Por: Mario Galeana
El 7 de octubre de 1983, las artistas mexicanas Mónica Mayer y Maris Bustamante repartieron pequeños sobres a las mujeres que participaban en una marcha en contra de la violencia que se realizaba en el Hemiciclo a Juárez.
En los sobres venía adjunta una receta que incluía una serie de ingredientes:
“Dos docenas de ojos y corazones de mujer que se acepte como tal”, “7 gotas de hombres que apoyen la lucha contra la violación”, “3 docenas de mensajes de comunicadores responsables que dejen de producir imágenes que promueven la violación” y otra decena de cosas necesarias para elaborar la fórmula capaz de hacer mal de ojo a los violadores.
Llamaron a esa receta Polvo de Gallina Negra, que dio nombre al colectivo artístico que Bustamante y Mayer habían fundado el 21 de junio de ese mismo año. Polvo de Gallina Negra se convirtió en el primer grupo artístico en definirse como feminista en todo México y América Latina.
A lo largo de una década, Polvo de Gallina Negra se dedicó a impugnar la imagen tradicional de las mujeres que representaban los medios, a denunciar la violencia que se ejercía en su contra y a cuestionar los roles y los estereotipos en el país, a través del artivismo (la conjunción del arte y el activismo).
La obra de Bustamante y Mayer era, sobre todo, performática, con dosis de sorpresa.
Aparecían en las incipientes marchas por la despenalización del aborto, tomaban casi por asalto algunos programas de estudios de grabación en los que caracterizaban a los presentadores como mujeres en el culmen de su embarazo y recorrían instituciones educativas para exhibir que las labores domésticas son, en realidad, trabajo extenuante no remunerado.
“Trazaron posicionamientos críticos sobre la domesticidad y la maternidad”, resume María Laura Rosa, doctora en Arte Contemporáneo.
“Y, lamentablemente, viviendo en una sociedad patriarcal que con sus rigores nos impone a seguir reflexionando sobre estas mismas temáticas”, complementa Julia Antivilo Peña, historiadora y artivista feminista.
María Laura Rosa y Julia Antivilo Peña son curadoras de la primera exposición antológica de Polvo de Gallina Negra que se exhibe en México.
La retrospectiva del trabajo de estas dos artistas fue organizada por el Centro Nacional de Arte Contemporáneo de Chile, en colaboración con la Cátedra Extraordinaria Rosario Castellanos de Arte y Género de la UNAM.
Estará abierta al público en el Museo Amparo a partir de hoy.
EL ORIGEN DEL POLVODE GALLINA NEGRO
La exposición está dispuesta en tres secciones distintas: De antes de aquellos polvos (1977-1983), que reúne piezas que Bustamente y Mayer realizaron de forma individual antes de formar parte del colectivo.
Polvo de Gallina Negra (1983-1993) exhibe las acciones del grupo durante la década en que colaboraron, y la tercera sección es Pospolvo. Reactivaciones (1993-2020), donde se da cuenta de algunos proyectos individuales que realizaron tras su asociación, así como de la influencia que tuvieron en algunos otros grupos artísticos.
Antes de formar el primer colectivo de arte feminista, ambas artistas habían forjado una carrera sólida que tenía como eje la crítica al patriarcado.
Maris Bustamente, por ejemplo, había sido parte del No-Grupo, un colectivo de arte contemporáneo que proponía la renovación del canon a través de actos performativos.
Fue notable su obra “El pene como instrumento de trabajo/Para quitarle a Freud lo macho”, con la que fabricó una especie de máscara con un falo en lugar de nariz, con lo que criticó la teoría psiconalítica.
“Utilizaban mucho el humor, la ironía y eran mordaces. Se reían mucho de este sistema de inequidad, pero también lo denunciaban”, comenta Julia Antivilo Peña.
Aunque suene imposible, Bustamante también posee una patente sobre el taco, alimento mexicano de cada día. La artista identificó que algunas cadenas estadunidenses, como Taco Bell, pretendían apoderarse del significado cultural del taco en México.
De un tirón realizó un manifiesto que inscribió ante el Registro Público del Derecho de Autor para preservar su identidad como símbolo cultural.
De forma paralela, Mónica Mayer ingresó en 1978 al Feminist Studio Workshop, en Los Ángeles, donde aprendió la metodología educativa feminista. Reinterpretó las imágenes de la virgen para criticar los roles tradicionales de las mujeres y, sobre todo, cuestionó el proceso creativo como una tarea individual.
Ese mismo año presentó una de sus obras más emblemáticas, “El tendedero”, que consistió en colgar papelitos de color rosa en los que mujeres escribían un pensamiento a partir de una sola frase: “Como mujer, lo que más detesto de la ciudad es:…”.
Esa línea bastó para que cientos de mujeres denunciaran el acoso y las agresiones que vivían día con día.
“Todas esas historias personales anónimas muestran cómo opera una ideología o una estructura, que es la del patriarcado. Y es, en el ranking artístico, una de las obras más reactivadas a lo largo de estos casi 40 años”, subraya María Laura Rosa.
LA ESTRUCTURA DE LA EXPOSICIÓN
La antología de Polvo de Gallina Negra está elaborada a partir de documentos, reproducciones, videos y archivos personales de las artistas y del Museo Universitario de Arte Contemporáneo de la UNAM y la waldengallery en Buenos Aires.
La muestra incluye una réplica de “El tendedero”, la cual contó con una colaboración entre Mayer y un grupo de activistas feministas en Puebla, y seguirá construyéndose a medida que más personas visiten la muestra.
Puesto que Bustamante se retiró del mundo artístico hace casi dos décadas, la última parte de la exposición, Pospolvo. Reactivaciones, está enfocada sobre todo en el trabajo que Mayer ha venido realizado durante los últimos años con colectivas feministas.
Como el performance “Maternidad secuestrada”, con que la artista critica la falta de acceso al aborto legal, seguro y gratuito en el país.
El recorrido cronológico que propone “Polvo de Gallina Negra: mal de ojo y otras recetas feministas”, da cuenta de que el arte feminista anticipó, hace 40 años, los debates y las reflexiones más urgentes del presente.