A pesar de los golpes bajos que ha sufrido la historia reciente de Lobos BUAP, hay personajes como Jorge Fierro que enaltecen al equipo y ayudan a recordar el camino de sacrificios y obstáculos que tuvo que recorrer como institución hasta llegar a la gloria deportiva, la cual no debe quedar manchada por su actual ostracismo.
Mejor conocido como el Vago, Fierro puede ser señalado como el primer gran ídolo que tuvo la franquicia lobuna, ya que fue capitán del equipo que en 2003 logró el histórico ascenso desde Segunda División a la entonces llamada Primera A, que posteriormente se convirtió en el Ascenso MX.
Aunque efímera, la estancia de Jorge Adrián con los licántropos fue de una intensidad que le dejó una huella que se mantiene hasta la actualidad y con la que sigue en su andar por el futbol soñando con convertirse en director técnico profesional.
SU LLEGADA A PUEBLA
Ese vínculo con la manada que se ha mantenido por tantos años, Fierro estaba muy lejos de imaginarlo durante su niñez en la cual se interesó por el futbol debido a que en su familia todos eran fanáticos al deporte, sobre todo su padre y su abuelo.
“El gusto por el futbol comenzó por mi padre, por mi familia, siempre les gustó el futbol y lo practicaron a buen nivel, aunque no profesional, me acuerdo que de chico veía los juegos con ellos, en la familia de mi mamá le van a Monterrey, porque mis abuelos son regiomontanos, y la familia de mi padre es americanista”, dijo.
La Unidad Morelos, en su natal Ciudad de México, fue el primer lugar que lo vio jugar con un equipo llamado Atlante, en el que aprendió lo básico del deporte y comenzó a apasionarse no solo por verlo sino también por jugarlo. “Comencé a los ocho años en la Unidad Morelos, con un equipo que se llamaba Atlante, era una unidad deportiva del Instituto Mexicano del Seguro Social y en ese entonces el Atlante estaba en la ciudad de México y tenía mucho contacto con el IMSS, digamos que no era una filial en la que jugaba, pero en el torneo infantil en el que estaba se desarrollaba buen futbol”, recordó.
Después de estar cuatro años jugando con los azulgranas, su familia decidió dejar la capital del país para radicar en Puebla, en donde casi de inmediato le buscaron a Jorge un lugar donde siguiera practicando el futbol.
“Cuando yo tenía 12 años nos vinimos a radicar a Puebla y un día me invitaron mi padre y un tío a unas pruebas con el Puebla que hacían en el Instituto Andes, y recuerdo que ese día llegué de la escuela muy cansado a casa y me dicen: “oye hay unas pruebas del Puebla” y dije que me dolía la cabeza y que me sentía muy cansado, pero ellos insistieron mucho de que fuera, y esa insistencia resultó fructuosa porque fui y me terminé quedando”, apuntó.
LAS FUERZAS BÁSICAS DE LA FRANJA
Ese primer contacto con La Franja fue con unas pruebas en las que compitió con alrededor de 500 jóvenes que buscaban, igual que él, incorporarse al plantel.
“Recuerdo que había muchísimos niños, estas pruebas duraron como un mes, en un principio había más de 500 niños y cada semana iban disminuyendo conforme íbamos pasando los filtros hasta que conformaron un equipo de 25 jugadores. Esa fue la época en la que tanto Chelís como Gustavo Moscoso tomaron las riendas de las Fuerzas Básicas, en ese entonces todavía no había liga de Ascenso, entonces era primera división aparte y ya lo que era segunda y tercera formaron categorías en fuerzas básicas o juveniles”, apuntó.
Debido a su habilidad y su fiereza para marcar, encontró un lugar de destaque como lateral derecho lo cual le facilitó ser considerado para integrar las filiales de Tercera División y Segunda División poblanas. “En las Fuerzas Básicas del Puebla estuve cuatro años, el equipo en el que me seleccionaron era un juvenil en el que estuve entrenando unos meses, pero luego luego logré debutar tanto en Tercera como en Segunda División y para mí fue una muy buena experiencia porque como en ese entonces no había Primera A o Liga de Ascenso y por ejemplo, Chiapas no tenían Primera División, armaban equipazos en Segunda División, entonces yo un chico de 16 años me tocaba rivales argentinos, brasileños, de diferentes nacionalidades, de 30 años en una madurez deportiva considerable y yo era un niño, lo cual me ayudó mucho en ese entonces”, comentó.
GRACIAS A LOBOS REGRESÓ AL FUTBOL
La histórica costumbre del Puebla de darle escasas oportunidades a los futbolistas jóvenes puso a Fierro en un embudo de jugadores del que no encontró salida. “Llegó un momento en el que llegaron nuevos profesores y ya no entraba mucho en planes con ellos, hablé con Chelís y me brindó la oportunidad de irme a
otros equipos, pero decidí dedicarme a los estudios, ya me había retrasado un poco, dejé mi relación con el Puebla y me dediqué de lleno a la escuela porque en ese momento iba a ingresar a la universidad, entré a Cultura Física en la BUAP”, señaló.
