Iván Mercado / @ivanmercadonews FB IvánMercado
La nueva amenaza viral para la especie humana es una realidad detectada de manera oficial desde el pasado 24 de noviembre, sin embargo hay sospechas por demás fundadas de que la más reciente variante de la COVID-19 comenzó a diseminarse por el mundo varias semanas antes y que, lo que se reporta hoy, sólo es la consecuencia de una contención inexplicable o de un descuido injustificable por parte de las autoridades sanitarias mundiales.
Hoy se cree que Ómicron tiene la capacidad de contagiarse 500 veces más rápido que la cepa original del SARS-CoV-2 y que esa es la razón por la que la variante ha sido capaz de cobrar presencia en más de 38 países, en apenas 12 días.
Sin embargo, se estima que a mediados de diciembre, en una semana más, esta mutación del virus se reconozca en más de 80 naciones.
Mientras estas líneas son escritas, miles de personas en el planeta están siendo contagiadas con la nueva variante, sin siquiera sospecharlo. Como al inicio de la pandemia, el mundo una vez más se ha visto increíblemente sorprendido por un escenario abiertamente anunciado por muchos científicos desde hace un año.
Tan solo este fin de semana se confirmaron casi 500 casos positivos a la variante Ómicron en 38 países, no obstante, autoridades aeroportuarias calculan que durante noviembre volaron más de 20 mil pasajeros desde Sudáfrica, Botsuana, Zimbabue y Mozambique hacia los cinco continentes y, aunque no todos estaban infectados, muchos sí abordaron sus respectivos vuelos con una carga viral activa y comenzaron a reportar síntomas hasta cinco días después.
Ese es justamente el caso que, con notable resistencia, reconoció la semana pasada la autoridad mexicana: un ciudadano sudafricano de 51 años que llegó con un número no determinado ni identificado de pasajeros en el mismo vuelo, quien después de experimentar una serie de síntomas decidió internarse por iniciativa propia en un nosocomio privado.
No hubo ningún control, nadie lo contactó, nadie lo cuestionó y mucho menos pasó por un protocolo elemental de registro a su arribo al aeropuerto internacional de Ciudad de México, y así como él, ninguno de los demás pasajeros de ese vuelo del que ninguna autoridad quiere dar detalle.
Ya hospitalizado y con la noticia de Ómicron corriendo en todos los medios, fue el mismo nosocomio quien reportó el positivo. Ello significa que las autoridades sabían de un potencial caso de contagio incluso antes del gran evento del 1 de diciembre y, aún así, decidieron aguantar la información hasta el último momento para no causar un “pánico” innecesario entre la población.
Lo cierto es que sin importar los pretextos y las versiones que se ofrecen en cada país para justificar su incapacidad para alertar o contener a la enfermedad, los científicos e investigadores de la Organización Mundial de la Salud, aún no logran confirmar si esta mutación es capaz de superar a las vacunas con las que se trata de inmunizar a miles de millones de seres humanos.
La información se entrega a cuentagotas a la población. La responsable técnica de la Organización Mundial de la Salud (OMS) para la pandemia de COVID-19, María Van Kerkhove, reveló un estudio en el que se ha confirmado el riesgo de volver a contagiarse del virus en su nueva variante y según la representante, esta posibilidad es tres veces mayor si se tiene contacto con alguien infectado por Ómicron.
Por su parte, Soumya Swaminathan, la científica jefa del mismo organismo, llamó nuevamente a la comunidad mundial a no entrar en pánico y, a las naciones, a no instrumentar medidas extremas para tratar de protegerse, toda vez que es demasiado “pronto” para afirmar si las vacunas contra la COVID-19 ya no son capaces de proteger a la población contra la enfermedad en su nueva versión.
Hasta ahora ninguna autoridad ha sido capaz de dar claridad sobre la verdadera efectividad de los bióticos que se aplican en la mitad del planeta. Se afirma que la razón de este impasse se debe a los “tiempos” marcados por protocolos y estudios definidos para tener certeza absoluta de las reacciones a la inmunidad proporcionada a través de la vacuna. Muchos otros investigadores independientes sostienen que en realidad se busca ganar tiempo para intentar evitar una crisis mundial como la del 2020.
Un dato sostenido hasta ahora, con cada vez más dificultad, es que no hay pruebas “suficientes” de que la nueva y súper contagiosa variante haya sido responsable de alguna muerte en los cientos de pacientes infectados que han perdido la vida durante los últimos 12 días. Todos fallecieron por la variante Delta, justifican.
Sin embargo el portavoz de la Organización Mundial de la Salud, Christian Lindmeier reconoció en una reunión informativa de Naciones Unidas, celebrada en Suiza, que los laboratorios productores de vacunas deben comenzar a preparase ya, para la posibilidad de tener que modificar sus vacunas y lanzar una versión más potente.
Por lo pronto, los países que tienen acceso a vacunas de diferentes marcas intentan seguir con sus procesos de inoculación en elevados porcentajes de poblaciones, que aún no reciben ni siquiera una primera dosis.
En México, los habitantes vacunados no llegan a 55% de la población, lo que abre un amplio margen de riesgo para las personas que siguen a la espera de ser inoculados o que sencillamente no quieren ser inmunizados.
El escenario se complica aún más cuando ya está demostrado que entre los casi 500 casos confirmados de contagio por Ómicron hay decenas de personas positivas a pesar de tener el esquema completo de vacunación.
La realidad es que la variante está penetrando lo mismo en naciones con altas tasas de vacunación que en aquellos países donde los bióticos son apenas una esperanza. Es así que países como Canadá, donde 76% de su población está vacunada completamente, la variante no puede ser contenida en su propagación.
Lo mismo le ocurre a España, Alemania, Reino Unido, Italia, Dinamarca y Estados Unidos, naciones en las que -conforme al monitoreo de la Universidad de Oxford– seis de cada 10 habitantes cuentan con dos vacunas aplicadas.
En México, las autoridades vuelven a la misma estrategia errática de no “alarmar” a la población y, por ello, no hay llamados a extremar precauciones, no hay reconocimiento del riesgo para la población y, por supuesto, no hay marcha atrás a la política de prohibido prohibir, esa que –como ocurrió en 2020– le costó la vida a cientos de miles de connacionales.
Todo indica que la tragedia y la crisis sanitaria en nuestro país se podría repetir, si es que Ómicron resulta tan letal como rápida en su contagio.
Mientras, “que no cunda el pánico”, piden los responsables de proteger al pueblo bueno y sabio.