Por más de 14 años ha puesto a disposición sus habilidades y también su integridad física con tal de ayudar, pero ahora él es el que necesita que le tiendan una mano. Oriundo de Atlixco, Adolfo Cerón es conocido como El Corredor Descalzo con Causa, con participación en más de mil carreras en las que su meta no ha sido conseguir medallas ni marcas, sino apoyar a los desprotegidos.
Ni la competencia más complicada ni la lesión más dolorosa le habían puesto en jaque como lo ha hecho la pandemia, la cual golpeó duramente su bolsillo, orillándolo a vender su materiales de trabajo con tal de subsistir.
Así como sabe dominar las largas distancias sin protección alguna en sus pies, también sabe cocinar especializándose en la panadería, labor que ha dejado porque se quedó en ceros, ahora planea someterse al reto de correr un ultramaratón de 100 kilómetros con tal de que patrocinadores y amigos le brinden un apoyo.
SU MAMÁ LE DECÍA CORRECAMINOS
Con 54 años de edad, el espíritu de corredor, Adolfo lo tiene desde que era pequeño, cuando se dio cuenta de sus habilidades para la velocidad, pero con la particularidad de que descalzo se sentía más cómodo y corría más rápido.
“Desde pequeño me gustó mucho correr, de mis diez hermanos era el más rápido y siempre lo hacía descalzo, de hecho, mi mamá me decía El Correcaminos. Estuve en otras especialidades deportivas, desde taekwondo, thai chi, futbol, basquetbol incursioné en la mayoría de los deportes populares, pero a final de cuentas me decidí por el atletismo y correr para ayudar”, recordó.
EMPEZÓ A CORRER DESCALZO POR FALTA DE DINERO
Su experiencia como corredor
consta de 40 años, y casi desde el principio dejó a un lado el lujo de correr con tenis, apelando a su habilidad que desarrolló desde niño, pero también por no contar con los recursos para hacerse de calzado especializado para carreras de fondo.
“Cuando yo empecé a correr no tenía dinero para comprar tenis de corredor, normalmente compraba económicos y se rompían siempre, una vez corrí un maratón con unos tenis económicos y como a los diez kilómetros las suelas se le rompieron, y el resto de la carrera me la eché chancleando, los pies se me destrozaron y de ahí recordé mi habilidad de niño de correr descalzo y pensé que era mejor si me ahorraba ese dinero, además de que me motivaba pensando en que sólo un corredor guerrero y con poderes podía soportar correr sin calzado distancias largas soportando el frío, el calor y lo doloroso que era”.
Aunque se siente un ser con poderes especiales por trotar sin tenis, no ha podido evitar las laceraciones normales que conllevan exponer los pies a las superficies de las rutas, por lo que, a lo largo de sus cuatro décadas como marchista, ha sufrido cualquier cantidad de accidentes.
“Me ha pasado de todo, desde piquetes de abeja, que se me entierre un cristal o un alambre, pedazos de metal, cortarme el pie. A mí no me gusta correr en grupo porque no ves dónde vas pisando, pero una vez en un maratón corrí en grupo, no me fijé y se me enterró el cargador de un celular, me perforó el pie”, señaló.
“MI ESFUERZO POR AYUDA”
Por varios años corrió para mejorar sus tiempos y para demostrarse que tenía la capacidad de destacar, pero su buen corazón lo llevó a cambiar sus prioridades, y comenzó con su ayuda humanitaria al percatarse de los actos inhumanos que se daban en el asilo San Juan de Dios, en Atlixco, del cual posteriormente en 2014, la autoridad local tuvo que intervenir para rescatar a los ancianos debido al abandono en el que los tenían.
“La búsqueda que siempre he tenido es la de ayudar y por eso una de mis frases célebres es la de: mi esfuerzo por ayuda a las personas que lo necesitan. Cerca de donde yo vivía había un asilo que se llamaba San Juan de Dios y que carecía de apoyo, donde maltrataban a las personas de tercera edad y me empecé a involucrar, a conectar con amigos para comenzar a ayudarlos, porque a los abuelitos no les daban las cosas que les dejaban sus familiares porque lo almacenaban o lo vendían. Era una corrupción grandísima, mucho maltrato a los viejitos y logramos llevarlos a una casa hogar donde tuvieron mucho mejor atención. Y eso fue lo que me motivó el empezar a ayudar”, apuntó.
La desgracia de los abuelitos fue su impulso para hacer de su amor por correr una forma de ayudar, para lo cual tuvo que superar su pena por correr descalzo y decidió ponerse una alcancía sobre su espalda para que ahí se recaudara los fondos con los que finalmente terminó entregando su ayuda, pero también dándole paso a El Corredor Descalzo con Causa.
