Ramsés Ancira / @ramsesancira
La definición clásica de Comunicación es un intercambio de mensajes entre un emisor y un receptor. Con una conferencia diaria de más de dos horas, Andrés Manuel López Obrador,sería un excelente comunicador, pero como sólo habla y no escucha, en realidad es el peor, al menos desde que este reportero tiene memoria, y no es una memoria corta, porque he cubierto ocasionalmente o con cierta permanencia las administraciones federales desde el expresidente José López Portillo hasta la de Enrique Peña Nieto e inclusive esta.
Cuando el PRI mataba periodistas, como sucedió con Manuel Buendía, yo tenía una estrategia que nunca fallaba: si el Estado Mayor Presidencial no me dejaba pasar a un evento –quizá porque me habían comisionado de último momento o no era el reportero de la fuente–, yo gritaba“¡Están agrediendo a la prensa! Como evitar escándalos era prioritario, mi única arma visible era mi gafete de periodista, acababan cediéndome el paso, con tal de que me callara.
La ocasión más reciente fue con Enrique Peña Nieto, en un evento en los Pinos al que me pidieron acudir como corresponsal de Hispan TV. Si el lector me juzga como un irrespetuoso de la autoridad o un abusivo del “cuarto poder”, está en todo su derecho, pero se lo cuento tal como ocurrió.
Estaba alzando la voz cuando llegó el entonces gobernador de Guerrero, René Juárez Cisneros y me pidió cordura. Yo estaba tan enojado que no sé exactamente lo que le contesté, pero fue algo así como que a nadie le interesaba lo que dijera el presidente, que yo estaba ahí para cubrir una orden y no por gusto, al final pasé.
En otra ocasión cuando Andrés Manuel López Obrador estaba en su segunda campaña presidencial me pidieron solicitarle una entrevista exclusiva. Mi primer intento fue en un evento en Coyoacán, su jefe de prensa, César Yáñez –al que conocía desde que su jefe trabajaba como jefe de gobierno de la Ciudad de México– me invitó para acercarme personalmente a pedírsela.
Como el entonces candidato estaba sentado en primera fila en un evento de proselitismo, cuando me le acerqué de frente para hablar con él, noté que tapaba la visión de las personas que se encontraban en las sillas de atrás, así que me puse en cuclillas. De inmediato López Obrador me extendió el brazo para ayudarme a levantar y pidió que me cedieran una silla junto a él: “Póngase de acuerdo con César” me dijo amable, pero pasaron meses sin que recibiera respuesta.
Un día me llamó César Yáñez para decirme que había una oportunidad durante una gira por Puebla y Veracruz, lo perseguí todo el día en carreteras y mítines, pero siempre se retrasaba en sus actos de campaña y salía corriendo al siguiente.
Tampoco pudimos entrevistarlo en esa ocasión.
Esa noche mi equipo de producción y yo pernoctamos en el puerto y seguimos asistiendo a los mítines sin poder hablar con él. Mi asistente se jugó la vida al volante hasta el aeropuerto de Veracruz.
Hasta que mi camarógrafo y yo lo sorprendimos al bajar de su auto en un carril de descenso, mientras salía su avión, él y su entonces compañero Dante Delgado me concedieron la anhelada exclusiva.
¡Ah, pero ese era otro López Obrador y no el más presidenciable de los candidatos que ha tenido México en el último medio siglo!
Todos estos antecedentes vienen a cuento porque el empresario y activista de Quintana Roo, Carlos Mimenza Novelo, dijo en una conferencia de prensa celebrada el 28 de octubre (ignorada por casi todos los grandes medios de comunicación) que está cansado de mandarle a Jesús Ramírez Cuevas –vocero de López Obrador– información sobre los asesinatos y desapariciones que ocurren a diario en su estado, detrás de los cuáles se encuentra la policía, misma que fue integrada con el cartel morelense de Los Rojos y ataviada con uniformes, por lo que ahora pueden secuestrar, violar y matar, con placas y toletes que les proporciona el gobierno estatal.
El actual gobernador de Quintana Roo, es Carlos Manuel Joaquín González, medio hermano del exsecretario de Energía de Enrique Peña Nieto y expresidente del Partido Revolucionario Institucional (PRI), Pedro Joaquín Coldwell.
