Rodolfo Rivera Pacheco
El pasado fin de semana se cumplió un año de la llegada de Miguel Barbosa al gobierno de Puebla. Y como diferente y especial fue su arribo al poder, luego de meses de inestabilidad y reacomodos de la clase política a partir de la muerte de Rafael Moreno Valle Rosas y Martha Érika Alonso, así también ha sido este primer año de gestión del primer personaje de izquierda que llega a la gubernatura del estado.
De entrada, Barbosa llega después de un interinato que prácticamente no le dejó recursos, pues el presupuesto de 2019 ya estaba comprometido. El nuevo gobierno terminó como pudo el año, sin grandes proyectos ni obras.
El 2020, que creíamos que sería el año del despegue, ha sido más bien el “año del coronavirus” y una pandemia que vino a destrozar la economía poblana, que la verdad, no se ve para cuándo pueda recuperarse.
Entonces, para el gobernador Miguel Barbosa, 2019 lo sorteó como mejor pudo… y 2020 hará lo mismo.
Con respecto a la pandemia, el gobernador ha sido ortodoxo y ha implementado todas las medidas posibles para contenerla, incluso siendo impopulares. En este sentido, ha dicho y repetido que él NO busca ningún futuro electoral como los de antes. Por esa razón también se han modificado todas las relaciones de poder en Puebla.
A Barbosa le tocaba desmantelar el aparato de corrupción e impunidad morenovallista, que aliado de una falsa clase empresarial, se dedicó a saquear a Puebla.
Diariamente nos seguimos enterando de los abusos, desvío de recursos, obras multimillonarias inútiles que costeaban campañas y un largo etcétera, todo con la complicidad de todos los órganos, instituciones y organizaciones. La Dictadura Perfecta, vaya.
Es lógico que Barbosa no le caiga bien a muchos. Los vino a desmantelar y a quitar les los negocios fabulosos de antaño.
Lo dijo desde su toma de posesión: reconciliación social no significaría olvido e impunidad para los que saquearon Puebla. Desde los primeros días supimos que iba por ellos.
Claro que tiene que haber castigos ejemplares y no puede quedar sólo en señalamientos y escándalos mediáticos. Ya cayó un pez gordo, Eukid Castañón (en quien se resume el aparato autoritario y corrupto del morenovallismo), pero faltan muchos más.
Esperemos que pronto caigan más corruptos y se hagan responsables de todo lo que robaron. Todos conocemos sus nombres.
En eso se ha ido este primer año barbosista, pero por supuesto falta más.
La pandemia detuvo de golpe la economía poblana. Es urgente un plan de reactivación económica. En ese ámbito, el gobierno barbosista tiene un gran elemento en Olivia Salomón. Sin lugar a dudas. Pero reitero, ya urge a reactivación.
Desgraciadamente, la inseguridad es el otro gran pendiente. La manifestación de unos cien mil estudiantes universitarios dejó latente la desaprobación social en este rubro.
La pandemia solo los contuvo, pero una vez que termine, muy probablemente se volverán a convocar manifestaciones de inconformidad, que sumadas a los opositores de los gobiernos de Morena (el panista Frenaa y cosas por el estilo), querrán crear un ambiente de hostilidad contra el gobierno del estado.
Barbosa y sus colaboradores de seguridad pública tienen que cambiar la percepción negativa de la gente. Hay mil patrullas, ahora solamente hace falta que infundan respeto y baje la delincuencia en la entidad.
Por el momento, me conformo con lo que he visto en este primer año de gobierno tan especial. Bajo presupuesto de 2019 y pandemia en 2020 no permiten presumir grandes logros.
El nuevo estilo de gobierno es lo más destacable: permitir que la gente vaya a la sede del gobernador y pueda platicar con él y pedirle servicios, obras y hasta favores personales, es algo que no habíamos visto nunca, la verdad. Menos del morenovallismo elitista y sangrón.
¿Que ha tenido muchos cambios de colaboradores? Prefiero eso a tener ineptos y corruptos.
¿Que se ha peleado con todo mundo? La mayoría de sus enemigos perdieron poder y privilegios.
¿Que los diputados de su alianza mayoritean y son sus empleados? Pues gracias a esa mayoría han sacado adelante reformas históricas y ya ni el propio gobernador tiene fuero, entre otras cosas. Un año, pues, de gestión barbosista.
Yo sí lo apruebo. Ahora habrá que ver qué opinan los electores el primer domingo de junio de 2021. Lo estaremos midiendo, de eso no tengan duda.
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