Christian Ayala tuvo un cambio radical de vida: sufrió una caída que lo dejó sin caminar un año y, luego, se volvió un triunfador como nadador de aguas abiertas, fanático del boxeo, estudió Ingeniería Civil y se volvió conferencista para ayudar a la gente a superar sus miedos.
Sin embargo, el agua se convirtió en su bálsamo para recuperarse de lo imposible, nadando hasta el límite de sus capacidades y, con cada brazada, hay un apoyo para los más necesitados.
DEL BOX AL NADO
Entre los años 80 y 90, gracias a las hazañas de Julio César Chávez, miles de jóvenes mexicanos se interesaron por el pugilismo, en emular al Gran Campeón Mexicano al César del Boxeo. Uno de ellos fue Christian.
Por 15 años pasó su vida principalmente en cuadriláteros, entre guantes y caretas, tirando volados y uppercuts, hasta que la vida le dio un gancho al hígado: un accidente en bicicleta de montaña le lesionó la columna vertebral, terminando el sueño del box.
“Desde los nueve a los 24 años hice boxeo, mucha gente da por hecho que yo siempre fui nadador y no es así. Yo empecé en la natación porque fue parte de una rehabilitación. Ante eso nadie me quiso operar y mi futuro era quedarme en una silla de ruedas, hasta que un médico me dijo que la mejor opción sería una rehabilitación en alberca, junto a medicación e infiltraciones directas a la columna”, recordó.
CAMINÓ JUNTO A SU HIJO
Postrado en su cama sin esperanzas de volver a ponerse de pie, la ilusión la encontró en una alberca, una esperanza para lo que la ciencia le decía que era ya imposible… y algo más: quería enseñarle a su hijo a caminar, pero la vida hizo que al final aprendieran juntos.
“Después de un año de estar sin poder caminar, metido de lunes a domingo en la alberca junto al tratamiento médico, recuperé la sensibilidad en las piernas. Lo que me sacó adelante fue que mi hijo acababa de nacer, entonces terminamos por aprender a caminar juntos”.
“Lo de las aguas abiertas nació gracias a la resistencia que generé en la alberca, porque durante mi rehabilitación en mi cabeza tenía la idea de que si duplicaba las cargas de trabajo me rehabilitaba más rápido, porque a mí me dijeron que me iba a recuperar hasta en dos años, pero como mi hijo iba a empezar a aprender a caminar en un año yo no podía esperar tanto. Cuando en las terapias me ponían a nadar dos horas yo me echaba cuatro, y eso me generó una resistencia muy importante lo cual les llamó la atención a varios entrenadores, hasta que uno me invitó al triatlón”, recordó.
TRANSFORMACIÓN
Ya recuperado casi milagrosamente, Ayala decidió meterse de lleno a la natación, en primera instancia participando en triatlones que terminaron por no llenarlo, por lo que buscó retos más grandes hasta que encontró el nado en aguas abiertas, pasando de recorrer 10 kilómetros a ponerse el reto de cruzar los canales más peligrosos del mundo.
“El triatlón lo hacía en relevo, yo nadaba y alguien más corría y hacía bicicleta, pero llegó el momento en que las distancias ya no me llenaban, entonces encontré el nado en aguas abiertas. La primera vez que me metí al mar fue en Barra de Cazones, Veracruz, y nadé kilómetro y medio, ahí me di cuenta que era bueno”.
“La verdad es que sí me transformó. No es un deporte convencional, porque para prepararte no te basta trabajar en las albercas, cuando tienes algún reto en mente, debes ir al menos una vez al mes a practicar en las aguas abiertas”.
“Llegué a participar en eventos de 10 kilómetros, hasta que llegué a una competencia en Nueva York la cual me abrió las puertas para buscar el reto de la Triple Corona, que es considerado el evento más difícil y riesgoso del mundo, porque debes cruzar el Canal de la Mancha, el más peligroso de todos, el Canal de Catalina y hacer la Vuelta a Manhattan”.
‘CRUCE POR UNA ESPERANZA’
Con el reto en mente de lograr la Triple Corona, le llegó una sensación de deuda. Pasar de estar sin caminar por un año a nadar 10 kilómetros en el mar no podía adjudicárselo sólo a su determinación, por ello convirtió su objetivo en un acto altruista.
