En sus 21 años de luchador, el poblano Rey Infierno no había tenido un rival tan duro como la pandemia; ni siquiera las lesiones que casi lo retiraron de los cuadriláteros. Tras la suspensión de toda actividad en el último año, ha tenido que buscar alternativas para salir adelante, desde hacer fletes, dedicarse a la maquila y, ahora, vender tacos de carne asada y longaniza.
Pero como buen rudo y especialista en la lucha extrema, no se ha dejado poner en espaldas planas, ni ha permitido el conteo final del réferi, pues esta batalla que le presenta la contingencia por el coronavirus será un triunfo más para él en su largo recorrido.
DE STAFF A LUCHADOR
La historia de Reynaldo y el pancracio comenzó cuando él tenía 12 años. “El amor por la lucha libre me surgió por mi padre que fue referí y era conocido como El Movidas. Un día tuvo a bien comprar un ring que un amigo suyo le ofreció y con el paso del tiempo se volvió empresario rentando el ring”.
Si bien comenzó a entrenar a los 18 años, no fue sino hasta los 20 cuando pudo debutar en los enlonados, aunque se dio en una situación que él no planeó, pues entró para cubrir la baja de un luchador que se ausentó a un evento al que había acudido como staff. “Les faltaba un elemento y prácticamente por accidente entré, porque yo entrenaba, pero no era mi intención debutar”.
Y más allá de lo especial del momento, su debut le quedó marcado en la memoria por haber lesionado a un reconocido luchador, muestra de su inexperiencia: “La anécdota de ese día fue que durante la lucha lesioné a Crazy Black sin querer en un movimiento, porque no es lo mismo entrenar que ya subirte a luchar, entonces le zafé un dedo de la mano derecha y estaba asustadísimo. Yo me fui con él en la ambulancia pidiéndole perdón todo el camino”.
REGALA SU INCÓGNITA
Tras dos años luchando como Rey Infierno, un amigo muy cercano, quien siempre le decía que le gustaba su máscara y que algún día se la disputaría, sufrió un accidente en el que perdió los dos brazos, por lo que se organizó un evento a beneficio en el que Rey participó y en el cual vivió uno de los momentos más trascendentales de su carrera.
“Yo subí a la lucha estelar y me presenté con máscara, tomé el micrófono, le dirigí unas palabras y se me vino a la mente lo que él siempre me decía, que me iba a ganar la máscara, entonces me la empecé a quitar delante de todos y le dije que le iba a cumplir; que si mi máscara no me la iba a ganar él, nadie más lo iba a hacer, entonces se la regalé y le entregué mi incógnita. Todo esto lo hice por amistad”, recordó.
Ya sin máscara, su carrera adquirió gran impulso que le permitió internarse en la lucha extrema, que es su especialidad.
“Después de entregar mi incógnita se desencadenaron cosas buenas, la gente tomó bien mi personaje. Esa ha sido la constante de Rey Infierno, siempre en crecimiento, teniendo grandes luchas”, señaló.
Y pese a que los médicos le han recomendado que termine su carrera en los cuadriláteros luego de una triple cirugía en la espalda, un hombro dislocado, la fractura de ambas muñecas y problemas en la rodilla, el amor por la lucha libre es tan grande que le ha ayudado a regresar del retiro en varias ocasiones.
Incluso, en 2014 montó su empresa de producción y organización de funciones de lucha libre, la cual bautizó como Infierno Producciones y con la cual alcanzó un éxito tal que decidió dejar su trabajo como camillero en el IMSS.
VENDE TACOS PARA SUBSISTIR
Con la pandemia, la bonanza terminó para Infierno Producciones y, ante la necesidad de sacar adelante a su familia, ha pasado de hacer fletes, vender cubrebocas y hacer maquila, a vender tacos de carne asada en la colonia San Pedro, emulando al famoso luchador Shocker, quien tiene su taquería en Ciudad de México.
El pasado domingo, tras un año de oscuridad por la pandemia, al fin vio una luz, pues volvió a gestionar una función privada en San Martín Texmelucan, en lo que también fue su sentido regreso a los cuadriláteros: “Fue emotivo, porque antes de salir a luchar nos abrazamos pensando en que pudimos sobrevivir al primer año de la pandemia. El reencuentro con la afición y el volver a escuchar que coreen tu nombre es padrísimo”.