Soliloquio
Felipe Flores Núñez
Tras la inesperada y exitosa incursión de la aliancista opositora Xóchitl Gálvez y luego del ultra predecible destape de Claudia Sheinbaum como virtual candidata de Morena, el panorama rumbo al 2024 se esclarece cada vez más, aunque quedan todavía en el vacío algunos pendientes y muchas interrogantes por despejar.
Lo relevante en la eventual resolución de esas dudas es que podrían modificar todavía el escenario político-electoral, aunque no se afecte la certeza de que, por primera vez en la historia, una mujer conducirá los destinos del país, lo cual es para celebrarse desde ahora en su entera dimensión.
Ya vendrán análisis más sesudos sobre los disímbolos proyectos de gobierno que promoverán cada una de las contendientes y de la guerra sin cuartel que se nos avecina, pero por ahora la atención está centrada en torno a esos hilos sueltos aún por dilucidarse.
En este entramado de incertidumbres figuran como personajes protagónicos dos viejos lobos de mar de la política nacional: Marcelo Ebrard Casaubón y Dante Delgado Rannauro.
Del primero tendremos noticias mañana, plazo que el propio excanciller fijó para dar a conocer su postura tras haberse inconformado públicamente por supuestas irregularidades cometidas durante el proceso selectivo morenista, incidencias que, según aseguró, “no son menores”.
Aunque luce entrampado porque suscribió desde un principio las reglas del juego –diseñadas en buena medida a favor de Sheinbaum– Ebrard siempre estuvo inconforme por la falta de equidad en la contienda interna.
Desde mayo pasado, en este espacio ya habíamos advertido que, para bien o para mal, Ebrard sería un factor relevante en la disputa entre las “corcholatas” morenistas y que por ser un aspirante muy apetecible sería un jugador decisivo en la sucesión presidencial.
Justo en esa tesitura está ahora Ebrard tras su aparente desprendimiento del movimiento de la 4T, al conocerse el ungimiento de Sheinbaum como candidata al encabezar con claridad todas las encuestas.
Desde el miércoles pasado Ebrard dio algunos indicios sobre su futuro político, pero sus expresiones han sido insuficientes, confusas y hasta contradictorias.
Por un lado, sostuvo que ya no tiene espacio al interior de Morena, pero también insinuó que no abandonaría a su partido.
En ese mismo tono metafórico también ha asegurado que, a pesar de los múltiples incidentes en la contienda interna, cuyo resultado es ya irreversible, y del aparente quiebre con sus correligionarios, aparecerá en las boletas electorales el año entrante.
En medio de todas esas imprecisiones, durante el fin de semana Ebrard ha dado pauta a múltiples conjeturas y, también en este intervalo, un tanto victimizado, se ha dejado querer cual el bíblico pasaje del Hijo Pródigo.
En el impase, la vencedora Claudia Sheinbaum le ha dicho que mantiene su mano extendida, mientras que el presidente Andrés Manuel López Obrador le ha reiterado que las puertas del partido permanecen abiertas para él.
“Es muy buena persona, un hombre de mucha experiencia; sigue siendo mi hermano y tiene la libertad de tomar su decisión”, le dijo en su mañanera del viernes.
El caso es que Ebrard celebrará este lunes una asamblea nacional con toda su estructura y, según dijo, definirá la ruta estratégica y política a seguir rumbo al proceso electoral.
A decir de sus propios seguidores, el equipo de Ebrard está conformado por casi 500 mil voluntarios o promotores, seccionados en 38 agrupaciones y diferentes expresiones, además de unos 200 legisladores federales y locales y un amplio grupo de exfuncionarios de la Secretaría de Relaciones Exteriores.
Tiene a favor también, ni dudarlo, un amplio segmento social de seguidores, identificado especialmente entre la capa de la clase media que estará pendiente a lo que resuelva mañana.
En el caso de Puebla, Ebrard es apoyado y promovido por el legislador federal del Verde Ecologista Juan Carlos Natale y se sabe que hay varios grupos de empresarios y de jóvenes que simpatizan con su eventual participación electoral.
¿Qué alternativas tiene Ebrard? No son muchas, descartándose la posibilidad de una candidatura independiente, toda vez que el pasado viernes se venció el plazo de inscripción en el que hubo, por cierto, 21 registros, de los cuales sólo se han aprobado seis, entre ellos el del exgobernador de Oaxaca Ulises Ruiz; el de Eric Flores, exdirigente del Partido Encuentro Social, y el del actor y activista Eduardo Verástegui.
Adherirse a la alianza opositora sería otra opción para Ebrard. Oportunista como suele serlo, el dirigente del PRI Alejandro Moreno ya le envió un anzuelo.
“Las puertas de la coalición están abiertas para todos los desencantados con Morena que quieran sumarse”, le mandó a decir en un intento tan absurdo como vano, pues la mira de Ebrard es más alta y eso significaría romper frontalmente con la 4T.
Otra posibilidad es que, como “premio de consolación,” Ebrard acepte un alto cargo en el próximo gabinete; tal vez en la Secretaría de Gobernación, pero en el plano especulativo, la opción más visible –quizá la más viable– es que pudiera competir bajo las siglas de otro partido y, en este caso, no hay otro que Movimiento Ciudadano.
Es aquí donde aparece la figura protagónica de Dante Delgado, el dirigente de MC, ahora debilitado por el rompimiento de su estructura en Jalisco, por mucho su principal activo, y quien ha reiterado que irán solos en los comicios del año entrante.
A falta de un candidato visible por MC –el alcalde de Monterrey, Luis Donaldo Colosio, ya dijo que no y el gobernador de Nuevo León, Samuel García, lo está dudando– ya en el terreno de las conjeturas, Ebrard podría incluso recibir la promesa, una vez más, de que sería el candidato presidencial en el 2030, con lo que finalmente podría consumar su muy longeva aspiración.
Tanto Dante como el propio Ebrard saben que no ganarían la elección presidencial, pero la sola presencia del excanciller en las boletas le daría a MC el caudal de votos suficiente como para adjudicarse muchas otras posiciones entre los más de 2 mil cargos de elección popular que se ofertarán en el 2024 en todo el país, entre ellos, de manera significativa, una buena cifra de curules en las diputaciones federales y las senadurías.
De ser así, no serían sólo dos quienes contendieran por la presidencia, sino tres, en claro perjuicio de la aspirante opositora Xóchitl Gálvez, toda vez que Ebrard acapararía buena parte de los votantes que no simpatizan con Morena ni con la 4T, pero esa posibilidad por ahora gravita sólo en los linderos de las fantasía.
No habrá que esperar mucho para saber lo que pudiera ocurrir en los días subsecuentes y de los posibles ajustes en el escenario político nacional.
En medio de una enorme y natural expectativa, mañana se espera el posicionamiento de Marcelo Ebrard y, en consecuencia, la mayoría de las dudas entonces quedarían despejadas.