Es relativo
Lic. Guillermo Pacheco Pulido
Desde luego que la dama Kamala Harris, como señala el periódico Los Ángeles Times, constituye una historia personal que consigue emocionar.
En su libro biográfico, Kamala nos dice: “Sólo dos cosas antes de empezar: en primer lugar mi nombre se pronuncia Comma-la y significa flor de loto, un símbolo importante en la cultura India. El loto crece bajo el agua, su flor asoma en la superficie, pero sus raíces están bien firmes en el lecho del río; en segunda, quiero que sepas que este libro es muy personal. Esta es la historia de mi familia, es la historia de mi infancia, es la historia de la vida que he creado desde entonces”.
Una de las características que le gusta a la gente, es que Kamala es una mujer que sonríe con sinceridad, es humilde al contar su vida. Sonrisa y humildad a la que suma la limpieza de su pensamiento, la realidad honesta de su ideología política, la claridad de su verdad que no engaña y el indiscutible amor a su patria.
En sus memorias, comentan los editores de Planeta, Kamala recorre una trayectoria personal que desde sus orígenes está impregnada de la lucha constante por la justicia social y la defensa de los más vulnerables: la de los niños víctimas de abusos.
Nació Kamala en Oakland, California, en 1964. Su padre, Donald Harris, nació en Jamaica en 1934, emigró hacia los Estados Unidos de Norteamérica, estudió economía y llegó a dar clases de su especialidad en Stanford, donde sigue siendo profesor emérito.
Su mamá nació en la India; Ella Shyamala Gopalan era la mayor de cuatro hermanos: tres niñas y un niño. Se graduó en la Universidad de Delhi a los 19 años.
“Era mi madre una adolescente cuando salió de casa con destino a Berkeley, en 1958, para hacer un doctorado en nutrición y endocrinología, antes de convertirse en investigadora sobre el cáncer de mama.
“Mi madre, mis abuelos, mis tías y mi tío nos involucraron el orgullo de nuestras raíces del sur de Asia. Nuestros nombres típicos indios evocaban nuestro origen y crecimos con una gran conciencia y aprecio por la cultura india”.
Kamala, licenciada en Derecho, es la primera mujer y la primera afroamericana que ha sido elegida vicepresidenta en Estados Unidos de Norteamérica; senadora por California.
Trabajó en la oficina del fiscal del distrito del Condado de Alameda y después fue electa fiscal de distrito de San Francisco. Como fiscal General de California procesó a bandas del crimen organizado, tuvo un trabajo intenso que le hizo conquistar la simpatía y aprobación de sus comunidades; más aún, cuando defendía los derechos sociales, a los refugiados e inmigrantes.
En su caminar como funcionaria amplió sus conocimientos en todos los ámbitos, especialmente los jurídicos.
En su trabajo de defensa de derechos humanos y ciudadanos, estando muy vinculada a los derechos civiles, reflexiona –dicen los editores– en este libro sobre la importancia de alzar la voz contra los prejuicios.
Kamala es una mujer apasionada por ser útil y servir contra toda injusticia, por ello señalamos que ella ha hecho historia, ha escrito historia.
Kamala, primero, es una gran mujer que muestra que con su capacidad, y no por el hecho de ser mujer, ha ocupado importantes cargos públicos; nos demuestra que el gran país Estados Unidos de Norteamérica en su desarrollo ha hecho fructíferos ajustes políticos y sociales, en donde la preparación intelectual, la cultura, el patriotismo, la ética y la moral lo hacen estar preparado para las transformaciónes técnicas que se avecinan.
Parte de su pensamiento nos da la idea general de las convicciones de la vicepresidenta: “No podemos hacer como los avestruces; la democracia no puede prosperar en el temor. La libertad no puede abrirse paso entre el odio. La justicia no puede echar raíces en la rabia…
Debemos discrepar de la apatía, debemos discrepar del miedo, el odio y la desconfianza…
Este libro nace de ese llamamiento a la acción, y de mi creencia que en nuestra lucha debe empezar y terminar diciendo la verdad”.
Después de narrar su ejemplar vida y de su familia, nos dice al final del libro: “Mi reto diario es formar parte de la salvación. Ser una guerrera alegre en la batalla que está por venir. El reto que te propongo es que te unas a este esfuerzo. Para defender nuestros ideales y nuestros valores. No tiremos la toalla cuando llegue el momento de arremangarnos, ni ahora, ni mañana, ni nunca.
Dentro de unos años, nuestros hijos y nuestros nietos mirarán hacia atrás y nos elevarán su mirada, nos preguntarán dónde estábamos cuando había tanto en juego, nos preguntarán cómo fue.
No quiero que sólo les digamos cómo nos sentíamos, quiero que les digamos lo que hicimos”.