Notas para una defensa de emergencia
Silvino Vergara Nava / correo: [email protected] / web: parmenasradio.org
En los últimos años, hemos vivido en cuarentena, en la cuarentena política, cultural e ideológica […] así como en la cuarentena de la discriminación. La cuarentena causada por la pandemia es, después de todo, una cuarentena dentro de otra.
Boaventura de Sousa Santos.
Después de 10 meses de pandemia, de encierros y restricciones en las naciones del mundo, pareciera que no hay más alternativa que morir de covid-19 o de hambre. Se ha evidenciado que las políticas públicas europeas de “enciérrense”, las cuales han cundido en todo el mundo, no es la alternativa para los países de América Latina, pues en vez de ser una solución, por el contrario, está causando más daños.
Sin embargo, nuestros políticos y tecnócratas siempre se han encargado de emular a los europeos, incluso desde nuestras independencias políticas en el siglo XIX cuando, evidentemente, no es recomendable instalar todo lo europeo en estos países nuestros, a los que llaman “subdesarrollados”, “del tercer mundo” y, como van las cosas, “del quinto”.
Es un hecho notorio que el confinamiento europeo viene aparejado de apoyos económicos a la población, sobre todo, a la clase media y baja. Actuar que ya, con el paso del tiempo, se está volviendo insuficiente; pero allá ellos y sus malas cabezas de mantener esa sujeción estricta de inmovilidad europea.
Posiblemente, el confinamiento para combatir el virus también iba aparejado con el combate contra la población, cuyas últimas demostraciones antes del confinamiento pueden ser leídas, simplemente, en los diarios de hace un año aproximadamente (de los días de enero, febrero o marzo de 2020), cuando se estaban conformando, semanalmente, marchas, protestas y manifestaciones en diversas ciudades europeas, organizadas y conformadas, ya no por los revoltosos de siempre, sino por la propia población civil.
Se veía un combate ciudadano ante los sistemas democráticos “representativos”, que ya no representan nada, como los partidos políticos y también contra las grandes compañías transnacionales, particularmente, las instituciones financieras que están ahorcando a la población con los altos intereses para otorgar créditos. Así, un buen antídoto para esa rebelión civil fue el confinamiento europeo.
Los confinamientos europeos, en esta región de América Latina, se llevan a cabo sin apoyos económicos, pues los gobiernos no cuentan con las capacidades financieras europeas, como es de entenderse. Desde luego, en ciertas ocasiones, sí hay ciertos apoyos “centaveros”, que no alcanzan para absolutamente nada y no son sino simples paliativos.
Además, aquí no se puede otorgar semejantes apoyos, como sí se hace en las estructuras de los países europeos, porque no hay control de la población para ello, es decir, hay una gran cantidad de población en esta región que vive de la economía informal, por lo que no puede ser visualizada por las instituciones oficiales.
Por ende, no hay forma de organizar ni repartir esos apoyos. Es más, todavía existe población que no cuenta, por lo menos, con actas de nacimiento o registros oficiales. De modo que no hay forma de dotarla de dichos subsidios.
Este confinamiento en América Latina, copiado de los países centrales, se trata de impedir, simplemente, que las personas salgan a la calle. Por tanto, se clausuran locales, bodegas, negocios con la anuencia de los temerosos jueces, que no saben qué hacer al respecto cuando se reclaman estas arbitrariedades.
Obviamente, no tienen la preparación jurídica suficiente para tomar una decisión apropiada. En tanto, otras medidas latinoamericanas, como restringir horarios de los comercios, negocios y locales, son más absurdas que el propio confinamiento, pues restringirlos provoca la aglomeración de las personas en esas pocas horas permitidas.
En lugar de esto, mejor hubiera sido considerar, por simple sentido común, horarios aún más prolongados.
También se dieron otras políticas #concienzudas”, como sucedió en el Estado de Nuevo León, sancionar con el arresto el saludo de beso.
En fin, seguir esta serie de indicaciones europeas demuestra que continuamos, como ha sucedido desde el siglo XIX, importando de los países centrales hasta las ideas que no pueden ser compatibles con nuestras realidades, que –en este caso de la pandemia– lo único que están provocando es no acabar con el virus, sino con la población.