Fue a inicios de la década de los 90 que las textileras de capital asiático encontraron en Puebla un jugoso mercado. Mano de obra barata y calificada, pero con salarios y condiciones laborales de miseria.
Las coreanas, de la zona de Tehuacán principalmente, encabezaron la lista de industrias con peor trato hacia los trabajadores: jornada de más de 12 horas, sin seguro social ni utilidades, mucho menos aguinaldo.
Múltiples veces se llegaron a documentar casos de despidos injustificados, así como amenazas, tortura y hasta secuestros para obligar a firmar renuncias.
Alarmados, organismos internacionales de defensa laboral pusieron sus ojos en Puebla y poco a poco la pesadilla fue terminando.
Pero el estigma quedó y no pocas textileras tenían que aclarar que no eran coreanas para poder reclutar obreros. Como dice el dicho: “Haz fama y échate a dormir”..