Por: Antonio Zamora
Son más de 40 años los que el Gato Gris tiene como luchador y si bien la agilidad y las fuerzas se han ido mermando, porque el tiempo no perdona, sus ganas de estar en un ring se mantienen vivas como desde el primer día, por lo que este tiempo de inactividad por la pandemia, lo tiene con una enorme nostalgia.
La suspensión de las funciones de lucha libre en Puebla y el resto del país, lo puso contra la lona no sólo por el impedimento para hacer lo que más le apasiona, sino también porque afectó su trabajo como costurero de máscaras y equipos para los luchadores, algo a lo que se sobrepuso con la venta de cubrebocas artesanales personalizados, negocio que vivió su bonanza en las primeras semanas del confinamiento y ahora ya está en la tercera caída.
NO LE GUSTABA LA LUCHA LIBRE
Sin ningún vínculo con este deporte en su familia, conoció el pancracio casi de casualidad, pues cuando se acercaba a los doce años de edad, su cuñado lo incentivó a inscribirse a un gimnasio molestándolo por su aspecto físico, aunque la intención solo era que se activara para mejorar su peso, y fue así como comenzó con los costalazos.
La lucha no era algo que le gustara, pero con tal de comenzar a ejercitarse atendió el pedido y logró convencer a su papá para que le permitiera darse de alta en el gimnasio ubicado en San Baltazar Campeche, zona en la que actualmente sigue viviendo.
“En un principio a mí no me gustaba esto de la lucha, fue por mi cuñado que decía que estaba gordito, que fuera al gimnasio a hacer ejercicio, a practicar algún deporte, no específicamente lucha libre, él me decía que fuéramos por aquí en San Baltazar hace 40 y tantos años, él fue el de la idea y fuimos a pedir permiso con mi papá, porque la gente de antes no era de decir ya vete, antes tenías que convencerla para poder hacer algo. Convencimos a mi papá y comenzamos a entrenar a los 12 años”, recordó.
Ahí fue donde conoció al que se convirtió en su gran maestro, el legendario Ángel de Puebla, quien entre las décadas de los sesenta y setenta del siglo pasado, fue una figura en diferentes arenas no solo de la Angelópolis, sino en el varias partes del país e incluso fuera de México.
“El único profesor que tuve fue el Ángel de Puebla, que en paz descanse, los entrenamientos eran como los de antes, porque hoy es muy diferente, antes era muy riguroso, muy estricto y dilaté año y medio para hacer el debut como luchador, fue a los 13 años y medio, y pues me agarró de sorpresa el profesor, me dijo que ya iba a empezar, que sacara las cosas para luchar, pero como no tenía, él me las presto”.
POR SU AGILIDAD SE LLAMÓ GATO GRIS
Tras un intenso año y medio de trabajo y formación como gladiador, su maestro fue el que le prestó el primer equipo de luchador que iba a usar, y por lo repentina de la noticia, no pudo preparar el nombre de su personaje, por lo que, aludiendo al color de su traje, su debut lo hizo bajo el sobre nombre de Orange Man con tan solo 13 años de edad.
“Como el profesor se dedicaba a vender equipos me regaló uno que ya no habían ido por él, me dijo: ‘ya me lo dejaron, así que póntelo tú’, era un equipo negro y naranja y como no tenía nombre ni personaje todavía, empecé como Orange Man, y así estuve como seis meses. El debut fue en Amalucan, y ya de ahí empecé a trabajar como amateur en colonias para poder desarrollarme, iba a dónde el profesor me llevaba, siempre anduve con él”, dijo.
Sin embargo, luego de haber superado los nervios de las primeras luchas y cada vez con más facultades en el encordado, a los 14 años decidió adoptar el personaje que mantiene hasta el momento, el Gato Gris.
“A los 14 años y medio empecé a luchar como Gato Gris, me puse así porque de chamaco se me facilitaba de un brinco subirme a las bardas, entonces surgió porque me dijeron: ‘tú brincas y pareces gato’; y lo de gris fue porque es uno de los colores que me gustan mucho”, apuntó.
Ya con un equipo propio y estrenando personaje, su crecimiento se hizo cada vez más evidente, por lo que cuando cumplió 17 años, el Ángel de Puebla le recomendó separarse y que él comenzara su propio camino para poder seguir desarrollando su carrera.
“Estuve con mi maestro hasta los 17 años cuando él me dijo que había que buscarle cada quien por su lado, pero aun así él me jalaba siempre, fui uno de los mejores alumnos. Cuando empecé por mi cuenta me costó porque ya estaba acostumbrado al trabajo que el profesor me
daba, pero al mismo tiempo me fui abriendo carrera en esto, me fueron conociendo los promotores con los que fui trabajando, me empezaban a llamar y así me fui abriendo carrera”, señaló.
Hasta la fecha, han sido cientos de funciones, muchas victorias, pero también derrotas, las cuales lo llevaron a perder su máscara y en algún momento su cabellera, aunque lo que sigue manteniendo y nadie le va a quitar es su humildad que lo obliga a no caer en la presunción de presumir los rivales a los que se ha enfrentando o los triunfos que ha obtenido, eso se lo guarda en su mente y su corazón.
“Yo creo que todo luchador recuerda su etapa arriba del ring como algo especial, yo siento que todas las luchas son buenas, todas las luchas que uno hace son muy buenas y las recuerda, claro, se recuerda cuando pierdes cabellera, la máscara, esas cosas se te quedan grabadas, pero a mí no me gusta la presunción, mi historial luchístico lo llevo en mi cabeza y en mi corazón”, indicó.
