Cuatro meses después del triunfo histórico en Loreto y Guadalupe (1862), el comandante del Ejército de Oriente, yendo hacia Acatzingo, sentía escalofrío y la fiebre no le bajaba de 40 grados. Su jefe de Estado Mayor y su secretario determinaron llevarlo a Puebla capital para que lo atendiera un médico. La madrugada del jueves 4 lo acomodaron en un carro tirado por caballos.
Un aguacero alargó el viaje a 12 horas. Murió cuatro días después con delirios, salpullido y dolor en todo el cuerpo, por tifo.
Foto: Mediateca INAH