Por: Daniel Aguilar Twitter: @Danny_aguilarm
2, 2 y 2
Finales de los noventa y principios del nuevo siglo, aquella época dominada en su totalidad
por los pupilos de Joe Torre. Ellos ya tenían mi respeto, qué “pero” le podías poner a los
Yankees, sin embargo, yo simpatizaba con los Medias Blancas de Chicago.
Por muchos años, he seguido muy de cerca al Imperio del Mal, está de más decir que mi gusto por la novena a rayas nació simplemente por ver la clase de jugador que era dentro y fuera del terreno, Derek Jeter, por siempre mi Capitán América. Pero hoy, quiero hablarles del que fuera mi primer equipo y que recuerdo con gran cariño.
El mundo se globalizaba muy rápido gracias al uso del internet, por siempre, en casa veíamos los juegos por Televisa narrados por “los tres amigos”. Las cadenas deportivas nos acercaban aún más al mejor beisbol del mundo. En Fox estaba Tito Fuentes, “el único que sabe de beisbol, porque jugó beisbol”. Y en ESPN, bueno, el eterno “no, no, no, no, no, no” del señor Jérez.
En el mundo de los videojuegos, 989 Sports nos traía una entrega más de la saga MLB vía Play Station, lo que hoy conocemos como The Show, recuerdo el juego de mi hermano: el MLB 2000 con Mo Vaughn en portada. Ahí me desarrollé como estratega, diría Ozzie Guillén “partido apretado, nadie me lo gana”.
Jugar con los Yankees era relativamente sencillo, abrías con Clemens o Pettitte, buena salida, un par de batazos del que fuera y lo terminaba Mariano. Tan sencillo como hacerlo hoy. Pero me gustaba jugar con los patipálidos y les tomé cariño. Un gran equipo, con uniforme rayado como los Yank’s, gris en la visita y uno alterno con el jersey negro.
Un bateo impresionante, nada le dolía a la ofensiva a ese equipo. Pero en el pitcheo, no había mucho de dónde elegir, si James Baldwin tenía un mal día tenías que echar mano de todo el bullpen y no era muy alentador que digamos. Y sí, por un videojuego me encariñé con los Medias Blancas, conocí más su roster para saber con qué podía competirle a los Yankees, los Marineros y los Atléticos. Ahí entendí lo que olvidamos constantemente: el beisbol se gana con pitcheo, no hay más.
Pero les tomé cariño, recuerdo en la receptoría a Charles Johnson, con poder para ponerla detrás de la barda o el mismo Sandy Alomar Jr, aunque no convencían. A mí me gustaba tener detrás del plato a Frank Thomas, que no era receptor, pero era mi equipo y metía a quien yo quisiera: excelente reflexión para cuando queremos jugarle al manager desde la comodidad de nuestro sofá. Thomas, el Gran Dolor, cuarto tolete y el mejor bateador designado en la historia de la pelota.
Pero bueno, los fanáticos de moda de los patirrojos no están listos para esta conversación. En primera, el líder Paul Konerko, quien después de convirtiera en capitán del equipo. Ese tipo de cosas que inspiró Yankees con Jeter. Al igual que Reales con Mike Sweeney o los BoSox que le pusieron una ridícula C en el pecho al viejo Jason Varitek, en fin, como diría la canción “qué lindo sería parecerme a mí papá”.
El cuadro, lo completaba con Ray Durham en la segunda base y quien abría el lineup, en el campo corto José Tony Valentín, excelente bateador ambidiestro. Y en la esquina caliente me gustaba poner a jugar a todos, Hebert Perry no era de mi agrado y por ahí pasaron Greg Norton, Tony Graffanino, muy constante Joe Crede, por qué no Frank Thomas o uno que otro refuerzo.
Los jardines, eran una maravilla y parte medular a la ofensiva. Mis tres guardabosques eran inamovibles con el Caballo de Panamá, Carlos Lee en el izquierdo. Chris Singleton en el central y en el derecho Magglio Ordoñez, el Caribe Mayor. Los tres jugaron siempre, en aquel tiempo que los videojuegos no eran sumamente reales y no existían las lesiones. Y si necesitaba un emergente zurdo tenía a Harold Baines. Fiel al estilo de la vieja escuela, me casaba con un lineup, rara vez le movía. Durham y Singleton abrían la alineación, su misión era llegar a primera y volar por los senderos. El corazón ofensivo Konerko, Thomas, Ordoñez y Lee.
Siempre de séptimo José Valentín. Y cerraba con quien se me ocurriera poner en tercera y la receptoría. Sabía que siempre anotaría y difícilmente me blanquearían, pero en el pitcheo había poco de dónde escoger. Después de Baldwin, tenía a Cal Eldred, y los zurdos Jim Parque y Mike Sirotka. Mark Buehrle era un relevista que apenas iniciaba y ya.
No tenían mucho. Al final, aunque era un videojuego también tenía sus límites. En el 2000 los Medias Blancas entraron a playoffs con el mejor récord del Joven Circuito, pero los Marineros los echaron rápido. Para 2005 alzarían el título mundial de la mano de Ozzie Guillén, rompiendo la Maldición de las Medias Negras.
Con una rotación que, durante la Serie de Campeonato frente a los Serafines, lanzaron cuatro juegos completos para llegar a la Serie Mundial: Ozzie no hizo uso del bullpen en las victorias. Ese fue mi primer equipo, inspirado por un videojuego. Luego vi a un chico de Nueva Jersey con el número 2 en la espalda con los Yankees y todo cambió.