Por: Lic. Guillermo Pacheco Pulido
Es relativo
Lamentablemente, tenemos que reconocer que vivimos en un mundo angustiado, en épocas difíciles.Sin embargo, hay anécdotas que hacen historia, que llegan a la raíz de nuestra existencia como humanos, que mueven el alma y que despiertan los valores, a veces olvidados, como el de ser agradecido.
Los hechos que integran lo que llamamos anécdota son reales.
En esta triste y lamentable época del coronavirus se han visto, vivido, alabado o maldecido muchas circunstancias que han dejado inolvidables huellas en la colectividad y en lo personal, han quedado –a su vez– anécdotas por el propio cambio en el sistema de vida que inició con la frase “¡Quédese en su casa, no salga!”, palabras que causaron muchas sorpresas, dudas, miedos y temores.
Es el caso que la abuela Lolita, de 85 años de edad, vecina de un poblado ubicado en la Sierra Norte de nuestro estado de Puebla, fue conducida en su silla de ruedas por un niño al lugar en donde le pondrían su primera vacuna contra la famosa COVID-19. Al llegar al lugar, como a las 12:00 del día, en la entrada, un joven soldado del Ejército Mexicano, con todo respeto, solicitó a Lolita sus documentos para que la pudieran vacunar. Lolita le dijo al soldado que no llevaba los papeles porque no se lo dijeron, pero que los tenía en su casa, que podría ir por ellos, pero que estaba a media hora de distancia y que en una hora regresaría.
Lolita le dijo al soldado: “Pero si no hay más de 10 personas esperando y seguramente cuando regrese ya usted se fue”.
El soldado se inclinó ante Lolita y le dijo: “Señora, haya o no haya gente yo estaré aquí hasta las seis de la tarde, es mi deber”.
Como era conducida Lolita en su silla de ruedas, le dijo al soldado: “Voy rápido y regreso, espero no me atropellen en la carretera, aquí el chamaco que me trae no es buen chofer”, y sonrió.
Lolita al fin regresó y se encontró con el soldado en la puerta, presentó sus papeles y fue vacunada.
Al salir, le dijo al soldado: “Gracias porque cumpliste con tu palabra de esperarme, eres buen hombre, eres joven y guapo, que Dios te dé una buena mujer”.
El soldado sorprendido por las palabras de Lolita, pidió al chofer del camión del Ejército que la llevara a su casa, como en realidad se hizo. Su nieto dijo que su abuelita es una persona no muy amable, que es inconforme, mucho muy exigente y que le sorprendió la emoción y alegría con la que le contó cómo la había tratado el soldado.
Estos hechos se los contó Lolita a su nieto, que trabaja en Puebla, son hechos que van más allá de la anécdota.
Si analizamos las palabras y la conducta del soldado, más aún en estos tiempos cuando dice: “Yo estaré aquí hasta las seis de la tarde, es MI DEBER”, son palabras que expresan:
La aceptación de una responsabilidad.
El saber cumplir con un deber.
La conciencia firme de un compromiso con México y los mexicanos.
Un maestro decía: “Los mexicanos debemos entender que largo es el camino de la enseñanza y breve y eficaz por medio de los ejemplos”.
Cuántos y valiosos ejemplos, actos y hechos han realizado los soldados en nuestro país que no han sido valorados por la sociedad.
Muchos soldados han caído en el cumplimiento de su deber en defensa de nosotros –al igual que otros servidores públicos–, en defensa de nuestras instituciones, la dignidad de nuestra soberanía y por el honor de los mexicanos.
No se tome lo anterior como un halago, lejos estamos de ello, pero tampoco se debe ser soberbio para no reconocer y alabar sus conductas harto ejemplares.
“Yo estaré aquí, es mi deber” es el resultado de conocer principios y valores, de respetar y fortalecer valores que garantizan el porvenir de nuestro país.
Ante estos difíciles tiempos, debemos mantener firme el espíritu de unidad de los mexicanos.
Lolita pidió dar las gracias por este medio al soldado, con un mensaje de gratitud de una mexicana a la que se le entregó salud, felicidad, sonrisas y esperanzas.
“También ES MI DEBER dar las gracias”, dijo Lolita.