Es muy peligroso un presidente encolerizado, radical, vengativo, que abuse del poder que ostenta y, lo peor, que transgreda la ley.
Esa fueron las facetas que mostró Andrés Manuel López Obrador la semana que concluye –quizá, la peor desde que inició su mandato– durante sus apariciones mañaneras, las que –por sus repercusiones– seguramente serán memorables.
La semana no había comenzado bien para el mandatario, tras la visita que recibió en Palacio Nacional de John Kerry, enviado especial del presidente estadounidense Joe Biden para asuntos del cambio climático, en la que –se dice– hubo duros cuestionamientos a su política ambiental y a la propuesta de reforma eléctrica que plantea la 4T.
Para el miércoles, AMLO sorprendió a todos al referir la conveniencia de “hacer una pausa” y distanciar las relaciones político-económicas que se crearon en las dos últimas décadas entre empresarios españoles y los gobiernos mexicanos.
Un día después precisaría que no estaba planteando un rompimiento de relaciones, si no de la posibilidad de distanciar a México de las inversiones de empresas españolas en proyectos con capital público y, en particular, citó a la compañía energética Iberdrola, la petrolera Repsol y a la constructora OHL.
Luego habló de presunta corrupción y clientelismo en los recientes sexenios y acusó de robo y saqueo, como en la conquista, por los abusos cometidos por empresas españolas que han afectado al pueblo de México.
Como es lógico, la confusa e inoportuna expresión presidencial generó extrañezas. Aquí y allá. El canciller español José Manuel Albares puntualizó que “la relación entre España y México es una asociación estratégica que va más allá de declaraciones verbales súbitas o de las palabras puntuales”.
El diplomático también pidió aclarar lo que busca el mandatario mexicano. “Habría que preguntarle al presidente López Obrador qué es lo que ha querido decir con eso y cuál es el tenor oficial que le da a esas declaraciones”.
Y en un comunicado oficial, se afirmaría después que “el gobierno de España rechaza tajantemente las descalificaciones” del presidente López Obrador y se asentaría que “España es el segundo inversor en México y cuenta con 7 mil empresas en ese país. La inversión española se eleva por encima de 80 mil millones de dólares y la mexicana en España supera los 28 mil 600 mdd.
“España trabajará siempre por mantener las mejores relaciones con México y reforzar los lazos con este pueblo hermano. El gobierno desea unas relaciones basadas en el respeto mutuo, como quieren los españoles y los mexicanos, sin este tipo de manifestaciones”, remataría el Ministerio de Asuntos Exteriores español.
Ya navegando en aguas turbulentas, este viernes el presidente exhibió todo el coraje que venía arrastrando desde hace dos semanas por la revelación periodística de Carlos Loret de Mola, quien evidenció la vida ostentosa de su hijo Ramón López Beltrán, en Houston, Texas, y el posible conflicto de interés en la llamada “Casa Gris”, que habitó por dos años, siendo propiedad de un ejecutivo de la empresa Baker Huges, contratista de Pemex.
Sin recato alguno, AMLO mostró en gráficas –con información de instituciones que preside– los presuntos ingresos económicos del periodista, al que calificó de “mercenario, golpeador, corrupto y, en el sentido estricto, ni siquiera periodista”.
AMLO lo critica, lo insulta, pero no desmiente con datos convincentes los señalamientos que otros medios han replicado, por lo que también han sido objeto de severos “coscorrones” presidenciales, como en el caso de Carmen Aristegui, entre otros.
En el caso de Loret de Mola, la acometida significa no sólo un ataque artero en su contra –contra el gremio en general–, sino un acto de abuso de autoridad y una violación a preceptos legales y de la misma Constitución que protege el derecho a la intimidad y a la privacidad de los mexicanos.
Es incuestionable que AMLO ha puesto en riesgo al periodista al divulgar información confidencial, más allá de su posible veracidad y, sobre todo, en un momento en el que persiste un ambiente de polarización social en el país, alentada de manera recurrente por el propio mandatario.
Por lo pronto, el Instituto Nacional de Transparencia (INAI) mostró su preocupación y se dijo atento a una eventual denuncia del periodista, tras considerar en primera instancia que su derecho e protección a datos personales pudo haber sido vulnerado.
El organismo que preside la poblana Blanca Lilia Ibarra dejó claro también, en un comunicado, que todas las instituciones, así como las personas servidoras públicas, están obligadas a cumplir de forma irrestricta los principios y deberes de la Ley General en la materia, por lo que hizo un atento llamado a actuar con apego a la legislación.
Ante tal agresión de tinte autoritario, Loret de Mola respondió ese mismo día en sus redes sociales. “Otra vez AMLO me calumnió, pero no desmintió una sola palabra del reportaje sobre su hijo”, mencionó en un primer mensaje.
Más tarde afirmaría que el presidente está acorralado y no sabe cómo zafarse del escándalo de la casona de su hijo: “Hoy me vuelve a calumniar y encima me pone en riesgo al revelar montos inflados y falsos de supuestos ingresos. Es gravísimo. Es un delito. Está fuera de sí este aspirante a dictador”.
Estos hechos provocaron una reacción social inédita, todo un mitin digital al que se unieron miles de usuarios en tono reprobatorio, a través de un foro de Space, en el que de manera espontánea se escucharon las voces reprobatorias de periodistas, analistas, legisladores, defensores de derechos humanos y ciudadanos en general.
Ya, de remate, como cereza en el pastel y para ensombrecer más el ambiente, este mismo fin de semana se confirma el asesinato de otro periodista, Heber López Vázquez, director del portal Noticias WEB, de Salina Cruz, Oaxaca, con lo que suman cinco comunicadores masacrados en el país tan solo en este año, lo que significa uno por semana y la cifra más alta en un periodo igual en los últimos 20 años.
Ahora entiendo por qué se dice que “mal comienza la semana al que ahorcan el lunes”.