Asael Nuche / Director de Riesgos de Etellekt @etellekt_ [email protected]
Prácticamente desde su arribo a la Secretaría de Seguridad Ciudadana de la Ciudad de México, con el visto bueno de organizaciones civiles contrarias a López Obrador y otros poderes fácticos, Omar García Harfuch comenzó a trabajar para posicionarse, no como candidato a la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México, sino como futuro secretario de seguridad federal.
Cuando llegó el momento de la salida de Alfonso Durazo de la Secretaría de Seguridad Ciudadana Federal, muchos pensaron que era su turno.
Desde diversos medios de comunicación y desde el Palacio del Ayuntamiento se produjo un fuerte cabildeo para colocarlo al frente de la estrategia federal de seguridad, evidentemente con el visto bueno de Estados Unidos, que esperaba tener un aliado en la cada vez más ríspida agenda bilateral de seguridad.
Sin embargo, desde ese momento sus principales adversarios (tiene más en Morena que en la oposición) comenzaron a advertir el crecimiento del funcionario y provocaron la primera crisis para Omar, al ser publicado su expediente con los resultados de los controles de confianza en los que el resultado fue un contundente: “no cumple con el perfil”, además de exponer sus vínculos con Cárdenas Palomino, exbrazo derecho de García Luna, y con Rosy Orozco, panista cercana a Margarita Zavala y Felipe Calderón.
Fue un golpe tremendo a la credibilidad del mando policial, arropado por la jefa de Gobierno, quien desde su arribo al cargo no ha dejado de meter las manos al fuego por él.
La candidatura de Omar es interesante en varios sentidos: el primero es que es un personaje ajeno a la política y a los grupos de poder de la izquierda que por años han controlado la Ciudad de México con el PRD y ahora con Morena.
El segundo es que desde su llegada a la SSC de la CdMx se estableció una estrategia para posicionar su imagen en la ciudad, lo que le aseguró el liderazgo en las encuestas.
El tercero, que llama la atención, es que Claudia Sheinbaum no forjó alianza con algún liderazgo político de izquierda para construir un sucesor.
Y el cuarto es que a los liderazgos políticos con influencia nacional, como Ricardo Monreal, se les cerró el paso por ser sus adversarios.
En efecto, todo esto se suma a la principal incógnita de la ecuación de la dupla Sheinbaum-Harfuch que mandará Morena: ¿Tiene el respaldo de López Obrador?
Más allá de que ganó el pragmatismo porque, en efecto, como indican las encuestas, necesitan incrementar el voto de Morena en la Ciudad de México para garantizar que su proyecto tenga viabilidad después del 2024, hay algo que no termina de cuadrar. Claudia no sólo ha desplazado de la candidatura a cuadros históricos de la “izquierda” que reclaman el derecho a gobernar la Ciudad de México y por eso se rebelan ante lo que consideran un robo, sino que le está entregando la candidatura a la jefatura de gobierno a una persona que es reconocida y bien vista por los adversarios del presidente.
Además, al ceder la jefatura de gobierno a García Harfuch, Sheinbaum Pardo está plenamente consciente de que lo está posicionando como su sucesor en el 2030.
Pero, ¿qué explica la candidatura de Omar? A Claudia Sheinbaum le ayudaría a recuperar el voto perdido en la elección del 2021 y asegurar la mayoría de Morena en el Congreso de la Ciudad de México, con la finalidad de frenar cualquier intento de la oposición de investigar su paso como jefa de Gobierno de la Ciudad de México en todos los temas en que quedó mal parada su administración.
Empezando por el fatídico derrumbe de la línea 12 y la impunidad a todos los responsables; los recursos públicos de la CdMx desviados a su campaña presidencial; la torpeza de su equipo de salud durante la pandemia entregando ivermectina a la población y la persecución judicial a la que sometió a la oposición.
Asegurar mayoría en el Congreso de la ciudad le garantizaría un blindaje político y judicial indispensable.
Por ninguna razón, la exjefa de Gobierno puede volver a perder la Ciudad de México. Están en juego la viabilidad de su candidatura y la de su presidencia.
Si ganara la oposición, podría poner contra la pared a la futura presidenta de México e incluso –de tener mayoría en la Cámara de Diputados– iniciarle un juicio político.
Con Omar al frente se gana mantener el control de la Ciudad de México y frenar investigaciones contra Claudia, sin embargo López Obrador sabe que también se pierde mucho, pues el control de su proyecto quedaría en manos de una persona totalmente ajena al clan.
¿Obrador avalaría a un candidato a la Ciudad de México sabiendo que no es quien representa ni los intereses, ni la continuidad de su grupo en el poder?
¿Cree Andrés Manuel que Harfuch asegurará hacia el futuro la protección para él y su familia?
Es aquí donde al despejar la ecuación se resuelve la incógnita, pues, como muchos saben, Andrés Manuel López Beltrán es quien decide junto con su padre la repartición de las posiciones de poder.
López Beltrán ha acumulado tanto poder a la sombra de su padre que incluso Marcelo Ebrard, en un intento desesperado por acceder a la candidatura presidencial, le ofreció ser secretario de la cuarta transformación de llegar a ser presidente.
Todos saben dentro de la 4T que nada es aprobado sin antes pasar por su escritorio.
Él pone y quita y, al igual que el resto de los alfiles de la cuarta transformación, Omar tuvo, antes que nada, la aprobación de Andrés Manuel López Beltrán, por eso el día de su ungimiento como aspirante se reunió con él.
López Obrador confía plenamente en su hijo para decidir el futuro político de la familia y ambos saben que no puede quedar en otras manos.
Por lo que la estrategia será usar a García Harfuch para ganar la ciudad; una vez que asuma, deberá nombrar a Andrés Manuel López Beltrán como secretario de gobierno y después solicitará licencia para irse como Secretario de Seguridad Ciudadana de Claudia Sheinbaum.
Así regresará el control del proyecto a López Obrador, dejando a su hijo al frente de la Ciudad de México y como futuro presidenciable en el 2030.
De ganar, López Obrador aseguraría la continuidad de su proyecto hasta el 2036.
Los críticos más acérrimos de López Obrador se equivocaron al pensar que con la dupla Sheinbaum-Harfuch se acaba su proyecto.
Omar G. Harfuch será el instrumento de López Obrador como lo fue en su momento Juanito para que llegara Clara Brugada y como también lo fue el propio Marcelo Ebrard para conservar el control de la Ciudad de México, pues si algo sabe el oriundo de Tabasco es leer bien el ánimo de los ciudadanos de la capital.
La oposición, por otra parte, no supo leer los mensajes del presidente, quien no sólo dijo que había redactado un testamento político durante la pandemia, sino que habría un cambio generacional en la sucesión.
Es claro que el testamento político se refiere a la herencia que transmiten los padres a los hijos y que el cambio generacional no lo representan ni Claudia, ni Omar, sino Andrés Manuel López Beltrán.
Por eso, al presidente no le preocupó que Xóchitl dejara su aspiración a la candidatura a la CdMx, sino que la impulsó para ser la candidata presidencial opositora, creando el vacío que hoy impera en la oposición para pelear por la CdMx.
La oposición se engolosinó y perdió de vista que para retomar el poder de la República, primero hay que conquistar el centro.
Se ve que nunca leyeron las lecciones de El Arte de la Guerra de Sun Tzu.