Así conoció la asociación Una Nueva Esperanza, creada en 1999 con la intención de permitir a niños y jóvenes de escasos recursos tener acceso a tratamientos que los ayude a luchar contra el cáncer.
“Yo tenía una carga muy pesada dentro de mí, porque sentía que Dios me había dado la oportunidad de volver a caminar. Me puse a buscar causas con quién colaborar y encontré a Una Nueva Esperanza, que de verdad todos los recursos los empleaban para ayudar a niños. Entonces creé Cruce por una Esperanza, reto de cruzar los mares más peligrosos del mundo para recaudar fondos para su Banco de Medicinas”, explicó.
CANAL DE LA MANCHA
Con su meta clara y la causa altruista dependiendo de él, se puso a entrenar para poder afrontar la dura prueba: cruzar el Canal de la Mancha, ubicado entre las costas de Francia e Inglaterra, conocido por ser la vía marítima más transitada del mundo y con condiciones climatológicas adversas.
No sólo estuvo en juego el primer millón de pesos para donar al banco de medicinas, también su vida, debido a una tormenta que azotó justo horas antes de lanzarse al mar y bajó la temperatura del agua a niveles peligrosos.
“Fue una preparación de cuatro años para cruzar el Canal de la Mancha y lo hice en 2013 buscando fondos para ayudar a financiar el tratamiento de niños con leucemia. Fue el 23 de septiembre y lo logré en 17 horas y 38 minutos, 62 kilómetros de nado continuo, fue considerado
el nado más dramático de los últimos 40 años, porque una noche antes hubo una tormenta y el mar estaba atípicamente picado, además de que se cruzaron corrientes frías del Mar del Norte con una proveniente de Bélgica, entonces el mar estaba a nueve o 10 grados y en una franja llegó a estar hasta en seis grados, que es una temperatura mortal”.
“Fue un evento muy sufrido, una pesadilla porque durante el recorrido estuve tres veces a punto de perder la vida. Una vez acabó el recorrido, en la costa también tuve complicaciones porque se me cerraron las vías respiratorias, pero logramos recaudar el millón de pesos que al final eso fue lo importante”, dijo.
DELFINES LO SALVARON
Dos años después se aventuró al segundo reto de la Triple Corona, ahora en la costa de California, en Estados Unidos, para cruzar el Canal de Catalina.
Entre la isla de Santa Catalina y la costa californiana hay 42 kilómetros de distancia, tramo en el que además es normal la presencia de tiburones, situación que le agregó peligro, pero que a su vez lo convirtió en mágico, ya que Ayala fue custodiado por una manada de delfines, para evitar que fuera atacado.
“El 29 de septiembre de 2015 hicimos el reto de cruzar el Canal de Catalina, empezamos a las 11:50 de la noche, se nadó toda la noche e hice 13 horas y 59 minutos, 42 kilómetros en donde la dificultad fue que tuvimos un encuentro con un tiburón blanco a las 4:00 de la mañana y eso lo volvió un evento sumamente peligroso, pero como digo, hay mucha intervención divina en lo que me ha pasado, porque en ese momento un grupo de delfines llegó a auxiliarnos cuando el tiburón ya empezaba a mostrarse agresivo, y como los delfines son enemigos naturales de los tiburones lo ahuyentaron, y dos de los diez delfines que aparecieron se quedaron con nosotros, escoltándonos hasta que terminamos el recorrido. Fue un tema mágico, además que logramos recolectar otro millón de pesos”.
LA TRIPLE CORONA
El ciclo vería su punto final y más importante en 2017, cuatro años después de que inició todo. Christian vería por fin consumado su anhelo de trascender en el ámbito deportivo, pero sobre todo de quedar a mano con la vida y ofrecer oportunidades a los niños con leucemia.
El escenario fue la Gran Manzana para hacer la Vuelta a Manhattan, contienda a la cual año con año acuden nadadores de todas partes del mundo y que los reta a pasar por los 20 puentes que rodean la isla neoyorquina, en una prueba contra reloj, por lo que la cualidad que se mide es la velocidad. El poblano logró cerrar con un récord nacional.
