Agenda Ciudadana
Jorge Alberto Calles Santillana
Por su escaso valor para las coberturas mediáticas, la educación rara vez atrapa el interés público. No lo consigue ni en estos momentos, cuando la aún secretaria Delfina Gómez está próxima a dejar el cargo para dedicarse de lleno a promover su candidatura a la gubernatura del Estado de México.
En la actual coyuntura resulta entendible que no resulte atractiva como tema de agenda pública. A quién le interesa discutir la educación en medio de eventos tan llamativos como la profundización del proyecto militarista del presidente –cuyo sentido último aún no es del todo claro–, así como los ataques del crimen organizado a tiendas de conveniencia en Guanajuato y en contra de automovilistas civiles en Jalisco, los que podrían estar inaugurando una nueva etapa de la violencia en el país y la tragedia minera de Coahuila, que pronto habrá de convertirse en un nuevo escándalo político. El nombramiento de quien habrá de ocupar la posición que dejará Delfina parece no preocupar a nadie, más allá del perenne juego de adivinanzas. Sin embargo, la sustitución es algo que debería propiciar mucho debate: está en juego el futuro de quienes hoy son infantes y en unos años habrán de enfrentar, en calidad de adultos, el México que hoy se está forjando.
Desde hace muchos años, la Secretaría de Educación Pública dejó de tener relevancia como institución promotora de identidad y de futuro; ha pasado a ser una agencia de negociación –el antiguo régimen se encargó de convertir al magisterio en una de las más importantes fuerzas políticas en el país– y de promoción políticas.
Varios políticos han pasado por ella sólo para proseguir hacia otras posiciones con mayor atractivo. Esteban Moctezuma y Delfina Gómez no han desentonado en ese sentido.
En las últimas décadas no ha habido secretarios de la altura de los José Vasconcelos, Narciso Bassols, Jaime Torres Bodet, Agustín Yáñez o Jesús Reyes Heroles, por mencionar algunos. En línea, pues, con los últimos tiempos y en sintonía con los nombramientos de este sexenio debemos presumir que la posición será ocupada por alguien cuyo desempeño no habrá de impactar positivamente a nuestra educación.
Aporto aquí sólo algunos datos que deberían movernos a exigir al presidente que esta vez seleccione con criterios diferentes a los que ha escogido a la gran mayoría de los miembros de su equipo: a la secretaría deberá llegar alguien con conocimiento y experiencia en el campo educativo, con interés de servicio y con visión de futuro. De lo contrario, nuestras posibilidades de ser un mejor país cada vez serán menores y más limitadas.
Según el Programa Internacional de Evaluación de Alumnos (PISA por sus siglas en inglés), en 2021 México ocupó la posición 102 de 137 países evaluados; Chile, el país latinoamericano mejor posicionado, ocupó el sitio 43. Según esa misma evaluación, si sólo se atienden los rubros de los conocimientos de nuestros estudiantes en materias de ciencias y matemáticas, México desciende hasta la posición 117. Lamentable.
La pandemia ha tenido efectos desastrosos en la materia. En 2021, 26 por ciento de la población de 3 a 29 años no se inscribió en el ciclo escolar. Otro 26% dejó los estudios porque sus padres perdieron el empleo y un 22 por ciento dejó de estudiar por carecer de conexión a Internet o de equipos electrónicos. Según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, México obtuvo los peores registros de educación en línea en agosto de 2020, de treinta países evaluados. En ese momento, en nuestro país sólo 44 por ciento de los estudiantes contaba con equipos electrónicos para conectarse a la red, mientras que en Chile ese porcentaje fue de 60, en España de 78 y en los Países Bajos de 98 por ciento.
El costo de acceso a la red fue uno de las razones por las que México calificó bajo.
Otras cifras preocupantes: según esta misma organización, sólo culminan estudios universitarios el 21 por ciento de quienes los inician; 4 hacen estudios de maestría y uno de doctorado. Hay datos que hacen entendible estas estadísticas pobres: según el programa PISA, en 2018 34 por ciento de los estudiantes de nivel medio y superior no comprendían lo que leían. El Módulo de Lectura del INEGI ofrece información que refuerza esa información: en ese año, 21 por ciento de las personas alfabetizadas mayores de 18 años en el país confesaron comprender la mitad o poco de lo que leían.
Innecesario abundar en datos; podríamos terminar deprimidos. No hay duda: si de verdad queremos transformar a México, debemos ocuparnos con seriedad y compromiso de la educación. Así pues, el nombramiento de quién sucederá a Delfina en la SEP es un asunto tan importante como cualquiera otro que domina la agenda pública de estos días.