El arte plástico es como la música: movimiento, un fluir de conciencia que se descubre en cuanto se vea, considera Monik Foyo.
Nacida en 1981 en la capital poblana, comenzó a pintar desde muy pequeña, siempre autodidacta, pero fue hasta el 1 de enero de 2014 cuando su carrera profesional comenzó. Bajo la breve tutela de Carlos Luna, la obra de la artista comienza a tomar forma sobre el color, la abstracción y la tentativa de representar emociones y sensaciones.
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En Monik encontramos un color que alude al sonido, un sabor o a una caricia, es decir, a la capacidad sinestésica del arte. Para la poblana, el arte se crea, se vive y se sueña… se experimenta.
“El movimiento no se queda en el objeto artístico, sale y se encarna en amistades que surgen de maestros y alumnos. Yo lo que quiero es motivar a la gente no ha pintado, pero le gusta. Que vean que se puede. Es cuestión de empezar y tener disciplina”, así es como piensa Monik Foyo.