“El 20 de agosto de 2017 culminamos el nado de la Triple Corona con el evento que se le conoce como la Vuelta a Manhattan, que es nadar 43 kilómetros alrededor de la isla de Manhattan con la complejidad de que es bajo reloj, porque sin límite de tiempo lo podrías hacer de pechito. Tienes que hacer check points en los 20 puentes que rodean Manhattan, si no cruzas los puentes a cierto tiempo estás fuera”.
“Es un evento que se nada en sprint, desde el principio empleando toda la velocidad, pero a mi me tocó todavía más complicado, porque antes daban 11 horas para lograrlo, pero en 2017 redujeron el tiempo a nueve horas, supuestamente para hacerlo más de élite, pero eso provoca que menos nadadores se inscriben. Por ende, cambiamos la estrategia y nos preparamos para eso, pero antes de empezar el reto, nos dijeron que por cuestiones de seguridad nacional sólo nos iban a dar ocho horas para lograrlo y por eso varios se bajaron, pero nosotros no”.
“Al final logré el reto con un récord nacional de siete horas y 15 minutos, y lo más importante fue que logramos otro millón de peso, con lo que cerramos el reto con un total de tres millones apoyando a 27 niños de forma integral en su tratamiento contra la leucemia”, apuntó.
AYUDAR A LA GENTE
Con tres millones de pesos recolectados para 27 niños en tratamiento de leucemia y con la Triple Corona en la bolsa, Ayala se retiró de la natación de alta exigencia, pero no de seguir ayudando.
Además de acercarse a las causas de los migrantes poblanos en Estados Unidos, aprovechó su preparación como conferencista para comenzar a impartir pláticas y talleres que le permitiera resolver sus problemas a personas que no atraviesan su mejor momento.
“Me empecé a dedicar más en lo esencial de la parte activista a favor de los niños con cáncer y los migrantes, porque el fenómeno de la migración va muy relacionado a las enfermedades porque muchas veces los mexicanos y en especial los poblanos emigran para poder solventar los gastos de la curación de sus familiares, en especial sus niños”.
“Pero también me metí de lleno al proyecto de Entrenamiento Vivencial, que lo arranqué desde 2012, pero después de la Triple Corona es a lo que me dedico. Soy ingeniero civil, pero también me capacité y me gradué como conferencista ontológico, además de conferencista certificado a nivel internacional”.
“A la fecha hemos tenido más de 500 conferencias de manera magistral, también personales, ahora vía zoom por el tema de la pandemia, talleres, cursos a diferentes empresas, colegios, universidades. Lo que yo hago no es más que entrenar la mente, no sólo para atletas sino para cualquiera persona, buscando resolver problemas que pudieran tener pendientes en su vida personal, familiar laboral o deportiva, pero todo enfocado a un entrenamiento de la mente”.
“El entrenamiento mental te prepara para la noche más oscura, para el momento cuando te puede ocurrir lo peor y que si la gente no está preparada, cuando sucede la aplasta y les arrebata más de lo que debería. La clave pasa por poner en perspectiva los problemas, entender que muchas veces la solución no está en las acciones concretas, sino en darse cuenta que es un asunto de tranquilidad, de bajar las resoluciones, de darse cuenta si es grave o no, el cerebro te enseña a tranquilizarte”, apuntó.
LA CONTINGENCIA
Christian Ayala es el ejemplo que la fe, rodeada de sacrificio y preparación, puede hacer levantarse a cualquiera. Justamente esa idea es la que intenta transmitir en sus entrenamientos vivenciales, los cuales toman aún más relevancias en la actual etapa de contingencia, donde la sociedad está propensa a desarrollar trastornos psicológicos, por lo cual recomienda que todos deberían buscar ayuda profesional para hacerse de herramientas y afrontarla.
“Es fundamental que la gente comprenda que lo que estamos pasando en este año es algo atípico, que está impactando de forma permanente nuestra mente, espíritu y cuerpo. Antes de la pandemia había quienes ejercitaban la mente, aunque era una decisión de cada uno, pero ahora es una necesidad imperante que todos acudan a ayuda profesional, sin importar si tienes problemas o no, es para evitar que mañana tengas un conflicto interno, pero también para tener un desarrollo personal, porque ahorita con el claustro no hay cómo medirte como un miembro de la sociedad”, resaltó.