Dr. José Manuel Nieto Jalil
Director del Departamento Regional de Ciencias en la Región Centro-Sur Tecnológico de Monterrey Campus Puebla
El año 1905 está coloreado de romanticismo en la imaginación de todos los físicos del mundo. Marca la irrupción de alguien que revolucionó los conceptos fundamentales de la física desde una oficina de patentes en Berna.
Albert Einstein lo hizo aquel año, que hoy vemos como milagroso, en conformidad con la profundidad de muchas de sus ideas.
El físico Einstein constituye uno de los íconos más reconocibles del siglo XX. Su cabellera gris alborotada y su enigmática fórmula E = m C2 son un sinónimo de genialidad y una reivindicación del poder de la ciencia.
Su famosa cita “Dios no juega a los dados” o la idea de la relatividad del espacio-tiempo apasionan y están profundamente arraigados en la cultura popular, aunque en el fondo no sean bien comprendidos.
El próximo domingo, 6 de noviembre, se cumplen 103 años de que fuera publicada la primera demostración experimental de la Relatividad General que desbancó los postulados de la gravedad de Isaac Newton.
A partir de ese lunes, el físico alemán se convirtió en uno de los personajes más famosos, sin que todavía se comprenda por qué. Ese día, las conclusiones de un encuentro conjunto de la Royal Society de Londres y la Royal Astronomical Society convirtieron al que había sido un empleado de una oficina de patentes en una figura de fama mundial. El tiempo lo convertiría en ícono de la ciencia y del pasado siglo XX y el actual siglo XXI.
También, hace 103 años, pero un 29 de mayo de 1919, se produjo un eclipse. Pero no fue uno cualquiera. Aquél probó por primera vez que los revolucionarios postulados del físico Albert Einstein eran ciertos y tal como hacíamos referencia fueron publicados casi seis meses después.
Estos resultados suponían una revisión total de las teorías del mismísimo Isaac Newton, el científico más importante hasta esa fecha. La nueva teoría de la gravedad, ahora reformulada como de la Relatividad General, marcaría un antes y un después del conocimiento del Universo por parte de la humanidad.
Albert Einstein esbozó por primera vez su teoría de la Relatividad Especial en 1905 sin mucho éxito. Una década después, en 1915, con la teoría de la Relatividad General llamó la atención de toda la comunidad científica.
Cuatro años después, los investigadores sir Frank Watson Dyson y sir Arthur Stanley Eddington pudieron realizar mediciones en un eclipse total, las cuales sirvieron para demostrar que Newton se equivocaba y Einstein tenía razón.
Einstein ya había argumentado que su teoría explicaría la anómala órbita de Mercurio, que no respondía a la idea de Newton, pero sí encajaba perfectamente en la de la Relatividad General.
Adicionalmente había predicho, con irrefutables argumentos matemáticos, que la luz de las estrellas que pasa por el Sol mientras viaja a la Tierra se desviaría ligeramente por la gravedad del astro rey. Para probar esto, sugirió tomar fotografías durante un eclipse solar total, cuando las estrellas que rodean el sol se hacen visibles durante unos minutos. Esperaba que estas fotos revelaran un desplazamiento en la posición de las estrellas en comparación con las imágenes de los mismos cuerpos cuando ya no están cerca del Sol.
Sin embargo, de acuerdo con la teoría óptica y gravitacional estándar de la época, desarrollada con base en las ideas de Newton, la luz debe viajar en línea recta, por lo que el sentido común de la época hacía dudar de lo escrito por el físico alemán.
La luz no tenía masa, por lo que, en teoría, no podía ser desviada por la gravedad como sí lo haría una pelota de tenis que golpea una red y la deforma en forma de arco.
Su argumento fundamental se desviaba de la manera en que lo hizo Newton, que relacionaba la fuerza de gravedad directamente con las masas de dos cuerpos. Él postuló que el gran campo gravitatorio del sol en realidad curva el espacio-tiempo a su alrededor, lo que significaba, en términos prácticos, que los rayos de luz tendrían que viajar en caminos curvos a medida que pasaban cerca de cuerpos tan masivos como nuestra estrella, pero faltaban pruebas experimentales.
Fue así que la medición realizada hace 100 años y publicada un 6 de noviembre constituyeron la primera demostración experimental que confirmaba la Relatividad General, un marco teórico y matemático que dibujaba un nuevo universo, uno donde el espacio-tiempo se curva y es relativo, la masa y la energía son equivalentes y los fotones son a la vez partículas y ondas.
El 7 de noviembre, los periódicos, catapultaron al físico alemán hacia la celebridad. A partir de ese momento ocurrió un milagro, o como un científico diría, algo extremadamente improbable: medio mundo, desde los conductores a los camareros, empezó a opinar sobre la validez de Relatividad o a rezongar sobre quién era capaz de comprenderla. La incomprensibilidad de la teoría de Einstein para muchos se convirtió en su punto fuerte. La multitud permaneció siguiendo a Einstein, pero quizás no para comprender el espacio-tiempo curvado, sino para estar en la presencia de alguien que aparentemente sí comprendía esa elevada materia.
El marco físico de Isaac Newton se hizo insuficiente para explicar el comportamiento de las masas más inmensas. Quedaba atrás un mundo dominado por la armoniosa Mecánica; a partir de entonces, y a la vez que se consolidaba la Mecánica Cuántica, comenzó a nacer un mundo caótico e indescifrable donde el humano se siente pequeño. Uno donde caben un Big Bang y miles de millones de galaxias.
La Relatividad de Einstein es una reformulación y un replanteamiento de los fundamentos de la Física. Como él dijo, una creación de la mente humana, basada en fenómenos, cálculos y datos experimentales. Gracias a eso, la ciencia sigue avanzando. El gran sueño de Einstein, el de crear una teoría unificada para incorporar la gravitación, la Relatividad y la Mecánica Cuántica, no ha sido posible todavía. Pero sus predicciones, algunas de la cuales ni siquiera él pensaba que se pudieran comprobar por medio de experimentos, se han podido demostrar. Así ha sido cómo se ha comprobado la existencia de las lentes y las ondas gravitacionales. En definitiva, gracias a Einstein sabemos el enorme poder que tiene un simple rayo de luz.
El Premio Nobel de Física de este año se lo entregaron a los investigadores Alain Aspect, John Clauser y Anton Zeilinger por sus innovadores experimentos sobre el entrelazamiento de los estados cuánticos, según los cuales dos partículas se comportan como una sola unidad incluso cuando están separadas.
Sus resultados han servido y servirán para desarrollar nuevas tecnologías basadas en información cuántica, una idea en la que Einstein no creía. Cuando se refería al entrelazamiento o enredamiento cuánticos solía decir que era una idea poco aceptable. La frase con la que calificaba a este fenómeno ha cobrado popularidad: es una acción fantasmagórica a distancia.
Hoy, sin embargo, es una realidad.