Por: Lic. Guillermo Pacheco Pulido
Es relativo
Ni Sócrates pudo definir lo que es la justicia; se ponía a preguntar qué era la justicia y recibía muchas respuestas y ninguna admitía.
Ya los romanos, casi casi creadores del Derecho, dijeron que: “La justicia es la constante y perpetua voluntad de dar a cada quien lo que le corresponde”, concepto más claro, pero no muy comprensible.
A veces las personas gritan “justicia” y la idea es que se les haga caso.
Pues bien, la vida del hombre está plagada de esa palabra y con ella se ha escrito la historia de la humanidad.
La justicia a Juana de Arco:
Nace en Domrémy Francia la llamada Doncella de Orleans, en la época de la Guerra de los cien años (Inglaterra-Francia).
Conoce que los ingleses han matado a su familia. Se convence que Dios la ha dado una comisión que es la de sacar a las tropas inglesas de Francia. Se entrevista con el Delfín francés, para que le proporcione tropas para levantar el cerco que tenía Orleans.
Juana de Arco, identificada por la población como la Doncella de Orleans, vistió el uniforme de batalla, se enfrentó a los ingleses, pero al final fue puesta prisionera como consecuencia de una traición, a pesar de haber liberado a la población de Orleans expulsando a los ingleses en esa región.
El conflicto entre Inglaterra y Francia duró 116 años, con breves periodos de paz.
Finalmente, por propuesta de Napoleón Bonaparte, se le reconoce a Juana de Arco como símbolo nacional de Francia.
Por otra parte, la justicia castiga a Juana de Arco, pues ésta no se retractó, sino que afirmó sus revelaciones sobre que había recibido la encomienda divina de defender a Francia; el 30 de mayo de 1431 fue atada a una estaca y quemada viva en la plaza del mercado de Ruán, al noroeste de Francia, y sus cenizas fueron arrojadas al río Sena.
En 1920 fue declarada Santa por el papa Benedicto XV.
Los jueces de la Inquisición hicieron su justicia, a pesar que Juana de Arco, como campesina, les hizo saber la encomienda recibida de defender a Francia.
Los jueces la condenaron por herejía. La Doncella de Orleans –que así se le conocía a Juana de Arco– con su vida nos demostró que los mejores maestros y maestras del mundo son los que enseñan a los demás que el sacrificio de desarrollar el bien de todos vale la pena, porque produce valores de bondad, de verdad, de caridad y de solidaridad.
Fue una humilde campesina con mentalidad de servicio, con sueños de libertad. Sus pláticas partían del fondo de su espíritu, de su inmensa devoción hacia principios religiosos que la inspiraron en sus enfrentamientos y diversas luchas bélicas, con los que finalmente demostró que tenía razón en lo que decía y hacía.
La justicia humana fue verdaderamente ciega con el trato que le dieron a la heroína. Ella tenía razón, pero no hubo justicia. Al tiempo, la misericordia y la verdad se encontraron a su favor, fue declarada heroína, santa y mujer ejemplar.
La justicia humana la condenó; la razón, la verdad y el tiempo la absolvieron.
Una justicia que, frente a los razonamientos de la lógica, se fue por los senderos de las interpretaciones absurdas.
El pensamiento de Juana de Arco idolatraba y veneraba, convencida de sí misma, suficientes conceptos para que fuera exonerada, pero sufrió la condena de la justicia y sus jueces.
En lugar de abjurar de sus convicciones, aceptó la responsabilidad de su pensamiento y su conducta. Esa fidelidad a su realidad trató de ser borrada por su aberrante proceso de herejía y la decisión del tribunal por la que se le quemó en la hoguera.
A la fecha no se sabe con mínima claridad qué es o qué se entiende por justicia.