El gesto que hace con la mano derecha la estatua de bronce de Francisco I. Madero, inaugurada en 1932, que laboró Ernesto Tamariz para el parque frente al templo de San José es la seña para atraer la luz de los espíritus, de acuerdo con la usanza espiritista que el revolucionario practicaba.
Se dice que su afán de transformación del país y su visión como presidente son consecuencias de sus charlas con los que no son de carne ni hueso.
Información: Adolfo Flores Fragoso / Fotografía: INAH