ONCE AÑOS ENMASCARANDO
Cuando se comenzó a dar cuenta que el cuerpo no le respondía como antes, pero su amor por el pancracio seguía latente, decidió ceder en su actividad como luchador y comenzar a fabricar máscaras.
“Voy a cumplir 11 años como costurero en equipos de lucha libre, me decidí por los mismos compañeros, como yo sabía coser lencería porque trabajé en una fábrica, un compañero me dijo que por qué no le hacía una máscara, entonces desarmamos una y tratamos de ver moldes, y si bien al principio no salían como uno quería, puse mi taller en unos cuartos que me dejó mi papá y ya llevo varios años cosiendo, le trabajo a muchos luchadores de Puebla, uno que otro foráneo de Tlaxcala, del Estado de México, Veracruz e incluso Acapulco”, recordó.
CAMBIÓ MÁSCARAS POR CUBREBOCAS
Su estilo a ras de lona como luchador clásico lo hace un experto de las contrallaves, y así fue cómo se pudo zafar del candado que la contingencia le estaba aplicando, ya que con las suspensiones de las funciones y sin clientes a quiénes venderles máscaras, ideo una nueva cara para su negocio.
Lo que comenzó como un cubrebocas de regalo para sus nietos se convirtió en un boom, pues la necesidad de protegerse para evitar un contagio, combinado con los diseños vistosos y adaptaciones para que parecieran las máscaras de los luchadores más famosos, provocó que sus obras artesanales fueran codiciadas no solo en Puebla, sino en varias partes de la República.
“Con todo esto de la contingencia, pensamos en qué íbamos a hacer con el negocio, y platicando con mi hermana salió este proyecto, se nos ocurrió, hicimos un cubrebocas de tela normal y se los di a mis nietos, agarré una de las telas metálicas que tengo, empecé a dibujar el diseño del Psycho Clown, que es luchador que les gusta y como su papá también es luchador los subió al Face, empezaron hacer los pedidos y se vino el boom, se vino la ola de chamba”, señaló.
Los pedidos se incrementaron, clientes de Nuevo León, de Chiapas, de Guerrero, de Jalisco y otros estados pusieron en un mano a mano complicado al Gato Gris y su familia, aunque supieron salir avantes.
“Entre sacar la figura del modelo que nos piden, coser, ensamblar y empaquetar nos tardamos como unas dos horas y media, eso es un cubrebocas chico, ya cuando es de media mascara, que cubre de la nariz hacia abajo como si fuera mascara, nos tardamos un día”.
“Mucha gente nos contactó para que les vendiéramos, tenemos clientes de Chiapas, Acapulco, más por el norte como Nuevo León, Guadalajara, San Luis Potosí, todos nos contactaban por Facebook, estamos ahí como Gato Gris Zaz”, precisó.
SE ACABÓ LA BONANZA Y EMPEZÓ LA NOSTALGIA
Empero, como todo ciclo de vida de un negocio, al tocar su punto más alto, vino la caída; la bonanza se terminó y las ventas ya no son las de un inicio, cuando incluso había clientes que les hacían pedidos de hasta 750 cubrebocas de lucha libre.
“Ahorita seguimos vendiendo, pero no como al principio, cuando no nos dábamos abasto, teníamos el taller saturadísimo, veníamos entregando cubrebocas con casi un mes de postergación, porque había clientes que nos pedían hasta 750, entonces había mucha chamba, pero ahorita ya los pedidos los entregamos, si son muchos, máximo en una semana, pero yo ya perdí la cuenta, ¿cuántos hemos hecho? Quién sabe”, declaró.
Y es en este momento cuando la nostalgia lo invade por volver a los enlonados, en los que seguía apareciéndose hasta antes de la pandemia de coronavirus, y aunque todavía no hay fecha para que regresen las funciones, ya prepara su regreso junto a otros luchadores.
“Entre comillas seguimos activos, no a 100 por ciento porque ya nos pesa un poquito la polilla, pero ahí vamos echándole ganas cuando nos invitan, ya cumplí 40 años como luchador y mi última lucha fue en febrero en una función en un salón social por Xilotzingo”.
“Por eso ya estamos preparándonos, estamos en pláticas con algunos compañeros para regresar a trabajar, aunque habrá que cuidarnos, regresar con mucho cuidado, porque esto de la pandemia no se va a quitar hoy o mañana, con la distancia que se puede tener, yo me siento con ganas de volver a salir a trabajar un rato, mientras Dios nos preste vida lo haré con mucho gusto”, comentó.
Así es la vida de Gato Gris, alguien que se ha entregado por completo a la Lucha Libre, que tiene un amor por este deporte que le provoca un deseo de pasar sus últimos momentos sobre un cuadrilátero, una pasión que nunca se redujo a pesar del paso de los años.
“Lo que provocó que me enamorara fue haber desayunado, comido y cenado lucha libre desde el principio y hasta hoy en fecha, es un amor tan bueno que me ha hecho convertirme en costurero de máscaras, este es mi sueño, mi pasión, esto no me aburre, esto me gusta, que nos dan una máscara pues la revisamos y la volvemos a coser; la lucha libre para mí es todo, es mi vida y si muriera en un ring sería muy feliz”, aseguró.