampaña, a lo que impugnó ante el Tribunal Electoral, instancia que como Poncio Pilatos devolvió el caso para que fuera el INE quien lo dilucide.
Y en ese lapso de espera, hubo marchas, plantones, arengas y la amenaza de que si no se confirmaba su candidatura, “no habrá elecciones en Guerrero”. O lo que es lo mismo: “o yo, o nadie”.
Ya envalentonado hizo señalamientos de mayor envergadura, incluso de repercusión legal; insinuaciones de violencia y amenazas que configuran delitos; penales y electorales. Ante sus incondicionales, mandó el pasado lunes un lacónico mensaje a los Consejeros del INE que habían votado por su exclusión: “Si no se reivindican, se los decimos de una vez: los vamos a hallar a los siete, los vamos a hallar, los vamos a buscar.
Y vamos a ir a ver a Córdova, ¿no le gustaría al pueblo de México saber dónde vive Lorenzo Córdova?”. Y remató, en tono vandálico: “¿Sí les gustaría saber cómo está su casita de lámina negra y cuando llueve se gotea y moja su cuerpo, cabroncito…?”, refiriéndose desde luego al presidente consejero del INE.
En ese entorno crispante, el INE sesionó la noche del pasado martes y para fortuna, ratificó la cancelación de su candidatura por no presentar su informe de gasto de campaña, como lo estipula la ley.
Se reconoció que ese sencillo trámite al que están obligados todos los aspirantes, representa un mecanismo de transparencia y rendición de cuentas, además que es un blindaje para evitar el uso de recursos de procedencia sospechosa. Fue reconfortante seguir en vivo la sesión del INE, porque forma parte ya de la historia política del país.
Hubo, desde luego, un rechazo generalizado a las amenazas proferidas contra el órgano electoral y sobre todo, en contra sus miembros. Y se explicó que el Tribunal Electoral les había otorgado la razón en que los candidatos –refiriéndose también al morenista Raúl Morón, aspirante a gobernador de Michoacán– violaron la ley electoral y solo se les ordenó individualizar las sanciones, por lo que se propuso cancelar el registro a quienes cometieron una “falta gravísima” al no presentar informes de ingresos y gastos de sus precampañas. Quedó claro que el INE no está en contra de nadie, y “quien diga lo contrario sencillamente miente.
El INE está en contra de quien viole la ley, por eso a estas consejeras y consejeros electorales nadie los va amedrentar ni siquiera con amenazas directas e ilegales”. Se dijo también que el INE no caerá en provocaciones ni en la trampa de la profecía autocumplida de sostener que con este Instituto no hay condiciones democráticas”.
Se acusó a Morena de abusar de su poder como partido en el Gobierno para descalificar y amagar con aplicarles juicio político. Y en sentido, el Consejero Ciro Murayama, víctima también de ataques directos, fue claro y contundente: “Se los digo de manera diáfana: al INE como institución no lo lograron cooptar, tampoco lo pudieron doblegar, ahora, así sea tarde, les toca aprenderlo a respetar, si son demócratas”.
Tras el adverso resolutivo, la dirigencia nacional de Morena anunció que impugnará la resolución ante el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, por lo que serán los Magistrados quienes tomen la decisión final. Es de esperarse que la autoridad jurisdiccional ratifique la sentencia y coloque la estocada final.
Y que “Toro” Félix Macedonio sea arrastrado a los corrales ante el abucheo mayoritario. El caso lo ganó el INE porque tenía la verdad jurídica. Pero también ha ganado, ni duda cabe, nuestra muy lastimada democracia. Ahora sí, “ya chole…”