La marcha de los antirreeleccionistas en Puebla, ese sábado, rebasó todos los pronósticos. Era 14 de mayo de 1910 y faltaban sólo seis semanas para la elección más esperada del nuevo siglo y también del anterior: Francisco I. Madero desafiaba en las urnas a Porfirio Díaz a dejar la Presidencia de México después de 34 años.
Y ese sábado, Madero cerraba campaña en Puebla con una visita de dos días. Los clubes formados en Puebla y Tlaxcala habían acordado recibir a su candidato en la estación del tren de la ahora 11 Norte y organizaron la formación de una comitiva de saludo y una marcha de los simpatizantes de la causa antirreleccionista, documentó Pedro Ángel Palou en el libro que lleva el nombre del líder del movimiento en Puebla, Aquiles Serdán.
El contingente se formó con quienes llegaron de las diferentes colonias de Puebla y de Cuautlancingo, Coronango, Sanctórum, Pueblo Nuevo, Cholula, Atlixco, Izúcar de Matamoros, Chietla, Tepeaca y Tehuacán.
Y los clubes tlaxcaltecas de Zacatelco, Teolocholco y Panzacola. La comitiva que saludó a Madero y más tarde encabezó el desfile estuvo integrada por estudiantes.
Primero, los del Colegio del Estado –hoy BUAP–, que tomaban clase en el Edificio Carolino; luego, del Instituto Normalista, atrás los de la Universidad Católica, registra Palou.
“Un río humano cerraba la marcha detrás del candidato”, recoge Palou al documentar el evento en su libro. José Branchetti, el empresario italiano propietario del Hotel Colonial, prestó el balcón de la habitación 101 para que fuera el templete de Madero.
Desde ahí se dirigió a una muchedumbre apretujada en un mitin mutitudinario.
Y ahí está la placa conmemorativa, que en bajorrelieve tiene escrita la fecha del discurso público del hombre que, arrestado bajo el cargo de sedición para sabotear su candidatura, estuvo preso y ni siquiera pudo votar en la elección del domingo 26 de junio.