Notas para una defensa de emergencia
Silvino Vergara Nava / correo: [email protected] / web: parmenasradio.org
El mundo al revés nos entrenta para ver al prójimo como una amenaza y no como
una promesa, nos reduce a la soledad y nos consuela con drogas químicas y amigos
cibernéticos
Eduardo Galeano
En esta penúltima semana de agosto de 2021 un huracán cruzó la mitad del territorio nacional, recibiéndolo de frente los municipios del norte de Veracruz, estado tan próspero por su gente y sus tierras, pero maldecido por los huracanes y demás tormentas. Precisamente, esta vez hubo miles de damnificados y no hay justificación para olvidarse de ellos por esta tragedia ambiental y dejar que se las arreglen como puedan.
En tanto que miles de personas están a su suerte en el estado de Veracruz, sin recibir auxilio de sus propias autoridades locales, menos aún de las estatales y federales (como se aprecia en los diversos medios de comunicación), se observa lo que sucede prácticamente al otro lado del mundo con Afganistán, cuya población, en gran parte, está arreglándoselas para salir del país como sea. Nación que, durante mucho tiempo, ha sido, desafortunadamente, el patio de la guerra fría que hubo entre Estados Unidos de América y lo que fue la URSS.
Guerra fría que inició con el lanzamiento de las bombas nucleares en Hiroshima y Nagasaki, donde causó miles de muertes y dejó muchos damnificados, y terminó, aparentemente, el 6 de noviembre de 1989 con el emblemático derrumbe del muro de Berlín.
Ahora bien, resulta que, durante todo ese tiempo y hasta estas fechas, Afganistán siempre ha sido un espacio de lucha permanente entre las superpotencias; razón de tantos estragos y sufrimiento para su población, como está sucediendo actualmente con la migración masiva, desesperada y bronca observada en los últimos días.
Ante estos dos sucesos tan dramáticos, México abrió las puertas para algunos damnificados de Afganistán. Por ello, en los medios de comunicación aparece la llegada de los pocos migrantes de aquel país al aeropuerto de Ciudad de México siendo recibidos, desde luego, por el titular de la Secretaría de Relaciones Exteriores de México con rueda de prensa incluida y demás parafernalia como un acto simbólico de nuestra nación de que, efectivamente, da la ayuda que ese país asiático ha requerido siempre.
Sin embargo, en tanto que se presencian estos hechos simbólicos y se da la apariencia de que México es una nación solidaria ante el dolor de otras naciones, en nuestro propio territorio, con nuestra propia gente, no se está materializando la ayuda humanitaria y urgente que se requiere en estas regiones.
Como siempre, la ayuda llega a cuentagotas y con tantos procesos burocráticos que, cuando se instala en el lugar de destino, ya es demasiado tarde.
En el conocimiento popular hay un refrán que cita: “candil de la calle, obscuridad de tu casa”, que significa que siempre se solidariza hacia lo externo, hacia afuera, pero se olvida de la casa, de lo propio; y esto es lo que parece suceder en nuestra nación: se sabe de alguna desgracia humana externa y ya se está alistando para asistir a los afectados, por lo menos, de forma simbólica, como fue el caso de Cuba o, recientemente, de Haití, mientras que en nuestra propia nación no podemos con tantos problemas y necesidades que se nos cruzan día a día, respecto de los que lejos de encontrar una solución, se observa más largo el crudo horizonte.
Desgraciadamente, se le dio prioridad a lo más emblemático que a la realidad de lo que sucede en nuestra nación, pero, desdichadamente, esto no es nuevo, sino que es un comportamiento muy común de nuestros gobiernos en todos sus niveles, que debería empezar a ser reprochado, porque las condiciones del país no están para esas ayudas hacia el exterior, en tanto que no resolvemos nuestros problemas, que no son cualquier cosa y que, desafortunadamente, se están dejando pasar con el riesgo de que se vayan agravando con el paso del tiempo.