Por: Jorge Alberto Calles Santillana
Agobiados por la pandemia, anhelábamos que 2020 llegara a su fin. Los últimos días de diciembre, muy posiblemente, constituyeron la etapa de mayor esperanza que hayamos tenido en mucho tiempo. La vacuna contra la COVID-19 tenía múltiples aprobaciones y se nos decía que en los primeros meses de 2021 llegaría a nuestro país. La salvación, creíamos, deseábamos, dábamos por hecho. Estamos ya instalados en el año de la esperanza y los pocos días que han transcurrido estarían sugiriendo que, tal vez, terminemos por extrañar a 2020
Es 2021 año electoral y no es cualquier año electoral. Es el más importante de los últimos tiempos y como tal tiene que ser entendido. De esa manera, los hechos y las palabras tendrán un significado especial ahora.
Las cosas no arrancaron bien. Es posible, por tanto, que el curso complicado de los procesos sociales que vivimos se torne más problemático a medida que la contienda electoral ocupe la centralidad de la vida política.
Varios temas despuntan ya para marcar el desarrollo del año y las disputas que, sin duda, tornarán más pesado y tenso el ambiente político. La violencia, la pandemia, la crisis económica, la independencia de los órganos autónomos y la relación entre la Presidencia y el INE, entre otros. Me referiré, aquí, a algunos de estos asuntos y dejaré otros para futuras entregas.
El número de homicidios ocurridos el año pasado fue ligeramente menor que el del año anterior. Y enero ha arrancado con números relativamente más bajos que los registrados durante los primeros días del año pasado. Esto, en sentido estricto, es una buena noticia. No obstante, habrá que analizarla cuidadosamente.
La caída de crímenes dolosos podría deberse a la situación atípica en la que se desarrollaron las relaciones sociales debido a la pandemia. O podría estar sugiriendo que tal vez los niveles de violencia empiecen a estabilizarse. De ser cierta cualquiera de estas dos hipótesis, o las dos, tendríamos que reconsiderar nuestro optimismo.
Si la razón de la baja es la pandemia, entonces una vez superada habremos de ver un repunte en los índices de violencia. Si los niveles de violencia han llegado a su máximo, se están normalizando en una meseta de mucha violencia. Cien homicidios diarios no es una cifra que pueda tranquilizarnos. Pero, además, si la cifra general disminuyó, crecieron no obstante el número de feminicidios y el de crímenes de menores de edad.
Es decir, la reducción no es producto de la aplicación acertada de políticas públicas de seguridad. La pandemia está fuera de control. Los números de contagios y de decesos de los últimos días no dejan lugar a dudas. Es muy posible que para mediados de febrero hayamos alcanzado la cifra de 2 millones de contagios y para finales de ese mes, las 200 mil muertes.
No es cuestión sólo de números. La rapidez de los contagios está ya saturando las instalaciones médicas, pone en cada vez mayor riesgo al personal de salud y convierte al oxígeno en materia de primera necesidad pero cada vez más escasa.
Además, el hecho que Ciudad de México sea el principal foco de pandemia tensa la política porque es un enclave electoral importante del partido del presidente. Sectores económicos, como los restauranteros, ahogados por la crisis y sin apoyos que les permitan solventar el proceso, han decidido retar al gobierno de la ciudad; abrimos o morimos, han dicho. Aun, cuando entendible, su posición no deja de ser peligrosa.
La pandemia no cederá con centros de reunión abiertos al público. Por si fuera poco, el incendio en las instalaciones del Metro y la consecuente suspensión del servicio de varias de sus líneas pasa a ser otro factor de riesgo, para la salud y para la política. La crisis económica podría profundizarse por la falta de apoyos fiscales.
Datos del FMI y la OCDE, México es de los países que menos soporte ofreció, apenas 0.4 de su PIB, cuando Chile, por ejemplo, ocupó 5.5. Es en ese contexto en el que se debe entender la rebeldía de los restauranteros y entender los peligros sanitarios que su protesta genera.
La economía se redujo el año pasado un nueve por ciento y los pronósticos de recuperación para éste son de entre 3 y 4. Pero si la contingencia sanitaria no amaina, esos pronósticos podrían resultar exagerados. Este 2021 no arranca bien. Los problemas se volverán más complicados por el proceso electoral especial que viviremos. Tal vez añoremos regresar a 2020.