Por: Dulce Liz Moreno
El trabajo humano alrededor del ónix de Tecali –y la belleza de la piedra misma– impulsó a la mejor fotógrafa de América Latina, Graciela Iturbide, a dar un viraje en la obra que ha desarrollado durante medio siglo en blanco y negro: capturó en color.
Hoy se inaugura en Francia la exposición en que la serie producida en Puebla aparece como la más reciente obra de la autora, dentro de una detallada selección hecha de toda su carrera.
La Fundación Cartier para el Arte Contemporáneo, en París, es el recinto donde se exhibe hasta el 29 de mayo Heliotropo 37, nombrada así porque esa es la dirección del estudio de Iturbide en Coyoacán, Ciudad de México.
Se trata de una apertura de archivos de su espacio personal para inventariar los proyectos realizados desde que en 1970 mutó su aspiración de dirigir cine por conocer el mundo a través de una cámara, inspirada en el entonces profesor de la UNAM Manuel Álvarez Bravo, de quien se hizo ayudante y compañera de viaje año y medio.
La misma fundación financió el trabajo de Iturbide en Tecali de Herrera –municipio cuyo nombre prehispánico es “Casa de piedra”– que se realizó el año pasado y, en la excepción que Iturbide hace, presenta las tonalidades rosas, amarillas y ambarinas de la piedra semipreciosa, desde su extracción y corte.
La fotógrafa ya había producido imágenes de Tecali en 2011. Diez años después, regresó a la casa de piedra y captó su cromática.
LAS MÁS PRECIADAS
Heliotropo 37 incluye, por supuesto, a “Nuestra señora de las iguanas”, la imagen que en 1979 captó Graciela Iturbide en Juchitán, Oaxaca, tierra de mujeres aguerridas y fuertes.
La propia autora ha narrado que Zobeida Díaz llegó al mercado cargando su mercancía en la cabeza: iguanas vivas.
Las iguanas, en Juchitán, se cocinan con tomate y chile verde o en tamales de hoja de plátano, sobre todo en Semana Mayor, así que Zobeida caminaba por el mercado sabiendo que vendería pronto; la fotógrafa le pidió permiso para hacerle un retrato.
Sólo había 12 tiros disponibles en su rollo y las iguanas se movían o se caían; pero en un momento, como si se hubieran propuesto posar, los reptiles formaron una especie de corona. Clic.
Esa imagen es quizá la más famosa de las que la autora –nacida en Ciudad de México en 1942– realizó durante 10 años y diversos regresos al Istmo de Oaxaca, después que su primer viaje, lo hiciera invitada por el artista plástico Francisco Toledo para que conociera su tierra. Ella ha reconocido que a Toledo le debe el que fue su proyecto más famoso, del que una parte está compilada en el libro Juchitán de las mujeres.
“Mujer ángel” es la fotografía que más aprecia Graciela Iturbide en su recorrido de cinco décadas mirando a través de la lente, según ha dicho en entrevistas.
Fue tomada también en 1979, durante la realización de un proyecto para el entonces Instituto Nacional Indigenista que documentó la vida de etnias en el país e Iturbide eligió hacer el trabajo con los seris, comunidad nómada de pescadores al norte de Sonora, cerca ya de Arizona.
La mujer de cabello largo hasta los muslos camina por el desierto con una grabadora en la mano derecha. La fotógrafa la sigue en su caminata y en un instante queda la inmensidad del desierto al descubierto y una montaña a lo lejos.
“La textura de la imagen es crucial: la vegetación da a este tipo peculiar de desierto un rasgo distintivo: no es una serie de dunas, sino una planicie inmensa donde rebosa la vida vegetal. Es un desierto porque la mujer se encuentra en solitario, sin embargo, existe vegetación abundante”, apunta Óscar Colorado Nates, académico dedicado a la fotografía.
Iturbide ha dicho que esta foto es su preferida porque se le presentó, no la planeó, sino que quedó captada en la serie de disparos intuitivos y se le mostró como notable cuando Pablo Ortiz Monasterio revisó los negativos de la experiencia completa en Sonora.
De Graciela Iturbide también es la serie de fotos en que Francisco Toledo aparece encaramado en una pequeña ventana. La imagen acompañó el féretro del artista –fallecido el 5 de septiembre de 2019– en su funeral.
La muestra de París incluye imágenes hechas en diversos países de América, Estados Unidos, India, Madagascar y Japón.