Es Relativo
Guillermo Pacheco Pulido
Hay hombres que luchan un día y son buenos, hay otros que luchan un año y son mejores, hay quienes luchan muchos años y son muy buenos, pero hay quienes luchan toda la vida, esos son los maestros imprescindibles que construyen naciones.
Torres Bodet expresó: “maestros, sean ustedes dignos de ese heroísmo, es nuestro deseo más fervoroso, y que al término del viaje, cuando dentro de muchos años hayan cumplido vuestra jornada, cada uno de vosotros pueda decir a sí mismo: ‘he servido a México. No sé a dónde, pero en muchos hogares, dentro y fuera de mi país, hay virtudes en las que mi personalidad se prolonga, alegrías que agradecen mis penas, bocas en cuyos labios mi nombre es bálsamo, sonrisas de esperanza que me bendicen’”.
Venustiano Carranza propuso en 1917 que se celebrara el Día del Maestro en reconocimiento a la gran labor y esfuerzo histórico realizado por ellos en las diversas etapas de nuestro país, desde la escuela rural hasta las universidades y las instituciones normalistas. A partir de ellos surgieron más instituciones educativas, tanto del sector público como del privado, con ambas dimensiones institucionales.
Nuestro país se distingue por contar con buenos ejemplos de maestros o profesores, como José Vasconcelos, Rosaura Zapata, Justo Suárez, Amalia G. Caballero, Castillo Ledón, Ignacio Chávez, Juan Crisóstomo Bonilla, y miles y miles de nombres que, de forma abierta y anónima, con su cátedra en kínder, primaria, secundaria, preparatoria, profesional, maestrías y doctorados, han construido nuestro maravilloso país.
Al maestro debemos reconocerle y agradecerle su esfuerzo, no solo por enseñar los saberes, la ciencia, la cultura, la técnica y la filosofía, sino también por enseñar la ética como sistema de vida.
Nos enseñaron que la misión del maestro es luchar contra la ignorancia. En su cátedra nos brinda enseñanzas y consejos. Nos entrega el mensaje de la patria que busca la verdad, la justicia, la unidad, la concordia, la dignidad y la sabiduría, con lo cual podemos servir mejor a la colectividad y a nosotros mismos.
El maestro construye conciencias libres y forma hombres enérgicos y optimistas, entendiendo que la vida es lucha y perseverancia.
Los maestros nos enseñan, como con el trascendental ejemplo de Jaime Torres Bodet, que a la capacidad y al talento hay que añadirle la tenacidad del carácter y los caudales del corazón.
El maestro, nuestro catedrático en todas las etapas de la educación, nos dice que el heroísmo no surge exclusivamente en las guerras y entre las armas. El heroísmo más puro suele brotar entre las dificultades y la aridez cotidiana, como las flores de ciertos cactus, alimentándose por la abnegación y el sentido del sacrificio.
Abusando de la gentileza de Arturo Luna Silva, director general de Crónica Puebla, me permito citar algunos nombres de más maestros: Lic. Mariano Nájera Rojas, Lic. Cosme Zafra Nava, Lic. José Asomoza, Lic. José Ávila Parra, Lic. Enrique Molina Johnson, José Sánchez Ibarra, Lic. Francisco Castro Rayón, Lic. Ernesto Castro Rayón, Lic. Armando Porras y López, Lic. Javier Ríos, Lic. César Garibay, Lic. José Sánchez Illana, Lic. Rosales Peimbert, Lic. Guillermo Borja Osorno, Lic. Miguel López González Pacheco, Lic. José Barrientos, Lic. Armando Guerra Fernández, Lic. Guillermo Diestel Pasquel, Lic. José Antonio Pérez Rivera, Profesor Narciso Madrid Galicia.
Aprovecho para darles las gracias más cordiales a todos ellos, a mis maestros de la escuela primaria Ignacio Ramírez y Melchor Ocampo; a los de la escuela secundaria militarizada Ignacio Zaragoza, el Instituto Mexicano Madero y a la hoy Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, donde obtuve el título de abogado, el único que tengo, ya que carezco de maestría o doctorado.
Mis agradecimientos eternos a dos maestros: mi padre Macario Pacheco Altamirano y mi padre también Marcelino Pacheco y Pensado, quienes me enseñaron con su ejemplo a servir con verticalidad, respeto, esfuerzo, dignidad y nobleza de espíritu.