Soliloquio
Felipe Flores Núñez
Los ojos del mundo están fijos en Catar. Este domingo empezará a rodar el balón en la que será la vigésima segunda edición del encuentro deportivo más grande y expectante del planeta: la Copa Mundial de Futbol.
Pero como en toda gran fiesta, siempre hay pelos en la sopa.
Si bien es encomiable que este espectacular suceso llegue a todos los rincones del mundo, aun en aquellos de poca tradición y mérito futbolero, como lo fueron en su momento las designaciones de Japón y Corea del Sur, Sudáfrica, e incluso Rusia, esta vez la sede anfitriona ha concentrado un sinnúmero de críticas.
Desde 2010, que le fue conferido el Mundial, se habló que los qataríes habían virtualmente comprado la sede mediante extorsiones millonarias a los miembros del Comité Ejecutivo de la FIFA.
Esa versión se hizo luego más creíble cuando el FBI estadounidense destapó la cloaca y acreditó múltiples actos de corrupción, por parte de los funcionarios del máximo organismo del futbol mundial, lo que llevó a prisión al menos a unos 24 ejecutivos, bajo acusaciones de fraude, evasión de impuestos, lavado de dinero y la existencia de cuentas bancarias en el extranjero no declaradas.
Aquella historia fue todo un escándalo, al descubrirse la existencia de una auténtica mafia al más alto nivel de la FIFA, cuya sede en Zurich incluso fue allanada en mayo de 2015, que derivó con la obligada renuncia de su presidente Joseph Blatter, a quien se suspendió por ocho años.
Parte de esa historia que revela la corrupción arraigada en la cultura de la FIFA por varios años está documentada en archivos periodísticos y con más detalle en la novela FIFA-Mafia, del periodista inglés Thomas Kistner, y en la cruda serie Los entresijos de la FIFA, que actualmente se transmite por Netflix.
A ese duro cuestionamiento se fueron sumando otros más al paso del tiempo, entre los más graves, el señalamiento de que Catar figura como el país donde se registran los más altos niveles de violación a los derechos humanos y se cometen flagrantes abusos laborales, en especial en contra de los miles de migrantes.
Al ser contratados para construir estadios, hoteles y otras obras de infraestructura, se dice que fueron “miles” los trabajadores migrantes, la mayoría de origen hindú, que perdieron la vida durante sus extenuantes jornadas de trabajo, sin que sus familias recibieran indemnización alguna.
Igual de grave ha sido el señalamiento de la comunidad internacional sobre las restricciones en Catar a la libertad de expresión y de reunión, más una evidente e inadmisible discriminación en perjuicio de mujeres y de personas LGBT+.
Otros factores adversos como el clima y prohibiciones impuestas, y la de impedir la venta de alcohol en los estadios y zonas aledañas, han sido también motivo de un malestar generalizado.
Por si fuera poco, esta semana diarios ingleses reportaron que ante el temor de poca asistencia en los estadios, el gobierno qatarí está contratando a extranjeros para atiborrar las gradas y se pueda mostrar un ambiente festivo durante el Mundial.
Estos obstáculos han configurado una espesa telaraña, que ha demeritado el gigantesco esfuerzo que ha hecho el gobierno de Catar para cumplir su compromiso con la mayor dignidad.
Su potencial económico es indiscutible, son el tercer país en el orbe con más recursos petroleros y de gas natural, de modo que Catar sabe bien que esta es una oportunidad de mostrarse al mundo pese a sus condiciones naturales francamente adversas al ubicarse prácticamente en una zona de amplios y calurosos desiertos.
Ahora mismo ya es tarde para corregir.
El Campeonato Mundial está en Catar –por vez primera vez en un país del Medio Oriente– y desde hoy millones de personas en el planeta estarán pendiente de la contienda, meramente desde la perspectiva deportiva.
Es así que, como suele suceder, todos de pronto nos volvemos expertos y asumimos sin reparo el rol de directores técnicos. Se vale, es parte de la inercia emotiva que gravitará de modo incesante durante casi un mes.
Respecto a los pronósticos, con excepción de Italia, que por segunda vez consecutiva se atoró en la fase eliminatoria, los favoritos para el título entre los 32 seleccionados participantes son casi los de siempre: Brasil, Argentina y Alemania, sin menospreciar desde luego a Francia, actual campeón, y a España, Inglaterra, Bélgica y los Países Bajos.
No habría que esperar muchas sorpresas. Ni siquiera para los optimistas aficionados mexicanos, que una vez más sueñan con ver jugar al equipo tricolor el famoso quinto partido.
No obstante, para muchos otros fans, los aztecas ni siquiera llegarán el cuarto juego, tras sus enfrentamientos en la primera fase ante Polonia, Argentina y Arabia Saudita.
Cierto que el primer cotejo frente a los polacos, con Lewandowski incluido, será crucial. Un empate bastaría para afrontar después a la potencia argentina y cerrar, eso se espera, con una victoria ante los árabes.
El ambiente en torno al seleccionado nacional no es el mejor. El pesimismo creció tras la derrota 1-0 en el último juego de preparación, frente a Suecia, pero eso puede quedar atrás. Algo similar ocurrió hace cuatro años y en la primera fase de la contienda el equipo mexicano superó a la potente Alemania.
Desde su llegada a la dirección técnica en 2019, el argentino Gerardo Martino ha sido duramente cuestionado por su tozudez y su estilo de juego demasiado predecible, aunque para algunos sólo ha sido fiel a sus convicciones.
Lo cierto es que el Tata se ha aferrado a un sistema táctico casi inamovible y de pocas variantes. A juzgar por los resultados en las eliminatorias de Concacaf y en los partidos amistosos previos, su 4-4-2 parece no rendir lo suficiente.
La necedad de Martino se proyectó también en el momento de definir a los jugadores que integrarán el equipo definitivo. A todos nos engañó con la verdad al optar de último momento por la inclusión de un Raúl Jiménez sumamente disminuido, dejar afuera a Santiago Chaquito Giménez, actualmente en su mejor momento como goleador.
Todas las agravantes expuestos no son suficiente parea menguar la expectativa del Mundial. En mi caso, los he seguido con emoción y fervor desde 1970 y éste no será la excepción.
Ya se verá si el Tata tenía la razón. Por ahora el deseo es que la de Catar sea una gran fiesta futbolera y que el seleccionado nacional mexicano ofrezca un papel digno y decoroso.
Para concluir, un estudio matemático de la Universidad de Oxford publicado en la víspera concluye que México pasará a la siguiente ronda, pero será eliminado por Francia; ubica a Argentina y Brasil enfrentados en la semifinal y señala que los amazónicos ganarán su sexta Copa Mundial, al vencer a Bélgica en la final. Puede ser…