Felipe Flores Núñez
“Es más fácil formarte en una fila y vacunarte, que decidir no hacerlo; realmente lo difícil es no vacunarte y con ello, de alguna manera, renunciar al mundo”.
La entrevistada se dice excluida y “duramente marginada” porque decidió no aplicarse la vacuna contra COVID-19.
Profesionista de 62 años, nativa de Oaxaca, se mudó desde hace tiempo a Puebla para acompañar a sus hijas en sus estudios universitarios. Es separada y tenía una vida social muy activa hasta hace dos años y medio que inició la pandemia.
Desde entonces permanece aislada y lejos de su entorno personal y familiar.
Amiga de políticos y con experiencia en cargos públicos, acepta la entrevista Crónica Puebla, pero pide el anonimato para evitar más asedios, “porque los que decidimos de manera voluntaria no vacunarnos somos socialmente mal vistos, nos hacen el “fuchi”, nos dan la espalda”, acusa.
“Finalmente –agrega– lo que hicimos fue ejercer nuestro derecho de decidir, nuestra libertad que debe respetarse mientras no pongamos en riesgo a terceros y eso, al menos en mi caso, es lo que hago”.
Asiente que el tema se le dificulta mucho y sentirse “como los de algunas minorías que todavía son mal vistos y relegados, como ocurre por ejemplo con los de preferencias sexuales diferentes”.
Dice haber tenido en este lapso de pandemia experiencias de rechazo “muy duras”, como cuando en mayo pasado asistió a una boda. “Me veían raro, se alejaban, algunos no querían ni saludarme porque sabían que no me he vacunado, y terminé sentada en la última mesa, la más alejada”.
Asume que tras la pandemia a todos les cambió la vida, pero en su caso “han sido casi tres años muy difíciles porque es espantoso que te hagan sentir como una amenaza social por parte de los vacunados que se creen que están sanos”.
Cuestionada vía telefónica sobre si tiene temor por no estar inmunizada, contesta de manera afirmativa. “Si claro, es terrible, pero más pertenecer a una minoría y soportarlo casi tres años”.
“Todos me dicen que me vacune, que me voy a morir, pero les contesto que también se están muriendo los que se pusieron las vacunas, aunque ahora digan que fallecen muchos más quienes no se vacunaron, pero eso puede ser un engaño, es difícil probarlo”.
“Pienso entonces en muchos conocidos, entre ellos dos queridísimos amigos que murieron estando vacunados, todavía los lloro. Que alguien lo explique, yo no entiendo y no encuentro a quién reclamarle. Pienso en eso cuando apago la luz por las noches y me da mucho frío, no sé qué está pasando”.
En tono afligido, dice también estar llorando desde hace días a una amiga suya, “muy querida y muy cercana, que tenía cuatro vacunas y se murió de COVID.
Se confió, salió, se contagió y en ocho días se fue”.
Al respecto, señala que no puede explicarse cómo personas con tres o cuatro vacunas se están infectando e incluso algunas muriendo. “Quisiera tener una respuesta convincente para eso, pero no la tengo”.
Y abunda: “No soy científica, no soy médico, pero del poco aprendizaje que yo tengo, y esto relacionado con mis hijas, es que si de niñas las vacunaba contra la viruela, no les daba viruela, ni contra la tuberculosis o la polio, y ahora resulta que personas que se han vacunado tres, cuatro veces contra coronavirus, se están enfermando, se contagian”.
Se pregunta entonces: “¿Es vacuna o no es vacuna?, ¿cómo es posible que la inmensa mayoría, en pleno uso de sus facultades, se suministre tres, cuatro dosis sin saber exactamente qué es lo que contiene y qué efectos le podría causar a mediano y largo plazo?”.
Refiere incluso que una enfermera alemana le comentó que las vacunas contenían grafeno, sustancia que contiene carbono y que es dañina al cuerpo, “y eso nadie lo ha desmentido”.
Escéptica, señala que los mismos científicos no han atinado con una vacuna efectiva y ni siquiera han podido determinar cómo surgió el virus, “lo que ellos hacen es producir vacunas que son como aspirinas y que se comercializan por millones para beneficio de grandes corporaciones”.
Sin querer profundizar, expone la importancia de analizar el contexto, lo que ocurre en el mundo “que no se maneja por lo que cada quien quiere, sino por intereses”.
En este sentido, afirma que hay elementos para sospechar de quienes toman las decisiones a nivel global “porque el mundo lo rigen los dueños del dinero”.
“Por eso yo digo que estamos no frente a una pandemia, sino ante una “plandemia”, somos parte de un espectro donde alguien gobierna, alguien manda, es un tema de geopolítica y de intereses …”
No se atreve a hablar sobre una posible confabulación, pero finca sus dudas a partir del hecho de que ni siquiera se ha establecido con certeza el origen del virus.
“Es como de ciencia ficción, dirán que estoy loca, pero sí creo que esto sea una “plandemia” ya que no estamos solos en el mundo”.
Con pesimismo dijo desconocer cuándo podría acabar “toda esta pesadilla” y otros males que están puerta, como la falta de agua, las altas temperaturas en países europeos y ahora, por si fuera poco, la amenaza al irrumpir otras enfermedades, como la llamada “viruela el mono”.
De cualquier forma, lo que pide es que se entienda y respete el derecho a disentir y a que cada quien asuma sus decisiones con responsabilidad, como lo han reclamado figuras internacionales, entre las que citó al tenista serbio Novak Djokovic y al futbolista francés que juega en México, André Pierre Gignac, los que han enfrentado críticas y rechazo social por no vacunarse contra el coronavirus.
Para concluir, dice que el tema no es cuestión de ideologías ni de religiones, sino de fe y espiritualidad, y eso es lo que la mantiene firme. “Lo único que encuentro, como ha sido desde hace muchos años, es mi fe en Dios y saber que ésta no es una lucha entre humanos, sino una lucha entre potestades”.
“Si tienes la gran suerte de creer en algún Dios, o en alguna energía muy positiva, aférrate a ella”.