“A mí siempre me dio pena correr descalzo, en las carreras me metía entre los corredores para
que no me vieran, pero amigos me decían que no tuviera vergüenza que lo hacía por ayudar. La primera vez que lo hice con causa fue en un maratón en el que me hice un letrero que decía ayúdame a ayudar y llevaba un bote como alcancía para recaudar fondos para el asilo. Antes me daba pena hacer eso, solo pedía ayuda con amigos, pero a partir de ahí lo comencé a hacer”, dijo.
DONAR SU SALARIO O VIAJAR POR EL PAÍS, TODO CON TAL DE AYUDAR
Han sido tantas las carreras que ha hecho con causa que ya ha perdido noción de todas, pero tiene grabadas las más especiales. Sus kilómetros han ayudado a niños con cáncer, a discapacitados, a mujeres, a desabrigados o pequeños a quienes les ha permitido cumplir su ilusión de recibir un juguete el Día del Niño.
“He participado en la carrera de Amanc desde que inició en Puebla, en la de Moyopo también, en la de Mupac que es una asociación de San Martín Texmelucan que ayuda a niños con leucemia. También he estado en carreras para ayudar a personas discapacitadas, también para impulsar a mujeres, también para recolectar juguetes para niños de escasos recursos para celebrar el Día de Niño o recolectar ropa para invierno que se repartió con gente necesitada”, destacó.
Pero sus ganas de ayudar lo han llevado a disponer de sus propios recursos, incluso donando la mitad de su salario o viajar a diferentes partes del país para competir y recaudar fondos para los necesitados.
“He ayudado a gente con despensas y con medicamentos, sobre todo en Atlixco. De hecho en algún momento, cuando yo hacía pan integral, la mitad de mi salario lo destinaba para comprar cosas para la gente necesitada”.
“También me han apoyado grupos de corredores de diferentes partes como Texcoco, Puebla, Tijuana, Guadalajara, Cuernavaca, Monterrey, Tlaxcala a donde he ido para correr y apoyar a diferentes causas y donde a mi solo me daban el pasaje, el hospedaje y la comida”, comentó.
LA PANDEMIA LO DEJÓ EN CEROS
Sin embargo, la crisis económica que ha generado la pandemia ha cambiado su panorama, pues ahora esa ayuda que brindó por catorce años, la necesita para volver a comenzar y echar a andar de nueva cuenta su negocio de panadería.
“Ya no tengo negocio, se me acabó todo, me dedicaba a hacer alimentos, postres y los vendía en la vía pública como vendedor ambulante, pero con la pandemia tuve que vender todo para subsistir, no tengo propiedades, donde vivo es rentado y lo único que tenía era mi material de trabajo, amasadora, batidora y hornos, y los vendí y pues ahorita no tengo nada”, indicó.
El coronavirus lo dejó en ceros y eso lo ha llevado a caer en depresión porque no ha podido trabajar ni correr, aunque también ha podido entender la enseñanza que estos momentos de apremio genera.
“Es algo que me está dejando enseñanza, es difícil asimilarlo porque quedé desempleado, mi economía disminuyó, mi calidad de corredor ha bajado porque no nos dejaban entrenar y la verdad hay un poquito de depresión, porque estoy en ceros”, dijo.
Tras varios años de filantropía, ahora él está en búsqueda de oportunidades para poder salir adelante, y si bien es consciente de las dificultades que significan el encontrar un trabajo en la actualidad para una persona adulta, no pierde las esperanzas.
“Hay personas que me están apoyando y en esta temporada estoy vendiendo hojaldras, ya compré mi material y vamos a estar entregando, tengo un solo pedido, pero por algo se empieza. Más adelante espero encontrar un empleo, aunque tengo 54 años y para personas mayores a 50 ya no hay, pero me gustaría empezar en un restaurante porque sé cocinar, sé ser mesero, sé hacer pan, pero me cuesta trabajo porque ya no aceptan a personas mayores”, citó.
BUSCA AYUDA PARA VOLVER A EMPEZAR
Ni siquiera él sabe con exactitud a cuánta gente le brindó una ayuda para poder salir adelante, pero ahora en uno de los momentos de mayor apremio en su vida, necesita que así como él lo ha hecho por mucho tiempo, surjan esas personas de buen corazón que le permitan volver a empezar.
Por ende, ya se prepara para afrontar un gran reto con el que espera poder recolectar dinero que le permita comenzar a montar de nuevo su negocio. Está dispuesto a correr 100 kilómetros, desde Puebla hacia San Martín Texmelucan y de ahí a Ciudad de México y de regreso, con tal de que algún patrocinador invierta en él y lo saque de este apuro.
“Ahorita estoy en busca de patrocinadores, siempre he hecho las carreras para ayudar a los demás, pero ahora quiero que la ayuda sea para mí. Estoy buscando la asistencia para hacer una carrera de 100 kilómetros y así volver a empezar, comprarme una batidora o un horno, materia prima. Ya tengo la ruta definida, será correr de Puebla a San Martín Texmelucan, de ahí a Ciudad de México y de regreso para completar los 100 kilómetros para hacer un ultramaratón”, dijo.