Álvaro Ramírez Velasco
Desde la nebulosa memoria de la primera infancia, Diana tiene más el recuerdo de sus abuelitos, durmiendo a su lado, que de sus padres, a quienes conoció hasta cuando tenía cinco años de edad.
En esa época, sin saberlo, de la mano de un tío cruzó la frontera entre México y Estados Unidos, para reunirse con ellos.
Él la había dejado cuando tenía seis meses; ella, al año y medio. Los dos, para ir a trabajar a la Unión Americana y buscarle una mejor vida, a ella y sus tres hermanos.
La pequeñita que dejó Tehuitzingo no volvió a ver ese cielo estrellado de su tierra, hasta 26 años después, cuando pudo regresar con un salvoconducto, que le permitió una orden ejecutiva del presidente Barack Obama, pues es indocumentada.
Y es que dice, con una risa que es muy franca: “porque en Nueva York no se ven así las estrellas”.
La hoy líder migrante en esa entidad estadounidense, integrante de las mesas directivas de organizaciones como Movimiento Santuario de Yonkers y Hudson Valley Community Coalition, tiene su añoranza especial, muy profunda, por su pueblo de la Mixteca poblana:
“Las posadas y volver a ver las estrellas son los recuerdos que más se te quedan. En Nueva York no hay estrellas… También pude ir a la tumba de mi abuelita. Pude llorar ahí a mi abuelita, pero mi mamá no ha tenido esa oportunidad… Por esas cosas es que seguimos de activistas y luchando por los derechos”.
50 MIL POBLANOS
Diana Sanchez (ella escribe su nombre sin tilde, pues lo convierte en anglicismo) ofrece una entrevista a este diario, vía Zoom.
Se enlaza horas después de que la Corte Suprema anunciara que la administración de Donald John Trump no puede anular del Programa de Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA, por sus siglas en inglés), que evita la deportación de los hijos indocumentados de migrantes.
Una gran comunidad de jóvenes que llegaron muy pequeños al país y que son conocidos como dreamers, soñadores en español.
Su tierra natal está en Puebla, México, Asia, India, pero en realidad no conocen otra forma de vida que la estadounidense.
El caso de los poblanos, unos 50 mil al menos con estas características, fueron beneficiados con las medidas que decretó Obama, el 15 de junio de 2012.
La mayoría tienen la añoranza por la tierra originaria, pero son realmente estadounidenses, si no en lo formal, sí en lo cotidiano.
Diana, como muchos de sus paisanos, tiene un español fluido, pero de cuando en cuando se atora en algunas palabras que solo conoce en inglés.
Como casi todos los crecidos allá, su muletilla no es el tan mexicano “este…”, sino el espontáneo “so…” y muchas frases las termina con un “you know” (ya sabes), interrogante o afirmado.
Desde su experiencia de 18 años como activista y lideresa de organizaciones, Diana Sanchez calcula que la decisión de la Corte de Estados Unidos, que mantiene vigente la también llamada Ley Dreamer, beneficiará a unas 700 mil personas.
De ahí, la aritmética es sencilla, sobre el DACA (Deferred Action for Childhood Arrivals), por las proporciones de las minorías:
“Cerca de la mitad de ellos son mexicanos, unos 300 mil y sí, unos 50 mil son poblanos”, dice desde su casa en Yonkers, ciudad al norte de la Gran Manzana, que colinda con el barrio del Bronx.
Sonríe del otro lado del espacio virtual y cuenta que este viernes la buscaron también periodistas de España, para festejar con ella, dicen.
“Es una victoria, es un paro que le pusieron a este presidente. Va a seguir intentando quitar el programa. Puede apelar la decisión, pero no creo que lo haga antes de las elecciones”, en noviembre.
Con todo y el DACA, cuenta Diana, no es sencillo mantener el estatus, pues se tiene que renovar cada dos años, con una antelación de cuatro meses a la fecha en que se venza.
Además, “el trámite cuesta 495 dólares. Y eso representa un alto gasto, cada año y medio; eso es el equivalente a renta, a la comida” del dreamer en un mes.
“Estados Unidos puede ser el país más rico del mundo y con muchas oportunidades; pero aquí uno se mata ganando el pan”.
LOS SOÑADORES, EL CORONAVIRUS Y LAS PROTESTAS
Estados Unidos todo vive días complicados por la pandemia y sus resabios, tanto como por las protestas que reclaman los abusos policiacos, que han acarreado los asesinatos de varios afroamericanos e inmigrantes.
Son días aciagos y los dreamers, que ahora son la principal fuerza de reflexión social, están muy conscientes de ello.
“Los jóvenes están liderando las manifestaciones, con edades entre 16 a 20 años. Ya se están involucrando en la política, se ve en las protestas recientes, que comenzaron con el movimiento Black Lives Matter (las vidas negras importan).
“Aunque hay mucha tensión –subraya–. En las marchas veíamos que están colocados snipers (francotiradores)”.
Sobre la COVID-19 y sus estragos, Diana Sanchez dice con orgullo que también los dreamers y las organizaciones en que ella participa han estado apoyando a los paisanos que lo necesitan.
“Westchester (en donde está Yonkers) fue el condado con más casos de indocumentados y morenos (afroamericanos) que se murieron. Murieron muchos mexicanos y poblanos, porque nuestra comunidad tenía que ir a trabajar” y se expuso más a los contagios.
Para ayudarlos, relata, “pusimos un fondo para dar a las familias 300 dólares, conseguimos para 100 familias, aunque solicitaron ayuda 178. A las del Bronx, Queens, Staten Island, no pudimos cubrirlas”, dice con un dejo de angustia Diana, la poblana que lidera el movimiento dreamer en su comunidad tiene hoy, entre muchos otros, dos deseos muy claros: que se respete a los migrantes y volver a ver el cielo nocturno lleno de estrellas de Tehuitzingo.
¿Qué pasó exactamente el jueves?
Donald John Trump y sus políticas antiinmigrantes recibieron el jueves un revés de la Corte Suprema de Estados Unidos: determinó que el programa DACA, que evita la deportación de los hijos de inmigrantes, los llamados dreamers, está vigente y no puede ser anulado.
El republicano puede impugnar, pero se espera que, para no abrir un nuevo frente de debate, no lo haga en este año, pues la elección presidencial en la que pretende reelegirse es en noviembre.
Este programa, Deferred Action for Childhood Arrivals, instaurado por Barack Obama en 2012, evita la deportación de los jóvenes inmigrantes indocumentados que se encuentran en territorio estadounidense, les permite buscar trabajo y acceder a los servicios de salud.
Los jueces del máximo tribunal estadounidense concluyeron el pasado jueves 18 que el gobierno de Trump no ha proporcionado una justificación apropiada para rescindir el DACA, que permite la permanencia en Estados Unidos de unas 700 mil personas, de ellas 300 mil se estima que son mexicanas y al menos 50 mil poblanas.
El presidente de la Corte Suprema de Estados Unidos, John Roberts, aseguró que revocar la DACA sería una violación “arbitraria y caprichosa” de una ley federal que regula las agencias administrativas.