El presidente Andrés Manuel López Obrador regresó de su reciente viaje a Centroamérica y el Caribe con un maletín repleto de sorpresas. Y de barbaridades.
Además de su intención de extender sus programas sociales a otros países y de comprometerse a que 25 mil guatemaltecos puedan incorporarse al IMSS, recién desempacado hizo un par de anuncios que merecen ser analizados.
Uno, que su gobierno contratará a 500 médicos cubanos para que ayuden a resarcir el presunto rezago de especialistas en distintas zonas del país.
Y el otro, que serán adquiridas miles (¿millones?) de vacunas de la marca Abdala, fabricadas y utilizadas en Cuba que no cuentan con la certificación de la Organización Mundial de la Salud, de las que no obstante se han estado aplicando en países como Vietnam, Venezuela, Nicaragua, San Vicente y las Granadinas.
Ambos acuerdos implican una inversión millonaria, que será costeada por el erario federal, esto es, los pagaremos todos.
Es evidente la intención presidencial de quedar bien ante nuestros vecinos y de retomar un liderazgo que nuestro país tuvo por mucho tiempo en la región. Lo que no parece bien es que sea cualquier precio, en términos económicos, políticos y sociales.
AMLO se asume, dice bien el refrán, como candil de la calle y oscuridad de su casa.
Llama especialmente la atención la voluntad de financiar acciones a muy alto costo con el gobierno cubano. Su extrema cortesía ha provocado muchas críticas, pero sobre todo, algunas suspicacias.
¿Se necesitan ahora vacunas, cuya fórmula además no está aún reconocida por la Organización Mundial de la Salud?
¿De verdad hacen falta médicos extranjeros para que presten sus servicios en el país?
Ya en 2020, en pleno repunte de la pandemia de COVID-19, vinieron 585 médicos cubanos dizque para apoyar los programas sanitarios del gobierno. Recibieron un trato privilegiado, pero poco se supo de sus aportaciones. La “ayuda” tuvo un costo de 250 millones de pesos.
Aquella vez varias instancias requirieron al gobierno solicitudes de información que nunca fueron respondidas. El IMSS, la secretaría de Salud, el Insabi y Migración, entre otras instituciones, se negaron a responder sobre los términos de la contratación, arguyendo “incompetencia” o simplemente, “inexistencia” de datos.
Este nuevo intento de contratar a médicos cubanos que serían enviados a zonas de alta marginación en el país ya generó, como se esperaba, duras reacciones. Muchas provienen de especialistas mexicanos que han buscado con afán una plaza en las instituciones de gobierno.
Lo contradictorio y absurdo es que durante abril y mayo el Instituto Nacional de Salud para el Bienestar (Insabi) ha comenzado a despedir a médicos y enfermeras, que trabajaron con contratos temporales durante la pandemia.
Igual de relevante es la inconformidad expresada mediante un desplegado por parte de unos 50 mil médicos que integran diversas federaciones, asociaciones y colegios de médicos del país.
En su enérgica protesta, señalan que la medida constituye una falta grave en contra de los profesionales de la salud de México.
“En nuestro país sí hay médicos con capacidad avalada por universidades de la República Mexicana, formados en pleno conocimiento de las necesidades de la idiosincrasia de nuestra población; algunos de dios están desempleados o empleados eventualmente con salarios muy bajos o en zonas de inseguridad extrema”.
Por ello, consideraron que de manera injusta se les ha relegado, privilegiando a médicos extranjeros, desconociendo la capacidad académica de nuestras universidades.
También destacaron que de manera incansable, miles de médicos mexicanos “trabajaron atendiendo pacientes afectados por COVID-19, arriesgando sus vidas y las de sus familias, por lo que reiteraron como un agravio para el gremio médico la inequidad con los médicos del país”.
“Por esto resulta un agravio para el gremio médico mexicano, ya que estos médicos extranjeros no reúnen las competencias requeridas, no tienen funciones debidamente especificadas, no cuentan con los requisitos establecidos por las leyes vigentes, así como carecen del aval de los colegios de los profesionistas. Su intervención no representa un beneficio para la atención de nuestra población y sí es una grave falta de equidad para los médicos de nuestro país”.
Otros actores sociales y políticos también se han pronunciado al calificar la decisión presidencial como una farsa. Se ha insistido que en realidad lo que el presidente quiere es dar dinero al gobierno de Cuba, quiere financiar una dictadura como la de aquel régimen, mientras que hay en el país muchos especialistas desempleados.
Ante todos esos señalamientos, cuesta trabajo entender las razones de traer al país a médicos cubanos. Muchos analistas advierten que en la medida hay “gato encerrado”. Algunos, incluso, hablan de un trasfondo de índole político de alto contenido ideológico.
Y se sospecha que en realidad, quienes vendrán al país son brigadas médicas cubanas que son utilizadas como un instrumento para extender, difundir e ideas y conceptos ideológicos “revolucionarios”.
Se trataría de agentes políticos, operadores de base y agitadores profesionales cuya función consiste en formar comités de base en diferentes regiones que, en este caso, se ubican en zonas marginadas de Guerrero, Oaxaca y Chiapas.
La versión señala que son “médicos, enfermeras, paramédicos y algunos especialistas bien adiestrados para fungir como agentes políticos, cuya misión es detectar perfiles, formar comités, capacitar y entrenar a futuros líderes comunitarios, partidistas, revolucionarios”.
Acciones similares, se dice, han sido ejecutadas exitosamente en Nicaragua, Venezuela, Brasil y Bolivia, países con los que oficialmente el gobierno cubano suscribió acuerdos similares.
La sola insinuación de un plan de esa envergadura en nuestro país provoca escozor.
Por eso, y en apego al derecho a la información y la transparencia, la exigencia ahora es que el gobierno explique con claridad los argumentos de su determinación. Que se sepa abiertamente el porqué de la medida, la identidad de nuestros posibles huéspedes, la función que desempeñarían, así como plazos, costos y posibles beneficios, entre otros datos.
Mientras eso ocurre, no queda más que pensar con toda malicia, como lo diría Maquiavelo, ante la posibilidad de acertar en la verdad.