Notas para una defensa de emergencia
Silvino Vergara Nava / correo: [email protected] web: parmenasradio.org
Liberalización de las barreras a la inversión extranjera directa, privatización de las empresas estatales… Desregulación: abolición de regulaciones que impidan el acceso al mercado o restrinjan la competencia
Consenso de Washington
Con lo que se observa en los últimos años en los medios de comunicación, podemos decir que cada día el Estado se minimiza más por las presiones internacionales y por la impotencia de sus dirigentes, por la ausencia de alternativas al sistema capitalista financiero, por la impotencia de la academia que no encuentra otro camino para la humanidad y, por ende, la respuesta y evidencia es contundente: el Estado se ha minimizado a lo largo y ancho del mundo occidental. Hoy no podemos visualizar gobiernos fuertes, salvo algunas excepciones como son Estados Unidos, Alemania, Gran Bretaña, Rusia y China, desde luego con sus reservas. Sin embargo, de allí en fuera no hay más que Estados bastante débiles que se han estancado en puras decepciones para su población, al grado en que han llegado a convertirse en meros “clubes sociales de caridad”.
Los clubes de caridad, como son conocidos usualmente, son organizaciones creadas por la sociedad civil para ayudar en algún punto particular, como es el caso de hospitales, orfanatos, asilos, escuelas, etc., que ayudan a los más necesitados. Por esta razón, están conformados, en la mayoría de las ocasiones, por personas de clase alta y clase media, que pretenden a través de esas organizaciones ayudar a los más necesitados de la sociedad, otorgando becas estudiantiles, desayunos, alojamiento, medicina y atención médica. Pero al final quedan en eso, en apoyar a un mínimo sector de los más necesitados, desde luego que es loable hacerlo, sin embargo, también es cierto que no cuentan con la capacidad de poder expandirse o ayudar de mejor forma. El firme propósito y la buena voluntad está a prueba de todo, es un esfuerzo de la sociedad civil por beneficiar a su propia población.
El problema que nos ocupa es que pudiera pensarse que el Estado y sus instituciones en los últimos tiempos se ha minimizado tanto como para llegar a ese extremo, es decir, a compararse con esos clubes sociales, organizaciones, asociaciones de la sociedad civil de caridad, incluso pareciera concretamente que esa persecución tributaria en México a las asociaciones de ese tipo, con tantas reformas federales, da a entender que los ven como competencia política, más que otra cosa, y que han disfrazado esas modificaciones legislativas en que se trata de organizaciones que lavan dinero, que realizan actos de elusión y defraudación fiscal, lo cual a leguas se sabe que no representa ni el cinco por ciento de ellas, que la mayoría de éstas son creadas con esos propósitos de ayuda a los mas necesitados. Pero las reformas fiscales de los últimos cinco años están encaminadas a presumir esos malos propósitos, que no hay forma en que las autoridades fiscales y los legisladores cambien de opinión, quizá porque no las conocen o, bien, porque se están convirtiendo en la competencia de las funciones del propio Estado.
Y es que si observamos cuáles son las funciones del Estado actual ante las crisis económicas recurrentes, ante las inflaciones, y ahora la estanflación, ante la impotencia de promover el empleo, ante la ausencia de dotar de esperanza a su población, y la incapacidad de hacer frente a los problemas de inseguridad pública y del combate a la corrupción, se puede mostrar que los Estados de las naciones del mundo occidental se minimizaron.
Por ello es que podemos observar con claridad que se ha minimizado el Estado al grado de tratarse de simples instituciones que da la impresión de que realizan funciones de caridad y la prueba más clara se da cuando pasan las tragedias como terremotos, inundaciones, huracanes, erupciones de volcanes, etc., lo que hacen los Estados en cualquier nivel de gobierno es estar prestos como si se redujera su función a un cuartel de bomberos, una vez que se presentó el daño o la catástrofe salen prestos a ayudar a los damnificados, a los sobrevivientes, y entonces es allí en donde se observa el poder del Estado, y se reduce entonces como en muchas organizaciones de caridad en ayuda de ocasión, y prestos para la siguiente alarma, cuando el Estado no está para solamente resolver esos problemas. En primer lugar, está para evitarlos o bien, aquellos desastres naturales que son impredecibles por lo menos contenerlos o medir los riesgos, pero tampoco es solamente esto, el Estado está para administrar justicia entre su propia población, en trabajar por una sociedad más pacífica, en dotar de oportunidades a la población, en sembrar esperanza a la ciudadanía.
Por ello es que se inventó en el mundo moderno la seguridad jurídica, que no es otra cosa más que sembrar esperanza en la población al establecer en las leyes que es lo que está prohibido, obligado y permitido para que toda la población sepa a qué atenerse en sus conductas futuras y qué es lo que tiene la libertad de poder hacer sin que el Estado interrumpa sus horizontes.
Podemos decir que el Estado está limitadísimo con el sistema actual que nos gobierna, por ello es que se puede emular a un club social o una estación de bomberos que llegan cuando ya pasaron los desastres, a veces… sí para ayudar, pero en ocasiones para justificar su existencia, pues de la economía, del desempleo, de la inseguridad pública, de la ausencia de justicia, de la falta de seguridad jurídica, de la falta de esperanza, que el libre mercado se encargue de ello.