Soliloquio
Felipe Flores Núñez
Amaneció ayer sábado con la detonación de una bomba política y legal en Nuevo León, cuyo efecto final es todavía impredecible, aunque por lo pronto supone que habrá de provocar ajustes inesperados en el ya candente escenario electoral del país.
Durante las horas recientes, la entidad norteña –ícono nacional del emprendimiento, la modernidad y el desarrollo– entró de lleno a una crisis constitucional y de gobernabilidad por el protagonismo y la desmedida ambición de su gobernador Samuel García, a quien parece le viene al dedo la consigna de que “no me vengan con que la ley es la ley”.
El caos comenzó desde que el joven mandatario decidió solicitar licencia a su cargo por seis meses –pese a sus promesas de que no lo haría–, a fin de postularse como candidato presidencial por Movimiento Ciudadano, y al mismo tiempo designó para sustituirlo como encargado de despacho, de modo por demás ilegal y autoritario, a Javier Navarro, su secretario de gobierno.
En otras palabras, Samuel García despreció a la Constitución local que mandata con toda claridad que es el Congreso estatal la instancia legal que debe decidir la sucesión, tal y como ocurrió hace casi un año precisamente en Puebla – en otras circunstancias– ante la ausencia por deceso de Miguel Barbosa Huerta.
En apego a esa normatividad, avalada en su momento incluso por la Suprema Corte de Justicia de la Nación, la mayoría de diputados del PRI y el PAN designaron al fiscal Luis Enrique Orozco como mandatario interino, ante la obvia y consecuente inconformidad del ya ungido candidato naranja.
En este trance, fue más que vergonzosa y violenta la incursión al Congreso del Estado de un grupo de auténticos porros que trataron de impedir la sesión en la que se aprobó la designación del interinato. Aunque el propio Samuel García culpara al PRI y al PAN de haber dispuesto ese asalto, hay evidencias gráficas de que el zafarrancho fue encabezado por militantes del partido Movimiento Ciudadano.
Consumado el relevo, de este enredo legal se derivaron varios recursos y diversas resoluciones, entre ellas de un juez en materia de trabajo de la Ciudad de México (¡¿?!) que apoyó la iniciativa de Samuel García, pero en particular, la proveniente del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, coincidente con la expresada en las últimas horas del viernes por la Suprema Corte de Justicia de la Nación, en el sentido de que corresponde al Congreso estatal nombrar al sucesor.
Fue tal el caos que de hecho durante las primeras horas de ayer había en Nuevo León dos gobernadores: Luis Enrique Orozco, que acudió a las oficinas de gobierno invadidas por la fuerza policial y hasta ofreció una conferencia de prensa para formalizar su nuevo cargo, y Samuel García, quien, en plena madrugada y de manera simultánea e inesperada, anunció que desistía a la licencia solicitada y reasumiría la gubernatura para la que fue electo en 2021.
Fue a las 2:45 de la madrugada de este sábado, una vez que Luis Enrique Orozco cumplía con la resolución del Congreso y ante periodistas daba sus primeras declaraciones como gobernador sustituto, cuando Samuel García difundió en su cuenta de X su inesperado retorno: “Nuevo León, ya comuniqué al gabinete que reasumí legal y formalmente funciones. Los he convocado el día de mañana a primera hora para seguir construyendo el nuevo Nuevo León”.
Dicha determinación fue publicada en una edición especial de última hora por el Periódico Oficial del Estado, copia que Luis Enrique Orozco no quiso recibir, al afirmar que él era el nuevo gobernador estatal.
El documento señala: “El presente acuerdo es una cuestión de interés social y de orden público, y tiene por objeto dar publicidad a la reasunción de funciones como gobernador de NL, en virtud de la suspensión otorgada por el Tribunal Superior de Justicia del estado al Congreso local, sin perjuicio de realizar las acciones pertinentes por la violación a mi derecho a participar en la elección presidencial de 2024”.
Previo a la rúbrica, refiere: “El día de hoy, el suscrito y por las razones mencionadas reasume sus funciones como Gobernador constitucional del Estado de Nuevo León”.
Aun así, el asunto no está saldado del todo, ya que el Congreso de Nuevo León ratificó este sábado que la licencia que concedió a Samuel García para separarse de su cargo como gobernador está todavía vigente, al sobreseerse la suspensión concedida y en todo caso, habría que realizar una nueva gestión.
De cualquier forma, de confirmarse su retorno, Samuel García en automático y de manera implícita ha desistido a la candidatura presidencial, toda vez que no puede postularse si no deja el cargo de gobernador por lo menos seis meses antes de la realización de la jornada electoral federal, prevista para junio de 2024.
Ante tantos inesperados giros, habrá que esperar todavía qué ocurre durante las horas siguientes, pero sin duda lo visto durante la víspera fue todo un espectáculo tan inédito como detestable, por ser una muy mala señal para lo que pueda venir en los meses subsecuentes en el marco del proceso electoral.
Es evidente que Samuel García quedó acorralado ante los irrefutables argumentos legales, y al percatarse de que ponía en riesgo su posición de gobernador, decidió de último momento hacer a un lado su aspiración por la silla presidencial y regresar a gobernar su entidad.
Esta novelesca historia no parece terminar aquí y aunque seguramente ha brá nuevos sucesos, la pregunta obligada en este momento es: ¿quién ganó y quien perdió en esta ridícula y fragorosa batalla?
Por lo pronto, el propio Samuel García es uno de los perdedores, toda vez que su joven y ensalzada imagen se ha visto deteriorada por el desprecio que mostró hacia las instituciones y a la legalidad.
También por haber incumplido su ofrecimiento de que no abandonaría el cargo, como lo hizo en su momento su antecesor Jaime Rodríguez El Bronco y por haberse prestado al juego sucio maquinado por Dante Delgado, dirigente nacional de Movimiento Ciudadano, quien usó su figura con la ambición de acopiar más votos y posiciones en la elección del 2024. Como bien se lo dijo Luis Donaldo Colosio, alcalde de Monterrey, “Samuel García, mi compadre, se equivocó; le ganó la ambición”.
Dante Delgado, también perdedor, se queda ahora sin candidato presidencial y ahora solo falta que en última instancia decida él mismo postularse o incluso -ya no se sabe- recurra al ahora muy disminuido Marcelo Ebrard.
Pierden también el presidente Andrés Manuel López Obrador y Morena, que habían visto en la figura de Samuel García una enorme posibilidad de ajustar a su favor las cifras en los comicios del año entrante, toda vez que se calculaba que la presencia de Samuel García le restaría muchos votos a la alianza opositora y, en particular, a la candidata presidencial Xóchitl Gálvez, quien en este caso sería una de las ganadoras del enredo jurídico y político de las recientes horas.
Se sabía que la figura de Samuel García como un tercer contendiente dividiría el voto del amplio segmento de electores que no coinciden con Morena, así como de la población de clases medias y de un buen número de jóvenes decantados con el perfil del mandatario neoleonés.
En este escenario, se favorece en consecuencia la alianza PAN-PRI-PRD, que había calificado a Samuel García como un auténtico esquirol por jugar a favor de la 4T.
Pero en este triste episodio de la política nacional, ganan la democracia, la legalidad y el hecho de que se hayan impuesto las instituciones. Se abona, sobre todo, que se haya revalorado el peso de la constitucionalidad.
Aunque no guste ni acomode, al final de cuentas la ley seguirá siendo la ley. Esa es la lección que deberíamos aprender.