Ese stand by en el que puso su carrera futbolística le ayudó para concentrarse en su faceta escolar y se preparó para pasar el examen de admisión a la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, lo cual logró, y cuando ya estaba por iniciar su vida universitaria, un amigo le despertó esas ganas de volver a las canchas. “Yo ya tenía 19 años, había hecho el proceso para entrar a la universidad, a Cultura Física de la BUAP, hice el examen y me quedé, pero antes de iniciar las clases, mi amigo Moisés Aguilar, que ahora es preparador físico de los equipos de la Universidad Madero, me invitó a las pruebas que estaban haciendo para armar Lobos BUAP que iba a jugar en Segunda División, pero yo ya no tenía muchas ganas de regresar al futbol, lo que quería era ya dedícame a la escuela, pero al final me convencieron”, agregó.
Terminada esa tregua con el futbol, el Vago acudió a las pruebas para buscar unirse a unos Lobos que tuvieron un renacimiento en el 2002 luego de haber desaparecido la franquicia que tenían en Primera A. La sede de las visorias fue la cancha de la Preparatoria Benito Juárez, la cual era de uso para los estudiantes y por entonces estaba lejos de ser instalaciones dignas para un equipo que buscaba crecer.
“Voy a las pruebas en la prepa Benito, todavía no estaba empastada su cancha, todavía era de tierra y ahí la ventaja para mí fue que los profesores que estaban haciendo las pruebas los conocí cuando jugaba en el Puebla, entonces jugué cinco minutos y me dicen “sabes que estas dentro del equipo”.
Fue así como se creó la relación con Lobos BUAP, un equipo que se reinventó con el objetivo de jugar en Segunda División para ascender a Primera A y luego el sueño de llegar al máximo circuito, algo que emocionó de inmediato a Jorge generando un amor a primera vista.
“La verdad que me volvieron esas ganas de tratar de conseguir algo dentro del futbol, ahora me doy cuenta que me hizo falta esas mismas ganas, ese querer llegar a Primera División cuando estuve en el Puebla, si bien ahí adquirí demasiada experiencia jugando en Segunda y Tercera, y en el último año ya entrenando con el primer equipo, no era suficiente, aunque en ese momento yo me sentía conforme, siempre me gustó exigirme, estar dentro de una cancha entrenando, pero también veía que resultaba complicado el poder debutar”, indicó.
CON CABINHO COMO DT RENACIÓ LA ESPERANZA
Sin embargo, su paso por Lobos BUAP no tuvo el inicio que ideaba porque si bien ya era tomado en cuenta para el plantel, el equipo estuvo varias semanas sin un director técnico definido.
“Pasé las pruebas y me quedé con los profesores, aunque no había DT, entonces nos mantuvimos entrenando, pero se vino el ingreso a clases y llegó el momento en que le dije a mi amigo Héctor que si en esa semana no teníamos técnico me retiraba porque tenía que ingresar a la escuela”, agregó.
Pero cuando ya se terminaba el plazo que se había puesto para continuar con la manada, la directiva de la institución que impulsó el entonces rector de la BUAP, Enrique Doger, dio un golpe sobre la mesa y anunció como director técnico a Evanivaldo Castro Cabinho, quien es el máximo goleador en la historia del futbol mexicano con 312 goles, algo que enganchó a Fierro para quedarse.
“Yo creyendo que ya no iban a presentar al técnico porque ya era un viernes, pero justo ese día anunciaron a Cabinho, entonces me quedé y fue el inicio de esa época en Lobos, al ver que llegó el profe Cabo, como que me volvió a renacer esas ganas de seguir en la cancha, entrenando, esforzándome, aunque sabía que era complicado el debutar en una Primera División, pero seguía nutriéndome de experiencia, entonces siendo consciente de eso, además de que con la figura de Cabinho como técnico de Lobos, me volvió a renacer esa esperanza, ese ánimo de poder llegar y debutar”, dijo.
Cabinho estuvo poco tiempo en Lobos BUAP y en su lugar arribó Víctor Valdelamar, quien sería el estratega que tiempo después se encargaría de guiar a la escuadra hacia la historia. “Después de Cabinho llegó el profe Víctor Valdelamar a la institución como técnico y con él llegaron algunos jugadores y en ese torneo nos eliminó Coatzacoalcos, entonces para la siguiente temporada llegó gente nueva, quitaron extranjeros, bajaron promedio de edades, pero como el equipo ya tenía una base muy sólida y con las nuevas incorporaciones en algunas posiciones se vuelve más sólido, con mayor experiencia y fue como llegamos a la final”, señaló.
