Se ha dicho que, además de asumir razonadamente las medidas sanitarias conocidas ya por todos, la vacuna es la única forma de afrontar exitosamente a la pandemia de la COVID-19.
Eso se sabe en México y en el mundo entero.
Bajo esa premisa, los gobiernos deberían priorizar en su estrategia la mejor cobertura posible.
Vacunar al mayor número de personas a nivel nacional en el menor tiempo posible. Eso es lo que la lógica indica.
Lástima que en este país bizarro, la lógica no aplica.
No al menos para el gobierno federal, en lo que a Puebla se refiere.
Se sabe que la única instancia autorizada para adquirir vacunas es el gobierno, pese a que organizaciones privadas han expresado su interés de hacerlo para agilizar el proceso de insaculación.
Y es el propio gobierno también el que decide cómo distribuye las dosis a las entidades federativas. Todo centralizado, que no estaría mal si el abasto fuera rápido y eficiente. Pero sobre todo, equitativo.
Lo deseable es que las vacunas lleguen con oportunidad a las zonas del país con mayor población y con mayor requerimiento, por los niveles de contagios, hospitalizados y decesos.
Pero no ha sido así, no para Puebla.
Es claro que por parte del gobierno federal hay un reparto convenenciero y desigual. Y lo peor, hay también la sospecha de que lo haga bajo trasfondos políticos.
De otra manera no se explicaría, por ejemplo, que los niveles de vacunación en el país llegaran al millón por día justo en los días previos al reciente proceso electoral.
Tampoco puede explicarse que hoy en día, Ciudad de México sea la que registre el mayor número de personas vacunadas, con 97 de su población mayor de18 años.
Ya incluso la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, presume que en los próximos días llegarán a la totalidad de habitantes con al menos una dosis.
Eso ocurre justo en la capital del país, donde Morena tuvo los peores resultados electorales y donde está el mayor interés políticos de la 4T.
Mientras, en Puebla no se tiene inmunizada ni la mitad de los mayores de 18 años
Peor aún: nos hemos quedado un par de ocasiones sin vacunas. Ni una sola, a pesar del rezago.
No hay a la vista razones que pudieran justificar la falta de vacunas en Puebla. Si las hubiera, alguien debiera explicarlo.
El gobernador Miguel Barbosa, quien sin duda tiene una gran relación con todas las instancias del gobierno federal, incluyendo al presidente Andrés Manuel López Obrador, ha hecho reiterados llamados.
En uno reciente, más que un exhorto, lanzó una súplica.
Y ha dicho que dispone de un sistema de salud robusto, con capacidad de aplicar –si las tuviera– hasta 100 mil vacunas diarias. Y hasta con ironía, le ha pedido al gobierno capitalino que nos mande las que allá le sobren.
El gobierno federal parece no escuchar y se jacta de haber adquirido 100 millones de vacunas. ¿Dónde están los casi 15 millones disponibles?
¿Y dónde está Rosa Icela Rodríguez Velázquez, la titular de la Seguridad Pública del gobierno federal, a quien se encargó atender la demanda en Puebla?
¿Sabe que en el abasto de vacunas Puebla se ubica en el último lugar nacional?
Con una población de 6.5 millones, no llegamos ni a los dos millones con el esquema completo y apenas 41 por ciento tiene al menos una dosis.
Mientras, las cifras de contagios están en su punto más alto, con un promedio de 500 al día, más de mil hospitalizados y una positividad superior a 60 por ciento.
Ah, pero eso sí: el gobierno federal nos ubicó este fin de semana en semáforo naranja.
¡Que alguien me explique!