Por: Manuel Martínez Benítez/ @manuelmtzb
El proceso llevado a cabo el 3 de noviembre de 2020 en los Estados Unidos de Norteamérica es una elección del todo atípica.
Es atípica por la pandemia provocada por la COVID-19, las restricciones para realizar campañas y las votaciones durante este proceso; es atípica por la enorme cantidad de estadounidenses que acudieron a emitir su voto, más allá de la pandemia en la que estamos, y demostraron interés e involucramiento.
Atípica, por los 100 millones y poco más de electores que fueron a votar de forma anticipada (ya sea por correo o en las casillas electorales previamente colocadas); atípica porque al término del “súper martes electoral”, como se le conoce en la Unión Americana no se conoció un claro ganador de la presidencia (como pasó en el 2000); atípica por el personaje tan peculiar y polarizante que ocupa la silla presidencial en la Casa Blanca; atípica por la edad de ambos participantes al cargo de (77 años para Biden y 74 años para Trump). Pero también hay que decir que fue una elección que tuvo y tiene un tono de sorpresas.
Las encuestas (puestas de nuevo en duda) se dice que fallaron, los analistas que vaticinaban una ola azul que arrasaría a Trump y el Partido Republicano también fallaron; los medios de comunicación que apostaban tener un claro ganador y cerrar sus transmisiones con un gran anuncio también fallaron; los mismos candidatos, sus campañas y sus partidos fallaron en poder terminar de convencer a una clara mayoría a su favor y de esa forma derrotar claramente a su opositor.
Como podemos ver, estimado lector, hubo una serie de fallas en la elección, pero esto no es del todo correcto. Si bien algunas encuestas daban más de siete puntos de ventaja a Biden sobre Trump al cierre de la campaña sí fallaron por varios puntos, otras como las de Ramusen o las de NBC, daban entre uno y cuatro puntos de ventaja al cierre.
Tal vez fallaron de mayor forma las páginas que recopilan encuestas y hacen un promedio. Y nosotros, analistas y encuestadores externos, fallamos en leer esto de forma más profunda y entender que podría haber menores ventajas. También el decir que hubo fallas en los analistas que vaticinaban una ola azul es verdad en parte o mentira en parte.
Hasta el momento, lo que podemos ver en un inicio en los datos, es tal vez (y lo digo como hipótesis) una ola azul que votó de forma anticipada por Joseph Biden, pero lo que no se previó fue una ola roja que votó por el Presidente Trump el día de la elección, preocupada por su “establishment” o por los temas económicos o mostrando su forma de pensar.
Pero si usted me pidiera algunas ideas a bote pronto de lo que me deja esta elección, podrían ser que este proceso clarificó la enorme volatilidad política y social que se vive en este mundo de pandemia en la Unión Americana y que posiblemente pueda llegar a afectar varias otras elecciones en los meses venideros en todo el mundo.
También me deja claro en lo personal que debemos de analizar con mucho más rigor los modelos que usamos para encuestar, los que nos dedicamos a esto, buscando más a fondo la explicación de lo que está pasando en la sociedad; que los medios de comunicación deben (y tal vez los encuestadores imponernos con más fuerza) dejar de ver a las encuestas como una sola pregunta (quién va a ganar), como una bola de cristal y deberían comenzar a presentar (si es que se debe presentar) mucho más preguntas que hacemos los encuestadores para no solo ver la carrera de caballos (¿quién va a ganar?) sino el contexto en el que se está desarrollando la elección y detectar posibles temas que puedan cambiar la percepción de estas variables de triunfo electoral.
Pero, sobre todo, me deja una enorme preocupación que, en este mundo tan complicado, hay una enorme polarización en la sociedad estadounidense, y podríamos decir que en muchas de las sociedades de los diferentes países que forman este mundo. Esto queda claro al ver que prácticamente la mitad de los electores votaron por una opción más “moderada” pero otra mitad votó por una opción mucho más “agresiva, beligerante e intolerante” y nos muestra esos dos rostros de nuestros vecinos.
Esta polarización o división queda demostrada al ver el mapa electoral: hay estados donde hubo una clara ventaja y en varios otros hubo o hay de verdad una verdadera batalla voto por voto. Pero es más claro aún al ver los resultados de la elección por condado en cada Estado, y aquí les dejo dos ejemplos.
En el primer mapa tenemos el resultado electoral en California, donde Biden gana claramente a su oponente, pero hay condados (digámosle nuestros municipios) que gana Trump. En el mapa de Florida ganó Trump. Vemos que hay condados que gana pero otros fueron para Biden.
De la misma forma, vemos el mismo efecto en mapas de Texas y del estado de Nueva York, y llama mucho la atención que en estos y casi todos los restantes, los condados que gana el demócrata Biden son urbanos y los que gana el republicano Trump son los rurales.
Esta es una de las muchas formas en que podemos ver la polarización que se vive en estos momentos en los Estados Unidos. Pronto veremos encuestas que nos demostrarán claras estratificaciones por género, composición étnica y escolaridad y las diferencias que dividen y se viven en la Unión Americana, y que nos dejan una importante necesidad de reflexionar si estas polarizaciones sólo son allá o qué tanto se replican en el mundo y en nuestro México, y qué tanto nos aportan como sociedad o si es hora de tener líderes y sociedades con firmes convicciones pero con claras muestras de apertura y tolerancia.