Fue en el Apertura 2003 cuando Fierro escribiría en oro su nombre al conseguir el título de Segunda División que a la postre le permitiría estar en Primera A, la liga de plata del futbol mexicano, esto gracias a que Lobos le ganó a Cuautitlán una final que jugaron en un estadio Cuauhtémoc que tuvo entrada libre y que presentó una asistencia histórica de 47 mil espectadores.
“Normalmente jugábamos en la prepa Benito, pero para la final la federación nos dijo que ya no podemos seguir ahí porque no tenía la infraestructura para recibir una final, entonces teníamos dos opciones, jugar en el Zaragoza o en el Cuauhtémoc, y si bien yo era el capitán la decisión la tomamos todos como equipo, y nos decidimos por el Cuauhtémoc, un estadio mundialista, de mayor capacidad”.
“Pero nunca nos imaginamos que íbamos a tener un estadio mundialista hasta las lámparas, a la hora del pitazo inicial fue algo impresionante sentir todo el apoyo y creo que nos ayudó para ganar el campeonato que fue histórico para el estado de Puebla y para Lobos que si bien ya tenía un recorrido en ese momento se catapultó”, consideró.
Con esto, arrancó la etapa de los lobunos en la categoría de plata que se extendería por 13 años, hasta que lograron subir al máximo circuito en 2017. “El rector (Enrique Doger) como presidente del equipo se va para la presidencia municipal de Puebla, lo mismo el vicepresidente del equipo Jorge Ruiz y en ese momento llega Emilio Maurer, ya con experiencia en el futbol trae refuerzos, pero ya algunos cartuchos quemados, y ahí decido en lo particular ya no continuar, dejar el futbol profesional y dedicarme a la escuela, a los estudios que se habían quedado inconclusos”.
“Ya no participé en Primera A, estuve entrenando, realicé pretemporada, pero en el momento del fichaje, hablan conmigo y me dicen que había oportunidad de quedarse, pero las condiciones no eran las adecuadas, más allá de las cuestiones económicas creo que el esfuerzo que había realizado no se vio valorado por personas que llegaban a la institución, entonces eso para mí es algo muy valioso dentro y fuera de la cancha, y tomé la decisión de alejarme del futbol profesional”, apuntó.
QUIERE SER DIRECTOR TÉCNICO
Han pasado 16 años desde que dejó el futbol, aunque el futbol no lo ha dejado a él, ya que se ha mantenido cerca de las canchas como director técnico en el ámbito amateur sobre todo en la rama femenil, pero para el 2021 se titulará de la Escuela Nacional de Directores Técnicos (ENDIT) y estará certificado para tomar algún equipo profesional.
“Tenía 22 años cuando decidí retirarme, comencé a dedicarme a otras cosas, hace unos ocho años llegó la ENDIT a Puebla e ingresé, pero por cuestiones familiares no pude continuar, me puse a hacer diplomados dentro de la formación de jugadores, tanto en futbol base como en sus etapas de especialización, también de forma empírica me puse a dirigir equipos en el sector amateur en diferentes categorías, en diferentes ramas, varoniles y femeniles”.
“Retomé el ENDIT y ahorita ya voy en el tercer módulo de cuatro, vamos por los últimos escaloncitos para terminar la carrera y espero que para julio del 2021 ya tenga el título. Si bien ahorita con las licencias que he obtenido ya puedo dirigir Tercera División y sub-17, quiero acabar para estar dirigiendo en un futuro, estar en una Liga de Expansión o en una Primera División”, comentó.
GOZO Y SUFRIMIENTO CON LOBOS BUAP
Jorge Adrián Fierro, el primer gran ídolo de Lobos BUAP, equipo donde vivió su mayor alegría como jugador, pero a su vez, es ese gran amor que le ha dado grandes decepciones, sobre todo en el último año con la venta de la franquicia a Juárez y el fallido intento de revivirla en la Liga de Balompié Mexicano.
“El ascenso a Primera División yo lo vi con mucha alegría porque es una franquicia que logró los resultados viniendo de tener sus montones de tierra en CU que formaban lo que era el estadio, que no había un Centro de Formación, las canchas eran de tierra, y después en lo que se convirtió, ya quisieran muchos equipos de Primera tener esa infraestructura, por lo que en su momento tuve ese orgullo de haber puesto un granito de arena”.
“Pero la otra cara de la moneda, cuando el equipo desaparece y se convierte en Juárez viví todo lo contrario, una tristeza tremenda, una decepción no del futbol sino de los directivos que manosean todo esto que esta alrededor de un equipo de futbol, si bien el futbol es un negocio hay que tener cierta ética profesional, me causó tristeza, mucha lastima pero es algo que pasa mucho en el futbol mexicano, debemos de estar conscientes y no claudicar, no pensar que con esto se va el gusto por el futbol porque ahí están las instalaciones y tarde que temprano llegará otro equipo y va a volver esa afición que existe por ese equipo de la BUAP”, finalizó.