Mimenza Novelo dice que Joaquín González es “asesino, extorsionador e invasor de terrenos, involucrado con el narco”, y las pruebas fueron entregadas tanto a Alfonso Durazo, Secretario de Seguridad Pública (a punto de dejar la dependencia para convertirse en candidato a la gubernatura de Sonora) como a Jesús Ramírez Cuevas, vocero del presidente Andrés Manuel López Obrador, imposible que el presidente las ignore.
El empresario y activista por los derechos humanos sostiene una fundación para la atención de niñas violadas y sujetas al comercio sexual, problemática en la que –según Mimenza– Quintana Roo ocupa el primer lugar en el país.
Entre muchas acusaciones, asegura que una persona de Tulum, llamada Héctor Valdez fue amenazado de muerte por el gobernador, y luego golpeado por la policía enfrente del director de Seguridad Pública de Quintana Roo, Alberto Capella.
En ese estado todos los días se padecen extorsiones, secuestros y desapariciones forzadas, pero no se habla de esto porque los medios son “callados a punta de billetazos”, dijo Mimenza, quien agregó que el 95% de los informativos locales están al servicio del gobernador” y la prensa nacional tampoco presta atención a la problemática.
El cobro de piso a los empresarios y los pequeños comerciantes –dice el empresario y activista– es realizado en su mayoría por personal de Seguridad Pública de Quintana Roo.
Capella –agrega el denunciante–, llegó al estado precedido de acusaciones de corrupción en Tijuana y Morelos.
El propio gobernador de este último, Cuauhtémoc Blanco, le advirtió a Carlos Manuel Joaquín los riesgos de darle ese puesto. Sus advertencias fueron desoídas.
Como consecuencia, Capella importó de Morelos a integrantes de la organización delictiva “Los Rojos”, involucrada en la desaparición de los estudiantes de Ayotzinapa, y los vistió de policías que se dedican al secuestro, como el del comisario ejidal de Playa del Carmen, por quien pidieron un cuantioso rescate.
Según el denunciante,opera de la misma forma en Quintana Roo, desde la Ciudad de México, la banda criminal llamada Unión Tepito. Además, acusó al gobernador de tener como secretario particular a Oscar Montes de Oca, quien antes fue Secretario de Turismo y despojó de sus tierras a varias personas en Tulum, acusándolos falsamente de distintos delitos que los mantienen en la cárcel.
Tulum, será una de las estaciones más representativas del Tren Maya, por lo que algunos de los principales beneficiarios serán los que inventaron falsos culpables, para apoderarse de sus tierras.
Toda esta información le ha sido proporcionada a López Obrador, pero en dos años no ha actuado al respecto, por lo que hace dos semanas decidieron formar un grupo de autodefensas en Tulum, que ya tuvo su primer éxito: la captura de un falso Guardia Nacional, que se dedicaba al cobro de piso.
Si el presidente López Obrador no hace nada para detener los delitos atribuidos al gobernador y a su secretario de Seguridad Pública, varios empresarios, que ya antes habían apoyado al doctor José Manuel Mireles en Michoacán, están dispuestos a financiar autodefensas en los once municipios de Quintana Roo.
Así que ,además de los gobernadores del PRD, PAN, Movimiento Ciudadano y el independiente de Nuevo León, quienes integran la alianza federalista, mayoritariamente en el norte del país, el presidente tendrá que sumar la inconformidad de empresarios organizados en el sureste, indignados por las mujeres violadas y las personas despojadas de sus tierras, quienes no sólo pagan para denunciar en el Ministerio Público, tampoco tienen seguimiento a sus demandas.
¿Se acordará el presidente López Obrador que en 1847 en Zacatecas, uno de los estados con más recursos económicos y militares se negó a participar en la defensa de la nación durante la invasión de Estados Unidos?
Hoy el gobernador de Durango dice que: “El diálogo deberá ser el único instrumento que nos ayude a resolver puntos de vista distintos. Coincidimos en que a México y a nuestra entidad les vaya mejor. Confiamos en la sensibilidad del presidente”.
El problema es que para dialogar se necesitan al menos dos; pero como ahora López Obrador solo sabe hablar, y no escuchar, porque –según él– se trata de maniobras electoreras, los ciudadanos tenemos que rezar para que sus datos sean ciertos y la cuarta transformación no consista en una nueva fragmentación, como pasó con Texas, antes de perder dos millones de kilómetros cuadrados que hoy ocupan California, Nevada, Utah y Nuevo México.
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