Por: Érika Maza Hernández / Can Cat / FB @Can Cat / @Can Cat Extraviados
Hace unos días, cuando organizaba algunas cosas en mi recámara, veía a Nina y Gabo (mis gatos) dormir plácidamente sobre la cama. Ambos son rescatados de la calle hace 11 y 9 años. Y mientras los observaba pensaba en qué hubiera sido de ellos si no se hubieran atravesado en mi camino. La probabilidad es que ninguno de los dos, a estas alturas, estuviera vivo. Por desagracia, esa es la realidad de miles de perros y gatos en condición de calle en nuestro país.
Pero el hecho de que nuestras vidas se cruzaran no habría tomado sentido si mis vínculos afectivos con los animales de compañía no me hubieran llevado a colaborar en una protectora de animales de la cual aprendo todo el tiempo cómo se debe ejercer, de manera correcta, la protección animal.
Si bien, en los últimos años ha crecido de manera considerable la atención y el interés hacia el tema “animalero”, lo cual ha generado la creación de decenas de asociaciones y grupos ciudadanos dedicados a su bienestar, también es una realidad que, en general, las personas tienen una idea equivocada de cuál es su verdadero propósito.
Todos los días en redes sociales me encuentro con este tipo de mensajes: “Hay un perro atropellado… alguien que lo ayude”, “Apareció un gato en mi casa, algún refugio que venga por él”, “Me voy a cambiar de casa y no me puedo llevar a mi mascota, dónde lo puedo ir a dejar” y así un sinfín de peticiones esperando que alguien más, en este caso una protectora, les resuelva el “problema” porque creen que es su deber atender este tipo de solicitudes. Y es que tenemos muy arraigada la idea de que para eso están y es su responsabilidad sin tomar en cuenta que las protectoras de animales son asociaciones sin fines de lucro, formadas por ciudadanos con un especial interés en ayudar y dar una vida digna a animales en situación de calle, maltratados, abandonados, entre otros, mediante la rehabilitación, atención médica y esterilización hasta concluir con la integración del animal en una familia.
En otros países, las protectoras trabajan de la mano con los departamentos de gobierno; sin embargo, en México lo que intentan es subsanar sólo un poco esa indiferencia institucional sobre bienestar animal. Pero ojo, no es su obligación rescatarlos a todos o atender las decenas de reportes que la gente hace diariamente. Las personas al frente de estas agrupaciones tienen trabajos comunes, familias y ocupaciones propias de su rutina. Con la diferencia de que han decidido contribuir, bajo sus posibilidades, a solventar una grave problemática social como lo es el abandono y maltrato de los animales. Así, las protectoras dedican parte de su tiempo a esta actividad invirtiendo sus propios recursos económicos, materiales y humanos. Muchas veces recaudando fondos de la venta de artículos, comida, rifas, donaciones, entre otros. La gran mayoría no cuenta con espacios para resguardar a los animales y las que los tienen siempre están a 100 por ciento de su capacidad. A esto debemos agregar que en las preferencias de adopción están los cachorros (perros y gatos) y la búsqueda de ciertas razas o tamaños por lo que la mayoría de los animales que llega a un refugio difícilmente serán adoptados.
Aún hay muchos aspectos en los que debemos trabajar como sociedad y es necesario ir eliminando creencias preconcebidas, por ejemplo: la falsa idea de que las hembras deben tener al menos una camada o que es mejor adoptar cachorros, porque se adaptan más rápido y, por supuesto, que las protectoras tienen la obligación de atender y resolver toda clase de reportes relacionados con el maltrato y abandono animal.
Como hemos dicho, si bien una gran parte de este trabajo le corresponde a las instituciones de gobierno, nosotros debemos exigir que estos temas se prioricen en las agendas políticas y, mientras tanto, como ciudadanos responsables podemos colaborar a que esta problemática disminuya, pues es primordial darnos cuenta de que cada uno de nosotros, desde nuestras posibilidades, puede impactar positivamente en mejorar la calidad de vida de cualquier animal en situación de desventaja. Por lo que, tal vez, la siguiente ocasión que veas un animal maltratado, abandonado o atropellado te animes a brindarle la ayuda que necesita.